Ermita de Santa Bárbara, hoy desaparecida. Año 1940. Fotografía de Amalia Larribal, tomada del libro: Cárcar. Historia, Vocabulario y Plantas, escrito por Eduardo Mateo Gambarte y otros (pag. 32). Año 2002
A pesar de que este blog está pensado para recuperar personajes de Cárcar o relacionados con este pueblo, voy a hacer aquí una excepción (que no será probablemente la última) resaltando también su patrimonio cultural. Se trata en este caso de un edificio desaparecido hace relativamente pocos años: la ermita de Santa Bárbara. Hoy se encuentra desaparecida y apenas queda de ella un recuerdo lejano en la memoria de los que tienen más edad, algún testimonio documental y unas pocas fotografías.
No parece haber constancia de la fecha su construcción, pero para el año 1767 el tejado y las maderas estaban ya dando problemas, tantos que se hacía necesaria su pronta rehabilitación ante la amenaza de ruina.
Una de las pocas fotografías que se conservan de la ermita en ruinas. Foto cedida por Miguel Javier Ágreda donde aparece su hijo Guillermo justo donde se ubicaba el altar, y delante de donde se encontraba la imagen de la titular Santa Barbara.
Además, también sufrió los avatares de la Historia. Entre los años 1834-35, la ermita, al igual que la iglesia parroquial fueron ocupadas por el ejército liberal mientras la primera guerra carlista. Esto y el expolio llevado a cabo en la llamada desamortización de Mendizábal fueron los principales causantes de su desacralización y deterioro.
En los años sesenta del siglo veinte, fue tal la decadencia que apenas quedaron las ruinas que se pueden ver en las escasas fotos que quedan de ella.
En esta otra se observa el franco deterioro de las pinturas de la pared del presbiterio. Año 1998. Foto de Edurne Villar Mateo, tomada del libro: Cárcar. Historia, Vocabulario y Plantas. Eduardo Mateo Gambarte y otros (pag.127).
Dos amantes locales de la historia de Cárcar, Juan Antonio Díaz de Rada y Eduardo Mateo, aseguran que en el año 1951 tuvo lugar la última y tradicional procesión donde la santa milagrera fue llevada a hombros desde su ermita hasta la parroquia. Tradicionalmente, el día14 de agosto era llevada en andas hasta la parroquia y permanecía allí hasta el dos de diciembre, fecha en que era devuelta a su ermita para iniciar rápidamente los preparativos para su fiesta que tiene lugar dos días después.
Esta ermita estaba situada en la zona norte del pueblo sobre el alto que la domina, y señalado con el mismo nombre. Desde ese magnífico lugar se otea una panorámica envidiable, solo comparable con la que ofrece la torre de la iglesia.
La fábrica del edificio era de traza rectangular y fachada de ladrillo, reforzada con contrafuertes exteriores. Un sacerdote del cabildo parroquial era designado su capellán, cuyo cometido era el de celebrar allí misa una vez al mes y subir a exorcizar en días de tormenta solicitando la intercesión de la santa ante el peligro de tempestad. También tenía la obligación de celebrar misas de rogativas encargadas por la villa (ayuntamiento).
Vista panorámica que se divisa desde el montículo donde estaba ubicada la ermita de Santa Bárbara
Un administrador se encargaba de la gestión económica: rentas, limosnas, gastos de la fiesta, etcétera, y estaba obligado a rendir cuentas anualmente ante la junta. En el año 1759 esa función recayó en un tal Fernando Martínez, siendo el capellán Manuel Antomas. Ese año hay documentación de las cuentas y por ellas sabemos que el P. Antomas habría percibido dieciocho reales de limosna por las doce misas celebradas, a razón de real y medio la misa.
La documentación de ese año nos aportarán otras cifras y datos que ayudarán a recrear el modo en que se celebraba la fiesta. La festividad de Santa Bárbara cae el 4 de diciembre y por lo que se ve en Cárcar se hacía por todo lo alto. La fiesta se iniciaba de víspera. Un nutrido grupo de personas subían a la basílica la tarde anterior para cantar las vísperas, y ya desde ese momento los cohetes voladores subían al cielo anunciando la fiesta. Una vez cantadas las vísperas se repartía en el exterior a los asistentes un cántaro de vino que consumían al abrigo de una hoguera preparada previamente. La fechas y la ubicación de la ermita requerían algo de calor adicional.
La leña para alimentar el fuego también estaba incluida en los gastos. Ese año se le pagó un real al encargado de subir la carga de leña; tres reales más costó el cántaro de vino, y ocho las dos docenas de cohetes voladores. Unos pocos de estos se tiraban esa tarde y el resto eran para la fiesta del día siguiente, que subían ruidosos al cielo para regocijo de los asistentes.
El repique del campanillo situado en lo alto de la espadaña anunciaba que la hora del comienzo de la solemne misa era inminente. El cabildo parroquial en pleno, acompañado de autoridades y multitud de devotos llenarían el templo honrando a la santa de Nicomedia.
La fiesta implicaba también otros gastos: siete reales y medio para una “docena” de aceite que había consumido la lámpara, y otros siete reales y medio por dos libras de cera consumida en las velas. El cabildo parroquial, que lo conformaba alrededor de siete u ocho sacerdotes, recibiría por la misa y procesión de ese día, dieciséis reales a repartir.
En ese año se pagaron también setenta reales al carpintero Joseph de Asiain Brabo, “por el trabajo de hacer un atril y asientos para la basílica de San Blas”. Por este dato se deduce que existía otra ermita dedicada a la devoción de San Blas y gestionada por la misma cofradía, y al ser para dotación de mobiliario se entiende que la de San Blas era de reciente construcción. De ella apenas hay documentación y ni siquiera se conoce su lugar de ubicación.
En el año 1767 Ramón Chocarro -que ejercía ya el cargo de administrador de Santa Bárbara desde hacía unos años-, presenta de nuevo las cuentas al capellán don Vicente Cardona. Los gastos fueron más elevados que en años anteriores ya que se hicieron algunos arreglos en la estructura cambiando una madera y dos vueltas del techo. Estos arreglos costaron diecinueve reales y veinte maravedís, mas otros cuatro reales que cobró el albañil, Juan Joseph Redondo por un día de trabajo, a los que habría que sumar trece reales más por el alquiler de una caballería que “la emplearon en aprontar yeso y agua”.
No parece que estos arreglos fueran muy efectivos ya que pronto se tuvo que apuntalar de nuevo el techo de la ermita con dos maderas nuevas pues el tejado entero amenazaba ruina. Esas dos maderas costaron doce reales y nueve maravedís.
Dos años más tarde, en el año 1769, el deterioro obligó a levantar el tejado entero. Juan Manuel Sánchez y su aprendiz emplearon todo un día en hacerlo, y cobraron por ello cinco reales. La carpintería del tejado corrió a cargo de un experto carpintero local, Joseph Arbizu y Bravo; este era el maestro que meses antes había hecho la magnífica caja del órgano de la iglesia, así como la puerta de cancela sobre la que descansa.
Para componer dicho tejado el albañil, Juan Joseph Chocarro, empleó junto con un peón veintisiete días, por los que percibieron cincuenta y ocho reales; como Chocarro cobraba a razón de dos reales por día, al peón cobró los cuatro reales restantes. También trabajaron en la obra Manuel Mendoza y Francisco Hernández (este último era el ermitaño), que cobraron dos reales fuertes, el primero, y un real el segundo. En total, entre las obras y los gastos habituales, el desembolso de ese año de 1769 ascendió a mil ciento sesenta y siete reales y siete maravedíes.
Con todas estas mejoras la ermita se fue manteniendo, y así siguió durante otros sesenta años más, hasta su definitiva desacralización. Llegado ese momento la imponente imagen de la titular, que presidía el retablo principal de la ermita, pasó en custodia a la iglesia parroquial, y ahí permanece, erigida en una peana junto al retablo del Corazón de Jesús. El campanillo que pendía de su espadaña también se reubicó en la parroquia, colocándose en el campanario con el resto de campanas.
La devoción a la santa protectora de las malas tormentas ha estado siempre presente en el acervo cultural y religioso de Cárcar. Esta devoción fue pasando de padres a hijos, principalmente mientras la agricultura era casi el único medio de subsistencia. En días de tormenta, al divisar los negros nubarrones que presagiaban malas aguas para los campos, y el temido granizo, los ojos de los carcareses se giraban hacia la ermita implorando la protección de Santa Bárbara: Santa Bárbara bendita (…), santa Bárbara doncella, líbranos de la centella…, rezaban las abuelas con inusitado fervor al sentirse los primeros truenos y relámpagos. La economía del año dependía de si la tormenta descargaba o no en los expuestos frutos que crecían lozanos en la fértil vega del Ega.
A día de hoy una mole de hormigón destinada a depósitos de agua y un parterre con plantas aromáticas ocupan el lugar donde en su día estuvo la ermita. De ella no quedaron ni vestigios sobre el terreno.
No obstante, al haberse habilitado una zona de recreo y esparcimiento en este lugar es siempre un privilegio subir hasta este punto, ya que se divisa una panorámica de casi 360º. Un placer único que oxigena el cuerpo y eleva el espíritu.
Depósitos de agua ocupando el lugar de la ermita de Santa Bárbara
Lugar de sosiego donde descansar desde el lugar.
Investigación realizada por María Rosario López Oscoz
Imagen: Ermita de Santa Bárbara; del libro: Cárcar. Impresiones, oficios, anécdotas y fotos. Eduardo Mateo Gambarte. 2008.
Fuentes: Archivo Parroquial de Cárcar.
GARCÍA GAINZA, María Concepción. Catálogo Monumental de Navarra. Volumen II. Merindad de Estella. Gobierno de Navarra. 1983.
DÍAZ DE RADA, Juan Antonio; MATEO GAMBARTE, Eduardo. Breve Historia Cotidiana del Siglo XX de Cárcar, pag. 128. Cárcar Historia, Vocabulario y Plantas. E. Gambarte, L.J. Fortún, J.A. D. de R., M.C. Pardo.
Aunque creo que no refleja la historia de la Santa, las oraciones que nos hacía recitar mi madre al irnos a la cama terminaban así: "Santa Bárbara bendita, madre de San Agustín, a vos encomiendo mi alma porque me voy a dormir".
ResponderEliminarRecuerdos infantiles que se guardan en el corazón y siempre emocionan. Qué importante conservarlos...
EliminarYa tengo pendiente una visita a Cárcar para subir hasta ese lugar!
ResponderEliminarQue la llevaremos a cabo en cuanto sea posible. ¡Te gustará, Agustín, verás!
EliminarSanta Bárbara bendita,
ResponderEliminarQue en el cielo estás escrita
Con papel y agua bendita....y sigue
...Santa Bárbara doncella
Eliminarlíbranos de la centella...
Prima, lo haces muy bien. Te doy muchos ánimos para que sigas haciendo todo tan perfecto y los demás podamos leer con tanta facilidad.Adelante. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Isidro por animarme. Espero poder seguir aumentando el número de personajes poco a poco...
EliminarUn abrazo, primo!!
Recuerdo muy bien jugar de crios por entre las ruinas de Santa Bárbara. Probablemente no nos dábamos cuenta del peligro que corríamos pues estaba todo a punto de ruina. Cuando desde alli ibamos al cementario, el camino pasaba cerca de una cueva donde vivía una anciana gitana que se llamaba La Polonia. Yo aceleraba el paso.
ResponderEliminarYo también tengo algún recuerdo vago de aquella señora. Hay mucha historia, intrahistoria también, que valdría la pena recuperar.
ResponderEliminarNuestra infancia pasó a través de lugares como esas ruinas de Santa Bárbara. Reconozco que tengo mucho apego a todo lo que giraba alrededor de mis primeros años y me alegra mucho que también tengas tan nítidos recuerdos a los que poder recurrir. Un abrazo Javier.