Gracias a la "Guía de Aragón, Navarra, Soria y Logroño" del año 1924, publicación escrita por Román García Gárate, un maestro nacional de la localidad de Albalate del Arzobispo, (Teruel), voy a poder rescatar cuanto se recoge de Cárcar en ese año, cuanta era su población, de que servicios disponía y quienes los regentaban:
En 1924 Cárcar tenía 1.750 habitantes y para entonces ya había “autos” regulares para ir a Estella, Calahorra y Pamplona. Dice el autor que era un pueblo con “abundante regadío, grandes cosechas, dehesas de pasto y alamedas deliciosas; fuentes de aguas purgantes y un paraje, Villavieja, donde hay restos de cuevas y sepulcros de población desaparecida, cuyo nombre se desconoce”.
Como hijos notables solo recoge a Salvador Ordóñez “finado orador sagrado notabilísimo” y al P. Marín Sola, “catedrático de Teología por la Universidad de Friburgo, verdadera eminencia mundial”.
Asegura que en mayo tiene lugar una romería a la Virgen de Gracia, situada a cinco kilómetros y medio del casco urbano, y que “al finalizar, se hacen carreras a caballo por los mozos y sus novias”.
Reunión de parejas de novios dispuestas a iniciar la romería a la ermita de la Virgen de Gracia. Foto sacada del programa de fiestas del año 1989.
Ese año, el acalde del ayuntamiento era Julián Díaz de Rada, y Demetrio y Felipe Sádaba, Atanasio Díaz, Antonio Pagola, Regino Ágreda Pagola, Faustino Pérez, Francisco Roldán y Calixto Resano Sádaba los concejales.
El párroco: Gracián Goicoechandía y los coadjutores, Julián Balza y Paulino Ruíz.
Campana mayor (la San Miguel) refundida siendo párroco don Gracián Goicoechandia.
Detalle del grabado donde aparece el nombre del párroco.
En cuanto a funcionarios locales, el secretario era León Villar, el juez Gregorio Ojer, el fiscal, el propio alcalde, y el secretario del juzgado, Santos González.
Los maestros, Germán Echechipía Lizarrondo y Edelmira Cabredo Bujanda.
Había un médico, Domingo Santos Urrujulegui y dos practicantes Rufino Osés y Nazario Santos. La comadrona Filomena Goicoechea y el farmacéutico Félix Díaz de Rada.
El cartero se llamaba Florencio Mendoza.
Había un solo comisionista y era Eladio Agreda.
Dos posadas ofrecían sus servicios: la de Pedro Amatriain y la de Gil Sádaba.
Se citan los nombres de algunos agricultores y propietarios locales: Felipe Sádaba, Eladio Agreda, Esteban Pardo, Demetrio Sádaba, Francisco Urmendia, Perfecto Bravo, Santos González, Gregorio Ojer, Atanasio y José María Díaz, Venancio López, Pedro Marco y Laureano Ochoa Zuñiga.
Los ganaderos eran Julián Díaz de Rada y Esteban Pardo que además vendían lanas y pieles.
Cosecheros de vinos: Julián y Félix Díaz y Juan Ramos.
El estanco lo regentaba Timotea Amatriain.
Dos establecimientos servían café, el de Pedro Amatriain y el de Eugenio Lorente.
Crescencio Lezáun vendía aceites y Pelegrín Carricas, carbón; el herrero era Francisco Espada, el sastre Rudersindo Gorricho y el zapatero Gregorio Lorente.
Había dos carpinterías, la de Lorenzo Los Arcos y la de Carlos y Julio Taules. Y dos carnicerías, la de Juan Carricas y la de Francisco Pardo, este último tenía además tienda de ultramarinos.
Salvadora Ojer despachando en la tienda de ultramarinos. Foto: Cárcar, impresiones, oficios, anécdotas y fotos.Pag. 203. Eduardo Mateo. 2008
Juan Carricas también tenía tienda de tejidos, y se repartía la clientela con las de Francisco Roldán y Ramón Lezaun.
Luego estaban los establecimientos de ultramarinos, como los de Jacinto Roldán, Esteban Carricas, Ramón Lezaun, la citada de Francisco Pardo, la de María Sadia (viuda de Eustaquio Lezáun) y la de Marino Ollobarren.
Envoltorio de turrón donde aparece la publicidad del establecimiento de María Sadia. Foto: Cárcar, historia, vocabulario y plantas. Pag. 19. Eduardo Mateo y otros. 2002.
También había círculos de recreo: el Centro Obrero, donde se despachaban vinos y licores, La Fraternidad y la Caja Rural Católica; esta administraba además una fábrica de gaseosas.
Dos empresas suministraban electricidad: la Electra de Cárcar y la de San Miguel.
Y aquí termina la lista, que aunque no parece ser exhaustiva, manifiesta sin embargo que se cubrían con creces los servicios básicos. No se da cuenta de la existencia de ninguna pescadería pero es que tardó algo en asentarse un establecimiento de este tipo; en aquella época la venta de pescado era ambulante, tanto del pescado que venía del mar como del que se extraía del río Ega y que vendían, también de forma ambulante, las mujeres de los pescadores locales.
Un plantel muy significativo de servicios que todavía vivió períodos aún más boyantes, para reducirse de forma drástica y llegar a la actualidad sin apenas cubrirse los mínimos a causa de diversos factores, cuyo análisis daría para una seria reflexión.
Recopilación y redacción: María Rosario López Oscoz
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Fuente: “Guía general de Aragón, Navarra, Soria y Logroño” escrita por Román García Gárate. Año 1924. Imprenta Editorial V. Campo. Huesca