jueves, 21 de mayo de 2020

LA ERMITA DE SANTA BÁRBARA DE CÁRCAR. Desaparecida

Ermita de Santa Bárbara, hoy desaparecida. Año 1940. Fotografía de Amalia Larribal, tomada del libro: Cárcar. Historia, Vocabulario y Plantas, escrito por Eduardo Mateo Gambarte y otros (pag. 32). Año 2002

A pesar de que este blog está pensado solamente para recuperar a personajes de Cárcar o relacionados con el pueblo, voy a hacer una excepción (que probablemente no sea la última) incluyendo un artículo ya trabajado en su día sobre un monumento que actualmente se encuentra desaparecido, y por el interés que pueda suscitar para su preservación a futuras generaciones.

No tengo constancia de la fecha de construcción de esta ermita pero lo que es cierto es que para el año 1767 el tejado y las maderas estaban dando ya problemas; tantos, que se hacía necesaria su pronta rehabilitación ante la amenaza de ruina.


Una de las pocas fotografías que se conservan de la ermita en ruinas. Foto cedida por Miguel Javier Ágreda donde aparece su hijo Guillermo justo donde se ubicaba el altar, y delante de donde se encontraba la imagen de la titular Santa Barbara.

La ermita o basílica de Santa Bárbara se encuentra hoy desaparecida y apenas queda recuerdo en la memoria lejana de los que tenemos ya una edad adulta, y gracias también al testimonio documental que se conserva y a las pocas fotografías que quedan de ella.

Entre los años 1834-35 la ermita, al igual que la iglesia parroquial, fue ocupada por el ejército liberal durante la primera guerra carlista. Esto, junto con el expolio de la llamada Desamortización de Mendizábal, que seguramente también le alcanzó, fueron los principales causantes de su desacralización.


En esta otra se observa el franco deterioro de las pinturas de la pared del presbiterio. Año 1998. Foto de Edurne Villar Mateo, tomada del libro: Cárcar. Historia, Vocabulario y Plantas. Eduardo Mateo Gambarte y otros (pag.127).

Y así, poco a poco se fue deteriorando, hasta que en la década de los 60 del siglo XX la decadencia fue tal que apenas quedaron las ruinas que se ven en las fotos. Según aseguran Juan Antonio Díaz de Rada y Eduardo Mateo, en el año 1951 se llevó a cabo por última vez la tradicional procesión en la que la santa milagrera era llevada desde su ermita hasta la parroquia, y viceversa. Tradicionalmente la portaban en andas el 14 de agosto hasta la parroquia, donde permanecía hasta el día 2 de diciembre, fecha en la que volvía a ser conducida de nuevo a su ermita para iniciar rápidamente los preparativos de su fiesta que tenía lugar dos días después.

Esta ermita estaba situada en la zona norte del pueblo, sobre el alto que lo domina, y señalado con el mismo nombre. Desde ese magnífico lugar se ofrece una panorámica envidiable, solo comparable a la que se alcanza desde la torre de la iglesia. 


Vista panorámica que se divisa desde el montículo donde estaba ubicada la ermita de Santa Bárbara

Su estructura constaba de una sencilla traza rectangular de ladrillo reforzada con contrafuertes exteriores. Un sacerdote del cabildo parroquial era designado capellán de la ermita y tenía el cometido de celebrar en su altar una misa al mes, además del deber de subir hasta ella en días de tormenta a exorcizar, con rezos y salmodias, solicitando intercesión a la santa contra  tempestades y granizo. También estaba obligado el capellán a celebrar, en momentos extraordinarios, misas de rogativas encargadas por la villa.

Plano de la ermita. Catálogo Monumental de Navarra. Merindad de Estella. Cárcar. Vol. II

Un administrador se hacía cargo de llevar las cuentas que generaban las rentas, limosnas y toda la economía que le acompañaba, y estaba obligado a rendirlas ante la junta cada año.
En el año 1759 esa función había recaído en un tal Fernando Martínez, y el capellán era Manuel Antomas.
En el balance anual de ese año el P. Antomas había percibido dieciocho reales de limosna por las doce misas celebradas, a razón de real y medio la misa.


La conmemoración canónica del día de Santa Bárbara se celebra el día 4 de diciembre y desde siempre en Cárcar se hacía por todo lo alto. La fiesta se iniciaba desde la tarde anterior. Un nutrido grupo de personas llegaban a la basílica a cantar las vísperas, y ya desde ese momento los cohetes voladores subían al cielo anunciando la fiesta grande que les esperaba al día siguiente. A la salida de vísperas se repartía entre los asistentes al acto un cántaro de vino, no sin antes hacer hecho una hoguera donde calentarse, dadas las fechas, y debido también a que el lugar se encuentra especialmente expuesto al frío cierzo.

La leña para alimentar el fuego también estaba incluida en los gastos habituales de la fiesta; en ese año, al encargado de subir la carga de leña para la fogata se le pagó un real; tres más costó el cántaro de vino, y ocho las dos docenas de voladores adquiridas para el evento y que se empezaban a consumir ya de víspera. El resto se reservaba para la fiesta propiamente dicha, que subían ruidosos al cielo para regocijo de los asistentes.
El repique del campanillo situado en lo alto de la pequeña espadaña era el anunciador de que era inminente la hora de la misa solemne, que se disponía a celebrar el cabildo parroquial en pleno, acompañado por todos los devotos que acudían en masa hasta ese lugar.

A todo lo desembolsado hasta el momento, había que añadir los siete reales y medio que costó una “docena” de aceite que había consumido la lámpara,  y otros siete reales y medio por dos libras de cera que se habían gastado en las velas.

El cabildo parroquial, que lo conformaba alrededor de siete u ocho sacerdotes, también recibió por la misa y la procesión de ese día dieciséis reales. 
Pero ese año, a todos estos gastos habituales hubo que añadir setenta reales más para pagar al carpintero, Joseph de Asiain Brabo, “por el trabajo de hacer un atril y asientos para la basílica de San Blas”. Por este dato se deduce que esta ermita de San Blas era de reciente construcción, y se la estaba dotando en esos años de mobiliario. De esta ermita de San Blas quedan muy pocos datos y no se conoce siquiera su lugar de ubicación. Lo que sí parece evidente es que el mismo administrador de la de Santa Bárbara se hacía también cargo de la de San Blas, y llevaba las cuentas de ambas de manera conjunta. 

En el año 1767 Ramón Chocarro -que ejercía ya el cargo de administrador de Santa Bárbara desde hacía unos años-, presenta de nuevo las cuentas. Ese año el capellán era don Vicente Cardona y los gastos fueron más elevados que en anteriores ejercicios ya que se habían tenido que acometer algunos arreglos en la estructura, cambiando una madera y dos vueltas en el techo. Estos arreglos costaron diecinueve reales y veinte maravedís, mas otros cuatro reales que cobró el albañil, Juan Joseph Redondo, por un día que le ocupó dicha tarea, y trece reales más por el alquiler de una caballería que “la emplearon en aprontar yeso y agua”

No parece que los arreglos llevados a cabo fueran muy efectivos ya que pronto se tuvo que apuntalar otra vez el techo de la ermita con dos maderas nuevas, pues todo el tejado amenazaba ruina. Esas dos maderas costaron, doce reales y nueve maravedís. 
Dos años más tarde, en el año 1769, el deterioro obligó a levantar ya todo el tejado. Juan Manuel Sánchez, y su aprendiz, emplearon todo un día en hacerlo y cobraron por ello cinco reales. La carpintería para reparar el tejado corrió a cargo de un experto y consagrado carpintero, Joseph Arbizu y Bravo; este era el maestro que meses antes había realizado la magnífica caja del órgano de la iglesia, así como la gran puerta de cancela sobre la que descansa el órgano, según vemos detallado en el libro: López. Retazos de la historia de Lerín y Cárcar a través de un apellido. (2017), de la misma autora que este trabajo. 27 días empleó el albañil, Juan Joseph Chocarro con su peón, en componer dicho tejado, por los que se le pagó cincuenta y ocho reales; con esto se deduce que, si Chocarro cobraba a razón de dos reales por día, al peón le quedaron apenas los cuatro restantes. 
Trabajaron también en la obra Manuel Mendoza y Francisco Hernández (este último era ermitaño), que cobraron dos reales fuertes, el primero, y un real el segundo.

En total entre las obras y los gastos habituales, el desembolso de ese año de 1769 ascendió a mil ciento sesenta y siete reales y siete maravedíes

Con todas estas mejoras la ermita se fue manteniendo y así siguió durante otros sesenta años más, hasta su definitiva desacralización. En ese momento la imponente imagen de la titular que presidía el altar de la ermita pasó a estar custodiada en la iglesia parroquial, y es ahí donde permanece desde entonces erigida sobre una peana en el rincón del retablo llamado del Corazón de Jesús. El campanillo que pendía de su espadaña pasó de igual modo a la iglesia parroquial y se colocó en su campanario junto al resto de campanas.

Imagen de la santa que se encuentra en la iglesia parroquial.

La devoción a la Santa, protectora de las malas tormentas, ha estado siempre presente en el acervo cultural y religioso de Cárcar. Esta devoción se traspasó de padres a hijos, sobre todo mientras la agricultura era casi el único medio de subsistencia. Los ojos de los lugareños se volvían hacia la ermita, cuando a lo lejos –y sobre todo desde la zona de Clavijo-, se divisaban los negros y amenazadores nubarrones que presagiaban malas aguas para los campos, y el temido granizo que arrasaba las cosechas. 

Santa Bárbara bendita (…), santa Bárbara doncella, líbranos de la centella…, rezaban las abuelas con inusitado fervor al sentirse los primeros truenos y relámpagos. La economía del año dependía de si la tormenta descargaba o no en los expuestos frutos que crecían lozanos en la fértil vega del Ega.

Vista panorámica con el Ega al pie de la foto.

A día de hoy, una mole de hormigón destinada a depósitos de agua y un parterre con plantas aromáticas ocupa el lugar donde en su día estuvo la ermita y no quedan de ella ni vestigios sobre el terreno. 


Depósitos de agua ocupando el lugar de la ermita de Santa Bárbara

Se ha habilitado sin embargo en este lugar una zona de recreo y esparcimiento, y subir hasta este punto desde donde se divisa un paisaje de casi 360º siempre es un privilegio que eleva el espíritu. 


Lugar de sosiego donde descansar desde el lugar.

Sirva este trabajo como documento para preservar el recuerdo y conocimiento de que en ese lugar, y durante siglos, se veneró en Cárcar a la también llamada virgen de Nicomedia, a quien con tanto fervor se acogían los devotos ante el presagio de tormentas. "Santa Bárbara bendita en el cielo estás escrita con papel y agua bendita..."

Investigación realizada por María Rosario López Oscoz

Imagen: Ermita de Santa Bárbara; del libro: Cárcar. Impresiones, oficios, anécdotas y fotos. Eduardo Mateo Gambarte. 2008. 
Fuentes: Archivo Parroquial de Cárcar.
GARCÍA GAINZA, María Concepción. Catálogo Monumental de Navarra. Volumen II. Merindad de Estella. Gobierno de Navarra. 1983.
DÍAZ DE RADA, Juan Antonio; MATEO GAMBARTE, Eduardo. Breve Historia Cotidiana del Siglo XX de Cárcar, pag. 128. Cárcar Historia, Vocabulario y Plantas. E. Gambarte, L.J. Fortún, J.A. D. de R., M.C. Pardo.

10 comentarios:

  1. Aunque creo que no refleja la historia de la Santa, las oraciones que nos hacía recitar mi madre al irnos a la cama terminaban así: "Santa Bárbara bendita, madre de San Agustín, a vos encomiendo mi alma porque me voy a dormir".

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    1. Recuerdos infantiles que se guardan en el corazón y siempre emocionan. Qué importante conservarlos...

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  2. Ya tengo pendiente una visita a Cárcar para subir hasta ese lugar!

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    1. Que la llevaremos a cabo en cuanto sea posible. ¡Te gustará, Agustín, verás!

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  3. Santa Bárbara bendita,
    Que en el cielo estás escrita
    Con papel y agua bendita....y sigue

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  4. Prima, lo haces muy bien. Te doy muchos ánimos para que sigas haciendo todo tan perfecto y los demás podamos leer con tanta facilidad.Adelante. Un abrazo

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    1. Muchas gracias Isidro por animarme. Espero poder seguir aumentando el número de personajes poco a poco...
      Un abrazo, primo!!

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  5. Recuerdo muy bien jugar de crios por entre las ruinas de Santa Bárbara. Probablemente no nos dábamos cuenta del peligro que corríamos pues estaba todo a punto de ruina. Cuando desde alli ibamos al cementario, el camino pasaba cerca de una cueva donde vivía una anciana gitana que se llamaba La Polonia. Yo aceleraba el paso.

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  6. Yo también tengo algún recuerdo vago de aquella señora. Hay mucha historia, intrahistoria también, que valdría la pena recuperar.
    Nuestra infancia pasó a través de lugares como esas ruinas de Santa Bárbara. Reconozco que tengo mucho apego a todo lo que giraba alrededor de mis primeros años y me alegra mucho que también tengas tan nítidos recuerdos a los que poder recurrir. Un abrazo Javier.

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