Vista en el capítulo anterior a María Manuela, la primera de los descendientes de Andrés de Mata y Joaquina Oteiza, continúo en este segundo destacando al resto de hijos: Francisco María, María Melchora Teresa, María Josefa, María Isabel, e Ildefonso de Mata y Oteiza, aunque, para no alargar demasiado este capítulo, dejaré para un tercero a Ildefonso, el único de los vástagos que siguió el apellido Mata. Y será por fin en este capítulo donde pueda colocar a Tomás de Zumalacárregui en el lugar que le corresponde acompañando la línea genealógica de su mujer.
FRANCISCO MARÍA DE MATA Y OTEIZA, hijo de Andrés y Joaquina, es el segundo en nacer y lo hace en Puente la Reina el día 1 de octubre del año 1758 mientras su padre trabajaba probablemente dorando en el convento de las Comendadoras; no he encontrado más documentación sobre él y es muy probable que Francisco María falleciera de niño.
MARÍA MELCHORA TERESA DE MATA Y OTEIZA, nace en tercer lugar y lo hace en Cárcar el día 12 de septiembre del año 1760; se casa en esta localidad con un joven del pueblo llamado José Antonio López Bailo y Martínez de Ollo. Los padres del novio eran José López Bailo e Igúzquiza, -un hidalgo de Cárcar que había obtenido la ejecutoria en el año 1788-, y Clara Martínez de Ollo y Azanza, natural de Peralta. A la muerte de estos, José Antonio hereda la casa paterna, sita en el número 11 de la antigua Plazuela (hoy plaza Marín Sola). De su fachada pendía -y ahí sigue- el escudo de armas de los López Bailo desde que el padre lo colgara al demostrar su hidalguía. Este apellido desciende del lugar de Bailo en Jaca. José Antonio era maestro cerero, por lo que en la casona habría sin duda también algunas dependencias dedicadas a la fabricación y venta de velas y otros derivados de la cera de abejas.
José Antonio y Melchora tuvieron al menos seis hijos: Pedro José, María Manuela, Pio Domingo, María Isabel, José Leandro y María Ambrosia López Bailo y de Mata; María Isabel se casará ya con cierta edad (36 años) con Martín de Agreda y Arellano, cuando este tenía ya cuarenta y un años
Por su parte María Ambrosia, la hija pequeña de José Antonio y Melchora, nace en Cárcar el día 7 de diciembre del año 1798 y ya con cierta edad heredó la casa paterna de la Plazuela donde habitaba con sus padres; y en un matrimonio, seguramente arreglado, se casó con un prestamista natural de Marcilla llamado Francisco Jáuregui Olivetti, catorce años más joven que ella, y, claro, no tuvieron hijos. Francisco era hijo de Domingo Luis Jáuregui Indabe, un conocido militar y político liberal, además de hombre de negocios. Ambrosia y Francisco vivían pues en esta gran casa de la Plazuela atendidos siempre por varios criados. Acogidos a su hospitalidad acudían con frecuencia familiares y amigos lo que les hacía al matrimonio la vida más llevadera, y al contrario de lo que se podría pensar, visto el recorrido de su familia directa, que eran todos liberales, Francisco era sin embargo de ideario carlista, y a su casa acudían y daba hospitalidad con frecuencia a personas de esta ideología, como ya hemos visto, por ejemplo, con el caso de Salvador Ordoñez. En el año 1872 Ambrosia fallece atendida por su sobrina Vicenta Micaela, la pequeña de las hijas del general Zumalacárregui, ya que en ese momento se encontraba hospedada en su casa. Pancracia, la madre de Micaela, y Ambrosia eran primas carnales.
Y esto era así porque Micaela se encontraba en Cárcar acogida y protegida por sus tíos mientras estaba teniendo lugar por estas tierras navarras la tercera guerra carlista. En el año 1885 muere también Francisco a consecuencia del cólera morbo asiático, en el tercer y último brote de los que se registraron en Navarra durante el siglo XIX. A la muerte de Jáuregui las posesiones de Cárcar (casa, fincas y dinero) no pasaron a manos de los López Bailo como sería de esperar (aunque probablemente para entonces no quedara ya ningún familiar), sino a las del hermano de Francisco: Valentín María Jáuregui y Olivetti. Valentín fue cofundador del Crédito Navarro y presidente de su junta de gobierno, además de Jefe Superior de Administración Civil y alcalde de Pamplona entre los años 1863 y 1867.
A la muerte de Valentín, los bienes de Cárcar pasaron a su hijo: Luis María Jáuregui Aristeguieta que era, claro está, sobrino de nuestro Francisco. Luis María, por su matrimonio con una nieta de la reina María Cristina de Borbón dos Sicilias, esposa de Fernando VII, fue Caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén y marqués de Villamarcilla, título que le otorgó la propia reina, como ya apunté junto al resto de detalles referentes a esta familia en el libro: “López, retazos de la historia de Lerín y Cárcar a través de un apellido”.
MARÍA JOSEFA DE MATA Y OTEIZA, ocupará el cuarto lugar entre los hijos de Andrés y Joaquina. Nace el día 1 de abril del año 1763 y lo hará en un lugar tan alejado de Cárcar como lo es Vera de Bidasoa ya que el padre andaba en ese momento por la zona norte de Navarra dorando retablos. Yo para María Josefa manejaría dos hipótesis, que o bien murió de niña como su hermano Francisco, o que fue quizá la hija soltera que quedó en la casa al cuidado de sus padres y no dejó por eso rastro documental.
MARÍA ISABEL DE MATA Y OTEIZA, quinta hija de Andrés y Joaquina, nace como su hermano Francisco María en Puente la Reina el día 12 de enero del año 1766 mientras el tiempo en que su padre andaba realizando alguna contrata en esta población y, como su padre también trabajó en distintas iglesias de Pamplona, tanto ella como su hermana Manuela aprovecharon para conocer a los que serían sus respectivos esposos. De este modo Isabel se casará en Pamplona el día 1 de enero del año 1795, y lo hará con un joven llamado Francisco Javier de Ollo y de Erro. Francisco Javier sería posteriormente notario y Procurador del Colegio de Abogados de Pamplona y del Tribunal Eclesiástico de la misma ciudad.
Isabel y Francisco Javier tuvieron varios hijos: Dámasa Joaquina (1896), María Pancracia (1798), Antero José María (1800), María Ángela Ildefonsa Timotea (1801), Joaquín Mateo Mauricio (1803) y Cirilo Joaquín (1805) de Ollo y de Mata. De ellos, dos fueron sacerdotes, Joaquín y Cirilo, y los dos se vieron de algún modo involucrados en política y ligados al general Tomás de Zumalacárregui, ya que eran cuñados por el matrimonio de este con su hermana Pancracia. Cirilo acompañó en todo momento a Tomás como capellán del ejército mientras la primera guerra carlista y Joaquín hizo lo propio con Pancracia y sus sobrinas sobre todo en los momentos delicados por los que estas tuvieron que atravesar.
Joaquín se mantuvo siempre cercano a su hermana y cuñado; hubo un tiempo en el que incluso habitaron en el mismo edificio, aunque en pisos diferentes. Cuando Tomás toma el mando del ejército carlista sus adversarios detuvieron en represalia a Pancracia; en ese momento, Joaquín se apresura a trasladar a su casa y poner a buen recaudo los enseres de estos ya que se había ordenado confiscar todos los bienes del militar. Posteriormente Joaquín fue obligado a entregarlos a las autoridades, aunque parece ser que alguno de los baúles se salvó del expolio.
Joaquín de Ollo acompañó también a su hermana Pancracia al exilio cuando esta se tuvo que refugiar en Francia haciéndose cargo allí de la educación de sus sobrinas;. Fue también este sacerdote canónigo de la catedral de Vitoria y en abril del año 1839 (muerto ya su carismático cuñado), dirigió una alocución en contestación a la proclama que en febrero de ese año había hecho el General Maroto. El P. Joaquín de Ollo tituló dicha alocución: “El grito de fidelidad contra la perfidia” e iba dirigida “a los leales voluntarios vasco-navarros y de los demás que sostienen con las armas la causa legítima del señor don Carlos V de Borbón”; y que “les dirige un antiguo compañero de sus trabajos y de sus glorias, que desea sincera y ardientemente la conclusión de la guerra civil, la felicidad de su Patria y la conservación de los Fueros y privilegios que solo bajo el Gobierno de sus legítimos señores pueden asegurar las heroicas Provincias Vascongadas”. Joaquín muere en el 30 de agosto del año 1871 en Vitoria bajo los cuidados de su sobrina Vicenta Micaela, la hija pequeña del general carlista, en justa reciprocidad a los cuidados por este recibidos.
Cirilo de Ollo y de Mata, el otro hijo clérigo de Isabel y Francisco Javier y que se impuso el nombre eclesiástico de Fray Cirilo de Pamplona, acompañó a Zumalacárregui durante el tiempo que duró esa primera guerra carlista y hasta la muerte de su cuñado. En los Episodios Nacionales, escrito por Benito Pérez Galdós, fray Cirilo entra en escena al caer herido Zumalacárregui acompañándole mientras es conducido por los granaderos para recibir atenciones médicas, que, por otro lado, aceleraron su final. Fray Cirilo no solo lo acompañó sino que lo sostuvo espiritualmente en sus últimos momentos. Y será también este el encargado de recoger las pertenencias de Tomás y ponerlas a buen recaudo. Una vez terminada la guerra, fray Cirilo se fue a las américas de misiones.
Continuamente está apareciendo aquí nombrado el general Zumalacárregui, pero no será hasta este momento cuando lo pueda colocar en el plano familiar que le corresponde y el motivo por el cual quedó vinculado a la familia Mata. Tomás de Zumalacárregui Imaz nace en el pueblo guipuzcoano de Ormáiztegui y al quedar huérfano de padre, a los dieciséis años su madre lo envía a Pamplona a trabajar de pasante a la casa de un notario y procurador de la Curia llamado Francisco Javier de Ollo y de Erro, que, como se está viendo, era el esposo de Isabel de Mata, la hija de Andrés el dorador de retablos de Cárcar. Tomás no encontró en esa casa y en ese oficio su profesión definitiva, pero sí el amor, pues se enamoró de Pancracia, una de las hijas del procurador; la ocupación napoleónica y la Guerra de la Independencia hará que Tomás abandone el interés por la escribanía y se enrole en el ejército para expulsar al ejército francés luchando en los sitios de Zaragoza y Tudela.
No será hasta el año 1820 cuando el militar se case con Pancracia; además, ni siquiera pudo acudir a su propia boda y se tuvo que casar por poderes. Dos días más tarde será ratificado y bendecido el matrimonio. Actuó por poderes el tío de la novia, Juan Ángel Latreita representando al novio, como ya destaqué en el capítulo anterior.
El nuevo matrimonio se instaló en el tercer piso del número 13 de la calle Navarrería, aunque por cuestiones laborales tuvieron que residir también en diversos puntos de la geografía nacional. Tomás y Pancracia tuvieron varios hijos aunque, de ellos, solo sobrevivieron tres: Ignacia que nació en Villarraya, provincia de Soria, Josefa que ve la luz en Valencia, y Vicenta Micaela, que lo hizo en la calle del Carmen de Pamplona, esta un 19 de abril del año 1833. Seis meses más tarde de nacer Micaela, Zumalacárregui toma el mando del ejército carlista desencadenándose la Primera Guerra Carlista. Parece ser que en aquel momento Tomás no tenía intención de seguir en la milicia, ya que, acabada la guerra contra los franceses, deseaba retirarse y vivir una vida hogareña y tranquila junto a su mujer y sus hijas; pero los acontecimientos, y probablemente también la presión que ejercieron algunos parientes como Sagaseta de Ilurdoz, le disuadieron de lo contrario. Las penalidades que esa decisión supuso para su mujer y sus niñas marcó para siempre sus vidas, a pesar de ser Pancracia una mujer resoluta y de mucho brío, al punto de ser llamada entre los que la conocían como “La Generala”, apoyando en todo momento las decisiones de su marido; dicen que de haber podido, ella misma se habría enrolado en el ejército siguiendo a Tomás.
Como el resto de la vida de esta familia ya lo he reflejado en buena medida en el artículo dedicado a Vicenta Micaela remitiré al interesado a este para no repetirme.
Apuntar finalmente que la familia Zumalacárregui y de Ollo mantuvieron una estrecha relación con sus parientes de Cárcar, y siempre que les era posible acudían de visita al pueblo de su mujer.
El hecho de que el carismático general estuviera tan estrechamente vinculado a Cárcar deja en incognito si pudo jugar algún papel especial en el pueblo el impacto de la guerra.
Investigación y redacción: María Rosario López Oscoz