El P. Gregorio Roldán.
“No hay pueblo que no derrame lágrimas sobre la tumba de sus héroes, que no conmemore las hazañas de sus hijos ilustres, cuidando de transmitir a la posteridad el preciso legado de sus acciones virtuosas, para que sirvan de ejemplo, estímulo y acicate a los demás hijos”. (Gregorio María Roldán Marín). Foto: santalfonsoedintorni.it
Así se expresaba este carcarés en la Oración Fúnebre que dirigió a sus ilustres paisanos: Madre Isidora, Salvador Ordoñez, Juan Cruz Aranaz y Francisco Marín Sola el día 22 de abril del año 1928 con motivo del homenaje que el pueblo de Cárcar les rindió; hoy será precisamente a la memoria del propio Gregorio Roldán a quien dedique yo este apartado.
Hijo de Javier Roldán Calvo y Dolores Marín Guillen, nace Gregorio María en Cárcar el día 27 de noviembre de 1881.
Desde muy pequeño destacó por su voz y sus especiales cualidades para el canto. Con tan solo doce años se sacaba unos dinerillos valiéndose de ella aprovechando que se le requería en el pueblo para hacer de pregonero anunciando los productos que los tenderos traían para su venta (pescado, verduras, ropa…). Sin embargo su vida no iba a seguir ese curso, pues, para esa edad ya se había despertado en él la chispa de la vocación religiosa, o alguien entendió que era un buen candidato para ello; de este modo, ingresa Gregorio María en el Seminario del Monasterio de Santa María del Espino de Burgos, más conocido como “El Espino”, un importante centro religioso que allá tienen los Padres Redentoristas. Este monasterio se ubica en Santa Gadea del Cid y antiguamente era un monasterio benedictino. Llegó Gregorio al noviciado el día 24 de octubre del año 1900 y desde el principio este joven carcarés se afanó en los estudios con interés y entre sus aptitudes destacaron la música y la caligrafía.
Desde muy pequeño destacó por su voz y sus especiales cualidades para el canto. Con tan solo doce años se sacaba unos dinerillos valiéndose de ella aprovechando que se le requería en el pueblo para hacer de pregonero anunciando los productos que los tenderos traían para su venta (pescado, verduras, ropa…). Sin embargo su vida no iba a seguir ese curso, pues, para esa edad ya se había despertado en él la chispa de la vocación religiosa, o alguien entendió que era un buen candidato para ello; de este modo, ingresa Gregorio María en el Seminario del Monasterio de Santa María del Espino de Burgos, más conocido como “El Espino”, un importante centro religioso que allá tienen los Padres Redentoristas. Este monasterio se ubica en Santa Gadea del Cid y antiguamente era un monasterio benedictino. Llegó Gregorio al noviciado el día 24 de octubre del año 1900 y desde el principio este joven carcarés se afanó en los estudios con interés y entre sus aptitudes destacaron la música y la caligrafía.
Concluida la carrera eclesiástica fue ordenado sacerdote el día 23 de diciembre del año 1905 y enseguida es nombrado profesor de Literatura en el mismo centro de El Espino; posteriormente, en 1906, es destinado al Seminario Mayor de Astorga donde impartirá clases de Teología Dogmática.
Gozaba el P. Roldán de una potente voz acompañada también de una imponente figura que hacía que destacara notablemente del resto. Tenía gran afición por la música y durante unas vacaciones en las que estuvo en Madrid redactó la Cántica Sacra y además recopiló un librito al que tituló Cánticos Piadosos y que sirvió durante muchos años a los padres Redentoristas para entonar en los servicios litúrgicos .
En el año 1912 es destinado a Madrid donde se le nombra Cronista Provincial. Dedicado a esta tarea, sus crónicas llenaron dos volúmenes, que no se conservan actualmente ya que desapareciendo en el transcurso de la Guerra Civil. Esa tarea de cronista la alternaba con una intensa vida misional, predicando y dando abundantes ejercicios y conferencias. Su labor fue tan intensa que hay constancia de que desde el año 1913 hasta 1924, y según su propio testimonio, fueron 44.545 los kilómetros que recorrió para llevarla a cabo. Solo durante los siete meses que duró la campaña de misiones, que abarcaba desde septiembre de 1913 hasta abril de 1914, fueron 3.861 los kilómetros que recorrió predicando. Para ello se le requería además desde los distintos puntos en los que estaba asignado. Así, en el año 1913 se encontraba destinado en Cuenca y, para el año siguiente, lo habían reclamado de nuevo en Madrid para ser nombrado Procurador Provincial de su Orden.
A pesar del duro trabajo y el trasiego, el P. Roldán también tenía algún hobby. Le gustaba coleccionar sellos y por ese motivo escribió cartas y se puso en contacto con coleccionistas de todo el mundo. Con ello también conseguía estimular a sus alumnos.
En el año 1918 vuelve de nuevo a Cuenca donde es nombrado Director y Rector del Seminario Menor que se había abierto por esas fechas sobre el antiguo convento dominicano de San Pablo; allí dirige a los jóvenes aspirantes hasta el año 1920, año en que se cierra dicho Seminario por no reunir el lugar el espacio suficiente que se requería para el esparcimiento de los postulantes. De modo que el P. Roldán regresa a Madrid donde seguirá escribiendo las crónicas y se hará cargo de la dirección espiritual de la Comunidad hasta el año 1924, año en que abandona Madrid y todos los cargos que hasta entonces ocupaba y sale destinado a Pamplona donde permanece hasta el año 1930 realizando una intensa labor de predicación y misionado. En Pamplona siempre destacaban de él “su bondad y campechanía”.
Estando en la capital navarra, situada a poco más de setenta kilómetros de su Cárcar natal, tuvo ocasión de trasladarse hasta su pueblo el día 22 de abril del año 1928, con motivo del homenaje que el pueblo de Cárcar rindió a cuatro de sus ilustres hijos y a los que dedicó también sendas calles en su honor. De entre los muchos personajes que participaron en el homenaje destacó la larga y sentida oración fúnebre que les dirigió desde el ambón el P. Roldán a los homenajeados: “Este pueblo quiere honrar hoy a algunos de sus hijos, o mejor diría, quiere honrarse a sí mismo, honrando a los que lo honran”.
En el año 1930 se ofreció como voluntario para ir a misionar a China, pero fue destinado sin embargo a América Central: República del Salvador, Costa Rica, Guatemala y Méjico. El clima tropical no le sentó nada bien al P. Roldán. Ya en Jamaica, mientras el viaje de ida, enfermó gravemente y tuvo que ser allí atendido en el convento de los Jesuitas. Ya recuperado llegó a San Salvador donde celebró sus bodas de plata y fue elegido Superior de la Comunidad.
Enseguida empezó su primera campaña de misiones que resultó agotadora. Él mismo contaba que dormía poco más de tres horas. Esto contribuyó a agravar los síntomas de la enfermedad y enseguida fue evidente la pérdida de peso. En vista de lo mal que le sentaba el clima los Superiores quisieron que volviera a España, pero el P. Roldán fue tajante: “Sacrifiqué a Dios mi patria y no volveré a tomar lo que a Dios di”.
Enseguida empezó su primera campaña de misiones que resultó agotadora. Él mismo contaba que dormía poco más de tres horas. Esto contribuyó a agravar los síntomas de la enfermedad y enseguida fue evidente la pérdida de peso. En vista de lo mal que le sentaba el clima los Superiores quisieron que volviera a España, pero el P. Roldán fue tajante: “Sacrifiqué a Dios mi patria y no volveré a tomar lo que a Dios di”.
No consta el motivo de su dolencia, pero estando residiendo en el Colegio San Alfonso de la ciudad costarricense de Alajuela acudió a la capital, San José, el día 19 de noviembre de 1934 para ser sometido a una operación.
Alajuela se encuentra a unos diecinueve kilómetros de distancia de la capital de Costa Rica. De la operación salió bien y fue enviado de nuevo a su Comunidad en Alajuela, pero cada día tenía que acudir al hospital para hacerse las curas y eso suponía recorrer dos veces esa distancia a pie, lo que esas caminatas perjudicaban notablemente su recuperación y se optó en que se hospedara mientras duraran estas en el convento de los Dominicos.
La imponente humanidad del P. Roldán fue perdiendo peso a ojos vista y ante la acuciante gravedad de su estado se le ingresó en abril en el Hospital de San Juan de Dios de la capital. Aquí fue atendido durante medio año sin conseguir mejorar su salud, hasta que el día 3 de octubre del año 1935, con cincuenta y cuatro años de edad murió en dicho Hospital atendido constantemente con mimo y respeto por monjas y médicos, y espiritualmente con la compañía constante de un Padre de su congregación.
Colegio Redentorista San Alfonso. Alajuela. Foto: corsaalajuela.blogspot
La imponente humanidad del P. Roldán fue perdiendo peso a ojos vista y ante la acuciante gravedad de su estado se le ingresó en abril en el Hospital de San Juan de Dios de la capital. Aquí fue atendido durante medio año sin conseguir mejorar su salud, hasta que el día 3 de octubre del año 1935, con cincuenta y cuatro años de edad murió en dicho Hospital atendido constantemente con mimo y respeto por monjas y médicos, y espiritualmente con la compañía constante de un Padre de su congregación.
El cronista apunta que a su llegada al Salvador “todo su afán era fundar allí el Jovenado y trabajó en este sentido, hizo viajes, recogió limosnas, trazó planos (...) Con motivo del segundo Centenario de la congregación preparó un número en el periódico El Tiempo sobre los Redentoristas para darlos a conocer”. Y una vez publicado, él mismo reconoció jubiloso: "¡Todo El Salvador supo quiénes éramos!".
María Rosario López Oscoz
Fuentes:
*Archivo Parroquial de Cárcar.
*Librito homenaje a la Madre Isidora. Talleres de Ártes Gráficas Sobrino de Tomás Blasco. Zaragoza. 1928.
*Anales del Archivo Provincial Redentoristas. Vol X, pp. 383-386.
Esta última información me ha sido facilitada por el Padre Vicente Gracía, Secretario Provincial de los Padres Redentoristas de Madrid, al cual desde aquí agradezco su amabilidad y buena disposición.
Esta última información me ha sido facilitada por el Padre Vicente Gracía, Secretario Provincial de los Padres Redentoristas de Madrid, al cual desde aquí agradezco su amabilidad y buena disposición.
Como siempre impresionante por el trabajo y lo bien que lo cuentas
ResponderEliminarMuchas gracias, Miguel Javier. Es curioso, el libro de cantos que recopiló este hombre y que tanto se usó en su momento, ni siquiera lleva su nombre. Por eso ha sido importante también el testimonio de la memoria viva. Aún se vende algún ejemplar en páginas de coleccionistas...
EliminarEs impresionante todo lo que haces. Te doy muchos ánimos y adelante con tus trabajos de investigación. Un abrazo prima
ResponderEliminarMuchas gracias, Isidro. ¡Un abrazo!
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