Cárcar cuenta entre sus paisanos con un destacadísimo sabio. Tanto, que ese fue el apelativo que recibió en vida el personaje que voy a desarrollar. Estando en lo más alto, no obstante, su luz se vio eclipsada y se retiró de la esfera pública en obediencia y humildad. Una vida la suya que fue apasionante y especialmente itinerante y allí por donde pasó dejó honda huella. Su labor docente le llevó a destacar en algunas de las más prestigiosas universidades europeas, así como de Asia y América y siendo Filipinas su segundo hogar. En esas islas del Pacífico entregó buena parte de su vida, donde murió y allí donde descansan sus restos. Quiero que el recuerdo y el reconocimiento a lo largo de esta breve semblanza sirva de homenaje y salde de algún modo la deuda que con él tienen contraída sus paisanos, y la misma comunidad científica. Apenas una placa colocada en el año 1928 sobre su casa natal, nos recuerda a día de hoy su existencia. Quién era, y cuál fue su legado, es lo que me propongo mostrar a continuación.
Casa donde nació Marín Sola (solo la parte del cuadro de fachada blanqueada). Foto Enciclopedia Auñamendi
Francisco Marín Sola nace el día 22
de noviembre del año 1873 en Cárcar, un pequeño pueblo de la Ribera alta de
Navarra. Era hijo de Remigio Marín Escarza, natural de Calahorra, que había llegado a trabajar a Cárcar como jornalero, y Baldomera Sola Mateo, esta sí, natural
de Cárcar, e hija de Félix y de Juana. Francisco empieza pronto a destacar por su precoz inteligencia y su facilidad para el estudio, a pesar de que sus padres no
habían sido alfabetizados, como por otra parte era lo habitual en el entorno rural
del que procedía la familia; Remigio, su padre, no sabía siquiera plasmar su firma en
los documentos y, Baldomera, que había quedado huérfana de madre muy joven, aunque su padre se volvió a casar, tampoco lo tuvo fácil para escolarizarse.
Además de Francisco, el matrimonio tuvo otros cinco hijos más: Casimira, Gregorio, Antera, Elena y Ricarda.
Francisco era el tercero y vio morir a tres de sus
hermanos. Sobrevivieron, Casimira, Ricarda y, evidentemente, él mismo. A pesar
de que en su casa no tienen posibles para una educación completa, encontrará Francisco personas que le
respalden y apoyen. Y así, recibe y alcanza ya en Cárcar los habituales
conocimientos clásicos perfectos, incluido el latín, seguramente facilitado por
algún maestro que se fijó en su precocidad y, sobre todo, por el párroco don Alejo Aranaz, asesorado este sin duda por su hermano Juan Cruz, magistral que fue de Lérida y Zaragoza. Hay que recordar que Juan Cruz creará a su fallecimiento dos becas de
estudio para chicos de Cárcar, por lo que bien le pudo inspirar a don Alejo este caso.
A pesar de que el núcleo familiar se
iba a ver resentido al faltar el único hijo varón sobreviviente, que contribuyera con su trabajo a la escasa economía familiar, y aconsejado
probablemente por sus instructores, en el año 1886, con apenas
trece años, se presenta Francisco en el convento de los frailes
dominicos de Ocaña (Toledo). Estos religiosos pertenecen
a la Provincia del Rosario y su misión evangelizadora abarcaba toda la zona del
Extremo Oriente: Filipinas, China, Japón, etcétera.
La edad habitual de ingreso para los aspirantes a novicios eran los catorce años, pero al hacerle a
Francisco los exámenes pertinentes y comprobar que el chaval estaba realmente
preparado, fue admitido. El primer curso de filosofía lo hace junto con el resto de
profesos, todos un año mayor que él. El curso lo defiende sin problemas y toma el
hábito el día 9 de diciembre del año 1888. No obstante, Francisco pide
voluntariamente repetir ese curso para imponerse mejor en la materia. Dicen sus
biógrafos que aunque tan joven, apreciaba ya la importancia de una primera y
sólida cimentación de los conocimientos filosóficos. Tras su conclusión, se
traslada al convento de Ávila para estudiar los cursos siguientes de Teología. Aquí hará también los votos perpetuos el 10 de diciembre del año 1892. Ese
mismo año le sobreviene una enfermedad grave y los médicos le recomiendan para su recuperación trasladarse al convento que los dominicos tienen en Padrón (La Coruña), cosa que consigue. Este contratiempo le hizo perder el tercer curso de teología, por lo que al regresar a Ávila, ya repuesto, pide ser examinado separadamente de las asignaturas de tercero y
cuarto curso, aprobando ambas con resultados extraordinarios.
Convento Santo Domingo. Ocaña. https://vicaresp.dominicos.org/
En el año 1897, terminados los
estudios convencionales y siendo todavía diácono, Francisco es enviado junto con otros quince
religiosos a Manila; los dominicos
de la Provincia del Santísimo Rosario realizaban su actividad desde hacía
tiempo en esa zona del Extremo Oriente, como ya he apuntado. En septiembre de ese año, es ordenado Francisco sacerdote en ese convento de Santo Tomás de Manila y allí celebró su primera misa. De nuevo su salud se verá resentida por lo que los
médicos recomiendan que se traslade a la provincia de Cagayán, situada al norte de la isla de Luzón, y así lo hizo a principios del
año 1898. Se instaló en una población llamada Amulung apoyando pastoralmente al
párroco. Ya aquí se dieron a ver sus dotes para los idiomas; en pocos meses aprendió a hablar en lengua ibanag, propia del lugar. En agosto de ese mismo año tiene lugar la
insurrección del pueblo tagalo que habitaba esas tierras. El Padre Marín, junto con otros religiosos se
refugia en una población cercana llamada Enrile, pero son apresados. Estuvo dieciséis meses en cautividad donde sufre maltrato, no solo físico -que
acusará en el futuro-, sino también psicológico y emocional. Tras el penoso
cautiverio son liberados y regresan a Manila el 1 de enero del 1900, “mal vestidos, peor calzados y con aspecto
demacrado”. Como quedará registrado.
Tras conseguir reponerse, el 15 de junio de ese mismo año le asignan de profesor en el
colegio San Juan de Letrán de la ciudad de Manila. Aquí inicia su vida
docente que no interrumpirá ya hasta su muerte.
San Juan de Letrán era
entonces el centro de enseñanza más famoso y acreditado del extremo Oriente.
Con toda la formación humanística acabada se hará cargo sin embargo de impartir clases de matemáticas,
algebra y geometría. Al año siguiente (1901), el fraile carcarés se examina en la Universidad de Santo Tomás de Manila para el Lectorado en Sagrada Teología, siendo aprobado como "brillantísimo" y continúa dando clases en san Juan de
Letrán. En 1902 entra a formar parte de la redacción del diario
Libertas, un periódico creado y regentado desde esa universidad. Desde aquí escribe y publica brillantes y polémicos artículos doctrinales -que simultaneaba con su labor docente- bajo el título general de “Catolicismo
y protestantismo”, que vieron la luz entre los años 1902 y 1903. El momento era providencial pues en apenas dos años Filipinas había pasado
de ser española a pertenecer a los Estados Unidos de América; la nueva comunidad protestante estaba empezando a abrir iglesias y capillas y los católicos necesitaban en esos momentos de una orientación solvente.
Además de los artículos que escribían los propios frailes (que solían hacerlo bajo seudónimos) lo hacían también eminentes periodistas e intelectuales, lo
que le convertía en un diario muy importante. El P. Marín firmaba muchos de sus artículos utilizando distintos seudónimos. Se dice que
llegó a emplear hasta veintidós sobrenombres diferentes. Los más utilizados fueron
Quicoy y Euripio.
Para el año 1904 Marín Sola será llamado a formar
parte del claustro de profesores de la Universidad de Santo Tomás, haciéndose cargo de la
cátedra de Filosofía, pero como sus dotes de pedagogo eran tan excepcionales se consideró más útil enviarlo a formar a los profesos dominicos
que se preparaban en España para ser destinados a Oriente y aprovechando el Capítulo Provincial que se celebraba en Ocaña en 1906, Marín Sola va a Ávila de profesor de Lugares
Teológicos y como predicador del Real Colegio de Santo Tomás; posteriormente se hará cargo también de la
asignatura de Sagrada Escritura.
Asentado ya en su tierra se trasladó a Madrid para predicar el sermón de Santo Tomás de Aquino en la solemne fiesta anual que reunía a los catedráticos de la Universidad Central (hoy Complutense),
revelándose ya como profundo pensador. Aquí empieza ya a perfilarse su obra monumental. El modernismo al que atacaba, y la obra de Melchor Cano en la que
encontraba armas de defensa, serán dos de los elementos que no hay que perder de vista
al tratar la génesis de toda la obra "marinsoliana".
Había completado el P. Marín su
formación eclesiástica, pero necesitaba un formalismo para poder enseñar en la
universidad: el doctorado. Es por eso que en 1908 vuelve a
Manila y consigue la licenciatura y el doctorado en Sagrada Teología con las
calificaciones de “meritissimus”. Se le nombra a su llegada director del diario Libertas en cuya redacción había
formado parte anteriormente y donde había publicado multitud de artículos.
En el Capitulo Provincial de 1910 se le envía de nuevo al convento de Santo Tomás de Ávila para ocupar la cátedra de Teología. La Provincia dominicana de
Filipinas a la que pertenecía, advirtió la necesidad de que sus
estudiantes se defendieran en lengua inglesa, a fin de ejercer mejor
su apostolado en la zona Oriental, por ello, los dominicos trasladan el
Estudio General de Ávila a Rosaryville, en la ciudad estadounidense
de Nueva Orleans, en el estado de Luisiana.
A finales del año 1911 Marín Sola es destinado a la Universidad Católica de Notre Dame, en el estado de Indiana, donde permanecerá dos años dando clases de filosofía y perfeccionándose en lengua inglesa. El P. Marín, bien dotado para los idiomas, no tuvo dificultad para aprenderla, como tampoco la tuvo para el resto de lenguas que dominó.
A finales del año 1911 Marín Sola es destinado a la Universidad Católica de Notre Dame, en el estado de Indiana, donde permanecerá dos años dando clases de filosofía y perfeccionándose en lengua inglesa. El P. Marín, bien dotado para los idiomas, no tuvo dificultad para aprenderla, como tampoco la tuvo para el resto de lenguas que dominó.
Lugar donde descansan en Cárcar los restos de Remigio, el padre de Marín Sola. En 1915 el teólogo se encontraba en América por lo que no pudo celebrar el funeral de su padre. Foto: Charo López
Entre los años 1913 y 1918, Marín Sola se hace cargo de la asignatura de Teología Dogmática en la citada universidad de Rosaryville. Estando aquí es elegido vocal, por lo que acudió a Manila para el Capítulo de 1914, siendo elegido Definidor de dicho Capítulo. Vuelve a los
Estados Unidos para incorporarse de nuevo a su cátedra en Rosaryville, a las clases de teología dogmática que con tanto interés
recibían sus alumnos. Sus biógrafos aseguran que el P. Marín ejercía entre los estudiantes un poder fascinador: “la elocuencia vibrante
y la simpatía personal, todo le favorecía, pues, para hacerse entender por sus
alumnos”. Aseguran, que a los problemas teológicos tan complicados de
entender y a veces de explicar, el fraile carcarés sabía darles inusitado
interés “o bien porque lo tenía en sí,
o bien porque él sabía dárselo”.
Quizá fue por eso que el arzobispo de Nueva Orleans, monseñor James Hubert Blenk, que había sido Delegado Apostólico en Filipinas, se fijó en él y lo nombró su consultor y confidente durante un período que duró desde el año 1913 hasta 1918. En ese tiempo, Marín Sola resolvió todos los gravosos asuntos de la archidiócesis, adquiriendo en Norteamérica renombre como prestigioso teólogo y canonista: “por la solidez y acierto que presidían los informes que el arzobispado mandaba a la delegación apostólica de Washington y a Roma”, y también por la resolución de ciertos casos graves de la archidiócesis que el dominico carcarés resolvió con brillantez. Al leer uno de los informes emitidos por el P. Marín, será el propio delegado apostólico en Washington quien declare que no había recibido nunca un informe tan bien razonado.
Arrastrado por su fama, le nombran secretario de la Junta de obispos de la provincia eclesiástica de Nueva Orleans, siendo el encargado de revisar en secreto (por orden de Roma) la nueva codificación canónica que había propuesto el Papa Pio X. Sesenta y tres fueron los cánones aprobados por la Junta, redactados por el P. Marín, y tal cual él los escribió fueron incluidos en el nuevo Código Canónico.
El día 12 de junio del año 1916 le
fue concedido el título de doctor “honoris
causa” de Derecho Civil por la Universidad de Notre Dame, en la que había
sido profesor. El Rector manifestaba que con ello deseaba honrarle por el recuerdo
imborrable que había dejado en dicha Universidad y por los grandes méritos que
enaltecían su persona.
En julio del año 1918 fallece el
teólogo P. Norberto del Prado quedando vacante la cátedra de Teología de la Universidad de Friburgo (Suiza). En ese momento el
maestro general de la orden, el holandés P. Luis Theissling reclama al P. Marín para ocupar esa cátedra, que ocupará el 30 de enero del año siguiente. Marín Sola es nombrado pues Maestro en Sagrada Teología por el mismo Padre Theissling
y ocupará su cátedra en la universidad suiza durante ocho años seguidos consagrándose definitivamente como gran pensador e investigador, y considerado grandísimo expositor y pedagogo. Además, esa notable erudición le hizo
también ser un gran polemista tocándole vivir en los días álgidos del modernismo, al que atacó.
En los ámbitos
intelectuales se le conocía con el sobrenombre de "El
Sabio Marín", y en palabras del Padre Emilio Sauras O.P. (que hizo la introducción a
la tercera edición de la monumental obra de Marín Sola.1952): si la sabiduría es conocimiento por razones supremas él era un
verdadero sabio; como teólogo y filósofo de nervio prefería el estudio de las
verdades a la luz de las causas superiores.
En esta etapa en Friburgo continuó publicando sus artículos sobre la
Evolución del dogma. Continúa el P. Sauras: “El interés que despertaban sus escritos
dan una idea del interés que despertaban sus lecciones”. Sus alumnos aseguraban
que era imposible olvidar las maravillosas explicaciones que el carcarés
daba desde esta cátedra, que se recordaron durante mucho tiempo. Los
misterios más sublimes de la teología y el dogma adquirían en sus explicaciones
una luz atrayente y fascinadora, hasta el punto de reconocérsele que “ejercía un poder fascinador sobre sus
alumnos ya que poseía un claridad de exposición y una elocuencia vibrante que
acompañaba con una gran simpatía personal”; en definitiva, un hombre dotado de gran carisma.
Los artículos publicados en el diario Libertas, y defendidos en toda su expresión, los reunió en una monumental obra que
vio la luz el año 1923, titulada La Evolución Homogénea del Dogma Católico.
Esta monumental obra de más de seiscientas páginas, está catalogada por los expertos como la obra más asombrosa de erudición que jamás se haya
escrito sobre esa cuestión. Este libro fue el primero que publicó la Biblioteca
de Tomistas Españoles. En ella y según los expertos, el P. Marín Sola hace
un estudio que abarca la escuela de Salamanca y toda la teología postridentina.
El teólogo P. Santiago Ramírez dice que el estudio que hace Marín Sola sobre los
numerosos autores de este periodo es perfecto e invulnerable, y expresa
la verdadera mente de Santo Tomás y de la teología tradicional y por lo tanto,
definitiva. Tanto es así que no duda en denominarla obra clásica. Posteriormente en Friburgo se publicó una edición dividida en dos volúmenes en idioma francés. "Algunos críticos consideran a esta obra como la respuesta más contundente al modernismo. Y aunque obra teológica, sus más firmes pilares son filosóficos" (Venancio D. Carro).
Como se ha dicho, todos los artículos que escribía los habían antes contrastado y estudiado en profundidad.
Nada exponía hasta no haberlo comprendido él perfectamente. En ese sentido hay
que decir que el padre Marín fue “un
autentico investigador de la verdad en sus dos vertientes: como investigador
especulativo, que busca la verdad de los problemas en los principios, e
investigador positivo, porque busca la verdad en los datos de la tradición
teológica”. El dominico, Padre
Salvador Velasco, dice de Marín Sola que fue “caudillo
de las juventudes católicas de estudiantes de la universidad de Friburgo, y que
en su persona pareció revivir el espíritu de Francisco de Vitoria”.
La
Libertó de Friburgo afirmaba que “el P.
Marín añadía a una ciencia teológica tan vasta como profunda toda las
cualidades necesarias para hacer que la enseñanza sea atrayente y eficaz:
claridad y lógica en la exposición, originalidad y seguridad en la expresión,
dominio, ardor y elocuencia en la palabra; con un espíritu amplio y abierto al
que no era ajeno nada de cuanto es humano y moderno en las múltiples
manifestaciones de la vida intelectual”.
Entre los años 1925-26 publicó otra serie de artículos en la revista Ciencia
Tomista: "Respuesta a algunas objeciones acerca del sistema tomista sobre la moción divina" (Madrid, 1926), "Nuevas objeciones acerca del sistema tomista", “Concordia
tomista sobre la moción divina y la libertad creada”, etcétera, pero logró exponer
totalmente su pensamiento pues, como en su desarrollo estaban centrados en la llamada predestinación, generaron gran
polémica promovida principalmente por el dominico francés Reginal
Garrigou-Lagrange que llegó a calificar la obra marinsoliana como “semipelagiana,
congruista, cuando no molinista”. Esto desató tal polvareda que Marín Sola intentó contrarrestar las
críticas: “A los
adversarios, si existen, no les pediríamos más que un poco de paciencia y otro
poco de amplitud de criterio. De paciencia, para no dejarse arrebatar por las
impresiones de uno o dos artículos, y darnos tiempo para desarrollar todo
nuestro pensamiento en artículos sucesivos. De amplitud de criterio, para no
calificar de falsa una afirmación por el solo hecho de parecer nueva o extraña,
y mucho más para no calificarla de antitomista por el hecho de ir contra uno,
varios o muchos tomistas, cuando hay otros tomistas de verdadera talla que la
apoyan”.
La réplicas del dominico carcarés fueron siempre ejemplares; jamás salió de su
pluma ni de su boca una palabra dura que redundara en perjuicio de su
contrincante, sino todo lo contrario, siempre lo hacía de modo fino, suave y elegante. Y pedía que: “respecto a la escuela tomista, como
respecto a la doctrina católica, debe guardarse la unidad en cuanto a las cosas
necesarias o evidentes; pero no menos debe guardarse la libertad en cuanto a
las cosas dudosas; y mucho más debe guardarse la caridad en cuanto a todas las
cosas”.
Como polemista que era se enfrentó
dialécticamente con este adversario aludido y a todos los que se le opusieron,
ya que era un auténtico luchador: “una
auténtica figura de vigor navarro”, como diría también el P. Sauras. Continúa este dominico diciendo que conocía bien al P. Marín por haber sido alumno suyo y que “el espíritu de lucha era innato en
él. Nunca supo desprenderse de ese vigor que gustaba manifestarse en la pelea,
aunque en esa pelea era caritativo y elegante por naturaleza y por virtud”.
En esta lucha de titanes al Padre Marín le tocó perder pues Garrigou fue respaldado por Roma. Por lo que en 1927 el Padre
Maestro de la Orden de los dominicos, en ese momento, P. Buenaventura García de
Paredes, instó al P. Marín Sola a renunciar a la cátedra de Friburgo. Esta decisión produjo gran disgusto en la propia universidad donde el erudito carcarés era considerado como un auténtico genio teológico y
un gran profesor. Tanto fue así, que el propio ministro suizo de instrucción
pública le hizo llegar al P. García de Paredes las quejas de la Universidad y las
suyas propias. Sin embargo, el P. Marín aceptó humildemente la decisión y se
retiró a su primitivo convento de Santo Domingo en Ocaña.
Agotado en sus fuerzas
físicas y morales, como consecuencia de toda la polémica a la que tuvo que hacer
frente, unido a su mermada salud, resentida siempre desde su etapa de cautividad
en Filipinas, el P. Marín Sola regresa de nuevo a Manila a finales del año 1928.
Lo más
plausible es pensar que antes de emprender el largo viaje hacia su etapa final,
se llegó por última vez a su pueblo natal para despedirse de su familia. Allí, en el mes de abril de ese mismo año, el
Ayuntamiento había puesto su nombre a la plaza donde se ubicaba su casa natal. Una placa de neolita guardaba su memoria para los restos. La placa dice así: Plaza de Fray Francisco Marín Sola.
In Perpetuam Rei Memoriam.
“En esta casa nació Fray Francisco Marín
Sola, que por talento de sabio al pueblo colmó de gloria. Es escritor eminente,
es teólogo profundo, sacerdote dominico y maravilla del mundo”.
Cárcar dedica
esta plaza / al Padre que tanto brilla / y lo proclama hijo ilustre / predilecto de
la villa.
Febrero 19 y abril 22 del año 1928.
Al llegar a Manila, el P. Marín ocupa la cátedra de Teología Dogmática en la Universidad de Santo Tomás, y es nombrado Consejero de la Provincia del Rosario, a la cual pertenecía.
En su calidad de Consejero asistió, ya por última vez, al Capitulo celebrado en
el año 1933 en Manila. En este Capítulo fue elegido Definidor además de ser
confirmado en el cargo de Consejero. A pesar de su quebrada salud, siguió al
pie de su cátedra. La muerte le sobrevino trabajando en la gran obra
teológica que se traía entre manos: “Concordia Tomista entre la Moción Divina y
la Libertad Creada” (4 volúmenes) que quedó inédita. Se sabe que una
copia de este libro estuvo en poder de fray Quintín Turiel (1933-2005).
Francisco Marín Sola muere el día 5
de junio del año 1932, a la edad de 59 años, sin haber visto publicado su
último tratado y dejando tras de sí una ingente obra teológica. Parece ser que
el teólogo carcarés influyó en el pensamiento de filósofos de la talla de
Jacques Maritain y Francisco Muñiz. Sus textos son todavía estudiados por
diferentes expertos en el tema como son: Michael D. Torre, Enrique Miret Magdalena,
Eudaldo Forment, Néstor Martínez y muchos otros más.
Un estudio sobre Marín Sola del Michael D. Torre: "No te resistas a la llamada del Espíritu". Foto Amazon
La obra canónica del P. Marín Sola “La
Evolución Homogénea del Dogma Católico” fue publicada en español y
francés y más tarde traducida también a la lengua inglesa. En su tercera
edición del año 1952, el P. Emilio Sauras presenta al final de la introducción de
esta obra un alegato al dominico carcarés que merece ser incluido en esta pequeña
biografía: “El P. Marín renovó los tiempo
clásicos en que los religiosos ejercían una influencia decisiva en las masas
universitarias; revivían en él los días en que el maestro Jordán de Sajonia era
el encanto de las juventudes estudiosas, y las ganaba; y los días en que Santo
Tomás de Aquino conversaba con sus discípulos de la Sorbona, a orillas del
Sena, manifestándose el mejor amigo de quienes horas antes se había manifestado
en la cátedra el mejor maestro”.
Los restos de este insigne fraile reposan
en el olvido en el cementerio que los dominicos tienen en su convento de
Manila, allá en las antípodas de su tierra natural. En Cárcar, su pueblo, la
placa que todavía se conserva en el frontispicio de la fachada de su casa es
casi el último vestigio que queda de su memoria. Recordarlo ahora en este
humilde trabajo es un modo de renovar su memoria y refrescar la nuestra.
Investigación y redacción: María Rosario López Oscoz
Bibliografía:
-Archivo Ayuntamiento de Cárcar.
-Familysearch.com
-Neira, Eladio; OCIO, Hilario; AMÁIZ,
Gregorio. Misioneros Dominicos en el extremo Oriente (1836-1940). Pags. 311-12.
Misión 115 (1897)
-E. Sauras, “Introducción” en F.
Marín Sola, Evolución Homogénea del Dogma Católico. Biblioteca de Autores
Cristianos. 3ª Edición. Alcaná Libros. Madríd. 1952. Pags. 3-127.
-IBARRA, Javier. Biografías de los
Ilustres Navarros del Siglo XIX y parte del XX. Tomo 4º. Imprenta Jesus García.
Año 1953. Pamplona.
-GONZALEZ GARCÍA, Teodoro, O.P.
Francisco Marín Sola. Rah (Real Academia de la Historia)
----------------------------------------------------------------------
Agradezco el interés mostrado y la información recibida por parte de los padres archiveros de los conventos dominicos de Ávila, Ocaña y Salamanca.
----------------------------------------------------------------------
Agradezco el interés mostrado y la información recibida por parte de los padres archiveros de los conventos dominicos de Ávila, Ocaña y Salamanca.