martes, 2 de agosto de 2022

EL MANANTIAL DE LA SALUD

Por estas peñas, junto al Camino Royo, fluye la fuente de la Falaguera. Foto: Charo López

El Departamento de Obras Públicas del Gobierno de Navarra tiene actualmente registradas en Cárcar los nombres y ubicaciones de las siguientes fuentes o manantiales: Salobre I y II, la fuente del Alto, la del Plano, la fuente del Currillo, la de Evaristo y la de la Falaguera

obraspúblicas.navarra.es

Y es en esta última donde me quiero detener ya que he encontrado una curiosa documentación que la relaciona y que data del año 1765. Dicha información se encuentra inserta en el libro Historia Universal de las Fuentes Minerales de España, escrito por Pedro Gómez de Bedoya y Paredes (1699-1776). Este señor, doctor en Medicina y Catedrático de Cirugía y Anatomía fue además un famoso hidrólogo de la Ilustración. Los datos que aporta hablan de una fuente medicinal situada en Cárcar, en principio desconocida; las conclusiones finales conducirán hasta esa fuente de la Falaguera, que no sería una fuente al uso, sino un manantial que contiene una serie de propiedades específicas por su componente sulfuroso, lo que la convertiría  en un manantial de aguas medicinales. 



Cuando el uso de medicamentos no estaba suficientemente desarrollado, especialmente  en las zonas rurales, el aprovechamiento de las aguas medicinales con fines terapéuticos ya se utilizaba como remedio alternativo y hubo médicos que lo estudiaban y recetaban a sus pacientes. Observaron que su ingesta, con una adecuada posología, contribuía a aliviar ciertas dolencias. Se dieron cuenta, por ejemplo, que las aguas sulfurosas mejoraban las funciones del hígado, los niveles de glucosa y ayudaban a hacer la digestión, además de colaborar en la oxigenación cerebral, regular el sistema nervioso y mejorar el metabolismo de las grasas y los hidratos de carbono.

Todo esto lo había advertido ya para ese año de 1765 un médico de Cárcar llamado Juan José Moreno para con esa de La Falaguera, y habiendo aplicado su agua con éxito a sus pacientes la quiso dar a conocer a la comunidad científica.  Por ello envío una relación a la atención de Gómez de Bedoya dándole cuenta de las bondades que le atribuía a dicho manantial, apoyándose para ello en las demostradas y notorias de la fuente de Lerín, lugar desde donde ejercía en aquellos momentos. Gómez de Bedoya se encontraba a la sazón recogiendo datos para elaborar con ellos un diccionario que contuviera los nombres y características de todas las fuentes minerales de España. Desgraciadamente murió sin concluir su obra ya que solo le dio tiempo a completar los dos primeros volúmenes. El primero incluía los manantiales de las poblaciones cuya inicial comenzaba por las letras  A y B y un segundo que abarcaba las comprendidas en las C,D,E y F, por lo que no pudo llegar a la L de Lerín que habría incluido la información que sobre este pueblo facilitaba el doctor Moreno y sobre la que se apoyaba para explicar las bondades de la de Cárcar. 

Punto donde confluyen las fuentes de agua medicinal y salada de Lerín en las que se apoya el doctor Moreno. Foto: Charo López

El artículo resulta tan interesante que me he limitado sencillamente a copiarlo de forma literal para no restarle ni un ápice de su frescura. 

Detalle de una parte del artículo en libro de Gómez de Bedoya

El artículo completo dice: “Don Juan Josehp Moreno, sabio, y acreditado Medico en la Villa de Lerin, del Reyno de Navarra, en la relación que envió al Señor quiñones dice que en la Villa de Carcar, su Patria, y de donde fue Médico nueve años, hay una fuente de las mismas calidades y virtudes que la de dicho Lerin, y que a su parecer haría igualmente que ésta los maravillosos efectos, que experimentan los enfermos de Perlesías, Alferecías, Rheumatismos, dolores cólicos, Hypocondrías, sangre de espaldas, inapetencias y todos los males para que aprovecha el agua de la dicha fuente de Lerin; pero que sus Compatricios son tan desidiosos como los Professores de Medicina que han tenido hasta aquí; y así se halla abandonada y sin uso alguno la fuente de Carcar, pero es seguro que tiene su agua las referidas y excelentes virtudes. Para apoyo de esta verdad quenta haver curado con ella un buen número de enfermos, y entre ellos a Manuel Garrido, vecino de esa Villa, de edad de sesenta años, a quien estuvo asistiendo dos para curarle de una Perlesía universal, complicada con Hydropesía de viento, perdido totalmente de razón, habla y movimiento, que parecía un tronco, pues hasta el vientre tenía tan torpe que con los más activos purgantes no se daba por sentido. En caso de tan poca esperanza, determinó que se usase del agua de la fuente de Carcar. No pudo beber mas que seis vasos en la misma cama, con los quales les hizo otros tantos cursos.
 
Viendo el efecto tan favorable, le hizo continuar nueve días, deponiendo en ellos por orina y vientre excesivas cantidades. Despejose el cerebro, empezó a hablar, despertole el vientre, y de día en día cobrando todos los miembros algún movimiento, cuya obra se perficionó a expensas de baños de la misma agua, que se hacía calentar en casa, durando la curación todo el término de quince días, pasados los quales, salió de casa bueno, y a poco tiempo a cultivar sus tierras al campo, con admiración de todos.
 
También dice que D. Martín Corroza, Presbítero, vecino del mismo lugar, con igual peligrosa enfermedad, por los propios medios y dirección, logró igual íncesso. Debemos sentir no tener más especificadas las señas de este Pueblo y virtudes de su fuente; no obstante, que si son las mismas que las de la de Lerin, como dice el mencionado Moreno, las pondremos quando se trate de esta. Vide Lerin”.


Hasta aquí el jugoso artículo de Gómez de Bedoya sobre la información facilitada por el médico de Cárcar. No da sin embargo la ubicación de la fuente, pero el Diccionario Geográfico-estadístico de España y Portugal del año 1826, escrito por Sebastián Miñano, aporta un interesante dato: “Cárcar (Navarra), villa del condado de Lerín. A la media milla en el cerro del norte, en sitio muy escabroso, sudan las peñas una agua mineral de virtud purgante y diurética, de que se hace uso con buenos efectos: esta fuente y las aguas de otros manantiales van al Ega"

Sin embargo, este dato tampoco es definitivo y han tenido que ser cazadores veteranos locales (Salvador y Jesús María Bañales, y Teodoro Arambilet) los que me han llevado hasta el lugar exacto donde ellos mismos la han visto manar “desde siempre”, aunque actualmente se encuentra seca; aseguran además, haberla consumido y comprobado su efecto laxante. Destacan su peculiar olor como a huevos podridos, característico de las aguas sulfurosas, lo que corrobora lo apuntado anteriormente.
  
Los geólogos expertos inspeccionando el terreno. Foto: Charo López
 
Para completar el trabajo contacté con Eulogio Pardo Igúzquiza, geólogo carcarés, que junto con su colega Juan José Durán Valsero procedieron este mes de mayo a inspeccionar in situ el terreno y determinar el lugar exacto desde donde discurría esta peculiar fuente de La Falaguera

Paisaje que se divisa desde la fuente de la Falaguera. Al fondo, Lerín. Foto: Charo López

Es evidente que este manantial volverá a manar en ciclos estacionales más húmedos y sería interesante entonces estar pendiente para señalizarlo convenientemente.
 
María Rosario López Oscoz