Los recuerdos de infancia me traen a la memoria a don Crisóstomo, un sacerdote de figura menuda y frágil. Su físico no imponía, pero sí imprimía respeto y veneración. En su ancianidad, caminaba despacio apoyado en el bastón. Sobre su cabeza un sombrero de teja, al parecer capelo episcopal. Sus lentes delataban escasa agudeza visual, pero su bonhomía nos empujaba a los niños a acercarnos a saludarle, dada la dignidad que desprendía y obedientes a los usos del momento. -Buenos días, don Crisóstomo. Él, con una sonrisa bondadosa, respondía y agradecía siempre el gesto. Apenas sabíamos sobre la vida de este anciano sacerdote. Un puñado de fotos y documentos varios, que amablemente me han sido facilitados, me van a ayudar a recomponer su trayectoria.
Este blog busca dar visibilidad a personajes de Cárcar, o relacionados con esta población navarra, que permanecen desconocidos u olvidados; así como a cosas que se refieran a ella.
miércoles, 10 de abril de 2024
DON JUAN CRISÓSTOMO OSES, UN CARCARÉS AL SERVICIO DE LA PASTORAL DE ARGENTINA Y URUGUAY
Juan Crisóstomo Oses Arráiz nació en Cárcar (Navarra) un 24 de noviembre del año 1886. Eran sus padres José María Oses Sádaba y Anselma Arráiz Mendoza; estos se habían casado en Cárcar el 12 de noviembre de 1877. Jose María era de profesión practicante y ejerció los primeros años en la población navarra de Nagore (valle de Arce). Aquí nacieron, Narciso, que no sobrevivió, Rufino, que casó con Isabel Sádaba y será también practicante en Cárcar, y, Emerita, que casó con Carlos Taules. De Nagore regresó José María con la familia a Cárcar para ser el practicante del pueblo. Finalmente nacieron aquí, Juan Crisóstomo y María de la Oliva. Esta última fue monja de clausura y muy buena haciendo labores de bordado. Bordó con esmero un precioso manto a la Virgen de Gracia, patrona de Cárcar. El manto, bordado en oro, es quizá el más antiguo que se conserva y una verdadera reliquia.
Juan Crisóstomo tenía vocación religiosa y sus padres lo enviaron a estudiar al Seminario de Pamplona. Aquí hizo los cursos de Filosofía, pero para hacer la Teología se fue al Seminario Conciliar de Zaragoza, acogiéndose a una beca de las que había fundado su paisano y antiguo Rector del mismo: Juan Cruz Aranáz. Recibió Juan Crisóstomo el subdiaconado en la iglesia zaragozana de la Santísima Trinidad de manos del entonces arzobispo y futuro cardenal, Juan Soldevila y Romero (que murió asesinado por un activista anarquista). El diaconado sin embargo, lo recibió ya en Pamplona, y finalmente fue ordenado sacerdote en Pamplona el día 25 de marzo de 1910 por el obispo José López Mendoza y García. No cantará misa en su pueblo de Cárcar hasta el día 17 de diciembre de ese mismo año.
Monseñor López Mendoza le dio como primer destino la parroquia de Ibero, nombrándole cura ecónomo. En octubre de 1912 es destinado con el mismo cargo a la parroquia de Zabalza, en el valle de Echauri, y cinco meses más tarde, también como ecónomo, a la de Leache, acogidas las tres parroquias a la advocación de la Virgen de la Asunción.
Era don Juan Crisóstomo conocedor de la falta de clero que había en aquél momento en la República Argentina y pensó en ir allí. Por ello, en agosto de ese 1913 le envió una carta al obispo de Pamplona manifestándole sus inquietudes. La respuesta del prelado no pudo ser más satisfactoria: “no tengo inconveniente en otorgarle mi beneplácito, y más aún, pues si Vd. no tiene ya prometido algo en la Argentina, yo podría proporcionar colocación en el Obispado de Corrientes de nueva fundación". Y es que hacía poco que el Papa Pío X había constituido la diócesis de Corrientes, nombrando como primer obispo a Luis Ángel Niella. En esta nueva diócesis abundaban los pueblos pequeños, muchos de ellos de difícil acceso y alejados de las zonas de misión, y es por eso que el obispo, ante la falta de vocaciones, había hecho ese llamamiento a sacerdotes de países extranjeros para que le ayudaran en la pastoral, siendo muchos los que acudieron a esa llamada.
DE CURA A LA DIÓCESIS ARGENTINA DE CORRIENTES: Curuzú-Cuatiá, Corrientes, Empedrado, Monte Caseros, Itatí.
Así que, don Juan Crisóstomo se embarcó en octubre de 1913 rumbo a la Argentina.
El obispo de Corrientes le encomendó primeramente la parroquia de Nuestra Señora del Pilar situada en la población de Curuzú-Cuatiá (este templo fue declarado en 2021 monumento histórico y cultural). A partir de este momento sus destinos por distintas parroquias correntinas no le darán tregua. En 1915 es nombrado teniente cura de la Catedral de Corrientes y confesor de la comunidad del asilo del Buen Pastor, de la propia ciudad. En marzo de 1916 era ya párroco de la iglesia de Nuestro Señor Hallado de Empedrado, de reciente construcción.
Debido a las grandes distancias que los feligreses tenían que recorrer para acudir al precepto, el P. Oses recibe autorización del obispo para que, cuando sea necesario, pueda decir misa de campaña “en una pieza de alguna casa particular arreglada lo más decentemente posible, haciendo antes instrucción moral y doctrinal a los fieles”; también se le autoriza a confesar y bautizar en ese lugar improvisado siempre que fuere necesario.
Su siguiente destino será en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás, de nuevo otra vez en Corrientes. De aquí lo destina el obispo, en julio de ese año a Monte Caseros donde fue párroco durante un quinquenio.
Existe en la provincia de Corrientes un santuario de gran devoción dedicado a la advocación de la Virgen de Itatí. La imagen de esta Virgen data del siglo XVI, que es cuando los franciscanos la llevaron a ese lugar. Después de atravesar muchas peripecias a lo largo de la historia: robos, desapariciones y vuelta a aparecer, en el año 1900 recibe la coronación pontificia, quedando definitivamente entronizada en ese lugar. Los franciscanos fueron en aquella primera etapa los custodios del santuario, y, tras muchos avatares, en 1904 tomaron el relevo los benedictinos. Estos se harán cargo, no solo de la basílica, sino también de atender al resto de servicios: Seminario Menor, escuela parroquial, santería, revista Mensajero, la chacra, etcétera. Fue un 23 de abril de 1918 cuando solemnemente se nombró a esta Virgen de Itatí como patrona y protectora de la Provincia de Corrientes, siendo a un tiempo bendecido el nuevo Camarín que la acogía. Presidió tan solemne acto el obispo acompañado de importantes personalidades eclesiásticas y civiles, el propio presidente de la República, Hipólito Yrigoyen, entre ellos. Obispo y presidente firmaron el acta, a los que se unieron un sin fin de autoridades. Una de las primeras firmas fue la del P. Oses, lo que denota que ya destacaba entre el clero correntino. También asistieron muchas congregaciones y asociaciones religiosas, así como multitud de personas venidas de distintos puntos de la provincia y limítrofes, como Formosa, Territorio Nacional de Misiones o el Chaco. El imponente edificio que a día de hoy alberga a la Patrona de la Diócesis de Corrientes fue construido unos años posterior a estos hechos, convirtiéndose en uno de los santuarios más importantes de América. Más de dos millones y medio de visitas registra al año.
Parece ser que no hubo entendimiento entre la diócesis y los benedictinos sobre a quien correspondía la gestión del santuario, y al no llegar a un acuerdo, los monjes decidieron abandonar el lugar. El hecho causó revuelo entre la feligresía por lo que el obispo mandó una circular al clero de Corrientes al objeto de informarles: “Los RR.PP. Benedictinos se retiran de Itatí por orden expresa de sus Superiores y por las causas que son del dominio público, ya manifestadas en su oportunidad...”.
El primer día de diciembre del año 1921 era la fecha que habían dado los religiosos para su salida del santuario por lo que la dirección y custodia iba a pasar ahora a manos de algún sacerdote del clero diocesano. Elegir el candidato iba a ser fácil ya que se precisaba del concurso de un gran gestor que obrara con mano izquierda, dado que no se sabía como iba a reaccionar el pueblo de Itatí. El obispo Niella comenzó a tantear al P. Oses, que lo buscaba ya como candidato. Le escribió durante los meses anteriores con insistencia: "¿Qué dice usted? ¿está o no resuelto a marchar? (…) Si está arrepentido de haber dado su consentimiento avise por Dios con tiempo y venga a hablar conmigo…”. Las cartas denotan la preocupación del obispo y la difícil decisión que el P. Oses tenía a tomar.
Una vez aceptado el cargo recibe don Juan Crisóstomo carta del obispo dándole las oportunas indicaciones: “Entregue la parroquia (Monte Caseros) a Villanueva hasta que vaya el sucesor definitivo; escribo al P. (Esteban) Bajac para que a principios de noviembre se vaya usted a posesionarse del santuario de Itatí porque los benedictinos están apurados y quieren retirarse el primero de diciembre”. Finalmente Oses recibió oficialmente el nombramiento como cura y vicario del Curato de Itatí el día 21 de noviembre de 1921; lo hacía sustituyendo al P. Vicente Saubaber OSB, y se adelantaba a la fecha del primero de diciembre para evitar que el santuario quedara sin atención. La toma de posesión se produjo el día 25 de noviembre. Un mes más tarde, era también nombrado Párroco Consultor.
No estuvo mucho tiempo don Juan Crisóstomo en Itatí; a finales de mayo del año siguiente (1922) enfermó por lo que pidió permiso para regresar a España, a su pueblo natal, a recuperarse por un período de seis meses. Le sustituye durante su ausencia otra vez el sacerdote Esteban Bajac que sería después párroco de esa de Itatí; este sacerdote destacaría como historiador, poeta y compositor y a él se debe el himno que se canta a la Virgen de Itatí.
VUELVE A ARGENTINA PERO PARA PASAR A ARTIGAS EN LA DIÓCESIS URUGUAYA DE SALTO
Ya restablecido vuelve el P. Oses a Argentina, pero se va a producir ahora un vuelco en su pastoral. Si antes había sido reclamado en la diócesis de Corrientes, será ahora la de Salto, en Uruguay, también de reciente creación, quien haga a los sacerdotes extranjeros la misma llamada. Por algún motivo que se me escapa el P. Oses deja de prestar servicio pastoral en Argentina y responder a esa llamada, para lo cual pide permiso al obispado de Pamplona con el fin de incorporarse a esa nueva diócesis, petición que se resuelve sin problemas. Así, en marzo de 1923, monseñor Tomás Gregorio Camacho, primer obispo de la diócesis de Salto, nombra a don Juan Crisóstomo Vicario de la parroquia de San Eugenio de Artigas. Artigas era por aquél entonces una población de unos quince mil habitantes; hoy en día superan los cuarenta mil. En un primer momento el P. Oses de coadjutor a Sabino Oroz, un paisano navarro que también acudió a la llamada del obispo Camacho.
Catorce años permaneció Don Juan Crisóstomo en Artigas, tiempo durante el cual pudo llevar a cabo muchos proyectos. Lo primero fue rehabilitar la iglesia de San Eugenio, especialmente la cubierta, y lo mismo hizo con los locales parroquiales. Fundó un colegio para niños, y más tarde, en 1925, otro de niñas poniendo al frente de este a las Hermanas Terciarias Dominicas, de las que fue su confesor. En julio de 1927, y siendo párroco de Artigas, el P. Oses es nombrado Consultor Diocesano y Juez Sinodal, cargos que renovará en diferentes trienios. El sacerdote carcarés se volcó en cuerpo y alma con su feligresía de Artigas; promovió tandas de ejercicios espirituales y misiones que tuvieron una respuesta extraordinaria; fundó varios grupos parroquiales, como Acción Católica, Hijas de María, Apostolado de la Oración, Centro Dios y Patria, etcétera. En definitiva, que fue un sacerdote muy inquieto y gran activador de fe católica en esa ciudad.
No contento con esto, promovió la obra de mayor envergadura en Artigas: la construcción de un nuevo templo. Para tan gran proyecto contó con la colaboración y el apoyo de toda la ciudad.
Se firmó el acta y se colocó la primera piedra el día 19 de agosto del año 1934: “La “piedra fundamental” que guarda este acta fue colocada en la parte superior del cimiento, junto al pilar del ábside (lado del Evangelio) y debajo de la viga de cemento armado. Firmaron dicha acta el obispo de Salto Camacho, el propio Oses y más de 2.000 firmas. Se bendijo y colocó la primera piedra fundamental del templo, siendo cura vicario el presbítero Juan Crisóstomo Oses en esta parroquia de San Eugenio. Se llevó el Santísimo desde la vieja iglesia hasta la nueva”. (publicado en el rotativo El Bien Público de Montevideo 23-10-1936)
Mientras la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Artigas
Las obras llevaron buen ritmo gracias a la pericia de todos los implicados. Ya para febrero de ese año el P. Oses había sido definitivamente incardinado en la Diócesis de Salto. El día 25 de octubre de ese año, 1936, habían finalizado las obras y el nuevo templo, que se dedicó al Sagrado Corazón de Jesús, era bendecido por los obispos Camacho y su auxiliar Alfredo Viola. El diario El Bien Público anunciaba dos días antes: “La población católica de Artigas, se apresta jubilosa a los actos inaugurales de su nuevo y magnífico templo”. El propio rotativo se felicitaba por el hecho: “ El Bien Público adhierese a las religiosas fiestas de los católicos de Artigas y se congratula por el éxito alcanzado -el nuevo templo-, gracias a los múltiples y tesoneros esfuerzos del celoso y distinguido sacerdote -y la cooperación de los feligreses-, Juan C. Oses, que hace honor al clero del país, y se destaca como estrella de primera magnitud dentro del sacerdocio de la Diócesis de Salto”. (viernes 23 de octubre de 1936).
Todo el proceso de las obras e inauguración se recogió en un álbum de fotos que don Juan Crisóstomo guardó con diligencia y cariño. En él se ven reflejados la laboriosidad y el interés de todo un pueblo por su templo y el júbilo de verlo terminado.
Enseguida de culminadas las obras y abierto al culto el nuevo edificio, don Juan Crisóstomo tiene que dejar Artigas para pasar a residir a Salto, ya que iba a ser requerido para desempeñar cargos de más envergadura. En el año 1937 el P. Alfredo Viola es nombrado obispo auxiliar de la diócesis; este sacerdote era hasta ese momento Fiscal Eclesiástico y Visitador Parroquial por lo que monseñor Camacho nombra al P. Oses para desempeñar esos cargos. Le encargará también la dirección de los retiros parroquiales de toda la Diócesis que ya venía él mismo promoviendo con éxito desde hacía tiempo, apoyado y animado por monseñor Camacho. También fueron de su responsabilidad las tandas de ejercicios espirituales para hombres.
Multitudinarios eventos religiosos. En la foto desfila la parroquia de Artigas con sus 144 ejercitantes
En abril de 1939 don Juan Crisóstomo viaja con Monseñor Alfredo Viola, en calidad de su secretario y capellán, hasta la ciudad Italiana de Génova; antes de volver a Montevideo pasará unos meses con su familia en Cárcar. Mientras se encontraba en su pueblo natal, el Papa Pío XII le concedió la “Croce pro Ecclesia et Pontífice” una importante condecoración que se otorga a quienes han demostrado un largo y excepcional servicio a la Iglesia.
A su regreso a Uruguay, vía Barcelona, que lo hará el 15 de noviembre a bordo del barco “Cabo San Antonio”, recibirá este honorífico reconocimiento de manos del obispo Viola. Pronto será nombrado Viola ya obispo de Salto y tomará definitivamente las riendas de la diócesis, aunque ya lo venía haciendo debido a la larga enfermedad que aquejaba a Monseñor Camacho que muere en el año 1940.
De nuevo en Uruguay se le empiezan a acumular a don Juan Crisóstomo los cargos y las obligaciones. El 24 de mayo del año 1942 el obispo le nombre cura párroco y rector de la Catedral de Salto, que estaba dedicada a S. Juan Bautista, y al año siguiente es designado para regir el Vicariato de la Diócesis de Salto. Y además de Vicario General de la Diócesis será nombrado Rector del Seminario Menor: “por las presentes venimos a nombrar y de hecho nombramos a Nuestro Vicario General, Mons. Juan C. Osés Rector del citado Seminario Menor “Mons. Camacho”, con todas las obligaciones y prerrogativas que le acuerdan los Sagrados Cánones…”. Este Seminario Menor, que había sido creado en el año 1938, había recibido el nombre del anterior obispo, el primero que había tenido la diócesis. La noticia del nombramiento como vicario general se publicó en la prensa salteña.
Recorte del periódico El Bien Público
Un día cualquiera en el Seminario Menor de Salto
En el Seminario Menor de Salto. Sentados aparecen entre otros, de izquierda a derecha: al lado del obispo, don Marcelo Mendiharat (después obispor), Monseñor Viloa, don Crisóstomo (Vicario General y Rector del Seminario y tres más allá, don José María Cavallero, gran amigo de don Crisóstomo (y después también nombrado obispo).
Don Crisóstomo en la foto de la cédula de identidad, hecha en Salto en mayo de 1945
En 1946 recayó también sobre don Juan Crisóstomo el cargo de Examinador Pro-sinodal y Juez Pro-sinodal por un período de diez años. En 1950 se llevó a cabo en Salto un sínodo diocesano por lo que en marzo de ese año recae también sobre él la Presidencia de la Comisión Pre-sinodal.
Con el clero y obispos como vicario de la diócesis de Salto. Abajo don Crisóstomo de pie a la derecha del obispo, Monseñor Camacho
La capacidad visual de don Juan Crisóstomo, no obstante, mermaba poco a poco. lo que le dificultaba desarrollar su labor en toda su extensión. Esto le hacía sufrir y le obligó incluso a pedir permiso para sustituir la lectura del breviario por otras oraciones vocales por lo que iba ya meditando su retirada definitiva.
Ya venía manifestando a su obispo estos extremos y en 1950 se plantea volver a España, aunque no de forma definitiva. En la diócesis le preparan un emotivo homenaje de despedida. Era un 15 de agosto, festividad de la Asunción y para el acto se prepararon tres abultados libros de firmas donde muchísimas personas plasmaron su rúbrica de adhesión y agradecimiento a su Vicario General. Los libros se llenaron a rebosar. Encabezaban esas rúbricas, obispos y hermanos presbíteros, a los que seguían multitud de agradecidos fieles católicos de la diócesis.
Llegado a Cárcar, tampoco lo dejaron descansar del todo ya que el obispo de Pamplona lo nombró en agosto de 1951 confesor extraordinario general de las Religiosas Terciarias Franciscanas del colegio de Cárcar. Tras un período de descanso, volvió a Uruguay donde el 14 de julio de 1952 es nombrado por el Papa Pío XII Prelado Doméstico de Su Santidad.
La prensa uruguaya se hizo de nuevo eco de la noticia en un detallado artículo que decía entre otras cosas: “A nadie causó extrañeza. Todos en un plebiscito sin previa propaganda, juzgaron que la honorífica recompensa cumplía una función de justicia”. Destaca también la noticia que recogen los rotativos de ámbito religioso: “Revista Diocesana solo pretende esto: consignar el regocijo y hacer llegar hasta Mons. Oses la cálida y sincera felicitación de todos sus diocesanos”. El rotativo recoge qué era y qué suponía tal nombramiento, “Prelado Doméstico:- Son de origen muy antiguo, constituyendo esta prelatura uno de los más grandes honores. No forman Colegio propio pero tienen el carácter de familiares del Papa, con todas sus prerrogativas. Se nombran a perpetuidad y tienen el tratamiento de Ilustrísimo y Reverendísimo Monseñor”. Destacaba también el periódico como deben vestir estos Prelados: “a) de Paseo o de Calle: zapatos de hebillas, medias moradas, sotana negra con vivos y botones carmesí, alza-cuello morado, faja de seda morada y sombrero negro con cinta y borlas moradas. b) de Coro o Ceremonia: medias moradas, sotana morada con filetes, botones, solapas y bocamangas de seda carmesí; alza-cuello y faja de color morado; y bonete negro con borla o pompón morado”. Y así era preceptivo que se revistiese desde ese momento.
A un tiempo, era párroco en Artigas don Marcelo Mendiharat, (posteriormente será nombrado obispo de Salto) y con motivo de celebrarse una campaña de ejercicios espirituales en esa ciudad, el director de aquellos ejercicios felicitaba al párroco por el floreciente estado de la parroquia. El P. Mendiharat en su turno de palabra manifestó lo siguiente: “Nosotros no hacemos más que recoger el fruto maduro de la siembra pródiga y fecunda que ha sido vertida en este lugar…., y ese infatigable sembrador -a quien debemos tan ubérrima cosecha- el P. Director no lo conoce, pero muchos de los que estáis aquí presentes lo conocéis, y tenéis de él un recuerdo agradecido, cariñoso e imperecedero...A ese apóstol integérrimo, que fue vuestro pastor, maestro y amigo por varios años, le llamabais cariñosamente Padre Osés… ¡¡Hoy Monseñor Juan Crisóstomo Osés!!”. El confidente concluye: “Vítores y aplausos frenéticos ahogaron las últimas palabras del orador”. Y es que un tal Felipe, antiguo feligrés de Artigas, escribió años después una extensa carta a don Crisóstomo a Cárcar haciendo balance del apostolado que este había realizado en ese lugar como párroco. La carta, que no tiene desperdicio, la he recogido en un audio que incluyo en este trabajo.
Audio de la carta que le envió Felipe (Renart?), un antiguo feligrés de Artigas el día 25 de abril del año 1962
REGRESO DE DON CRISÓSTOMO A CÁRCAR
No siguió mucho tiempo más el P. Oses en Uruguay; su edad y su agudeza visual no daban para más, por lo que decidió retirarse definitivamente volviendo a su pueblo natal y a su casa paterna, a vivir con su hermano Rufino y sus sobrinas. A partir de ese momento vivirá un largo período de vida ascética, tranquila y sencilla. Tras obtener los consiguientes permisos eclesiásticos habilitó en su casa una capilla en la que celebrar misa. Siempre contaba con algún asistente que lo acompañaba. Don Moisés Goicoechea, el veterinario, era uno de sus más asiduos.
Durante esta etapa final se acercaron a visitarlo a Cárcar abundantes personajes de la vida social y religiosa uruguaya. Los obispos Viola y Mendiharat lo hicieron en repetidas ocasiones. Marcelo Mendiharat, lo hizo mientras se encontraba exiliado por la dictadura del presidente uruguayo Bordaberry.
También se sentía arropado por los sacerdotes locales: don Ángel Garrido, don Carmelo Martinena, don Teodoro Velasco, etcétera. Solo en ocasiones especiales (Semana Santa y Navidad) subía monseñor Oses a la parroquia a concelebrar con el resto de sacerdotes. Y ahí lo veíamos los feligreses revestido con los ropajes propios de su dignidad eclesiástica. A los niños, que no entendíamos de esas cosas, nos sorprendía verle con colores litúrgicos distintos al resto de curas, y que solo veíamos en la tele cuando retransmitían desde el Vaticano. Alguna señora apuntaba por lo bajo: es que es Prelado Doméstico del Papa. Eso aumentaba en nosotros el misterio, por lo que imprimía en él, para nuestra mente infantil, como un halo especial que lo envolvía de misticismo.
Apoyado en el bastón, ataviado con su preceptiva sotana y su sombrero de teja, o capelo romano, daba a menudo cortos paseos por la zona de su casa. Caminaba despacio y con precaución. Era parco en palabras pero extremadamente correcto. Superó con creces los noventa años, hasta que un día, tras una caída inesperada, se rompió el hombro, lo que le precipitó la muerte. Ocurrió en plenas navidades, un día 27 de diciembre del año 1977. Tenía ya noventa y un años.
Un funeral sencillo en la iglesia de su pueblo, alejado de toda ostentación, culminaba la vida de este sacerdote que entregó su vida al servicio de Dios, dedicando los tres primeros años de su pastoral sirviendo en Navarra, diez a la Diócesis de Corrientes y treinta y uno a la uruguaya de Salto, pasando los últimos veintitrés años, desde su jubilación y hasta su muerte, en un retiro silencioso y tranquilo en su casa natal de Cárcar. Tras el funeral, su cuerpo fue depositado en el cementerio local, en el panteón familiar, a escasos metros de la capilla destinada a los sacerdotes. Allí descansan desde entonces los restos de Monseñor Juan Crisóstomo Oses, Prelado Doméstico del Papa.
Investigación y redacción: María Rosario López Oscoz
Abril de 2024
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Para realizar este trabajo de investigación he precisado hacer muchas consultas en internet, revisar recortes de periódicos antiguos, biografías de obispos, y ubicaciones geográficas, entre otras, pero lo esencial lo he conseguido gracias al estudio y clasificación de la documentación que me ha facilitado la familia Sádaba, procedente de su archivo familiar, a quienes agradezco desde aquí la confianza depositada en mi.
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