martes, 24 de junio de 2025

CELESTINO DE VILLALÓN Y MUGARTEGUI, CANTOR DE LA CAPILLA DE MÚSICA DE BILBAO


Niño de coro cantando. Figura pintada en alabastrina

Celestino Vicente de Villalon y Mugartegui era de Bilbao. Lo bautizaron un 4 de junio del año 1783 en la iglesia del Señor Santiago (después erigida como catedral) situada en el casco viejo, y que en aquella época pertenecía a la diócesis de Calahorra y La Calzada. Su padre, Fernando, era de Bilbao y Vicenta, su madre, de Lequeitio. El chico cantaba muy bien, por lo que a los siete años entró a formar parte como tiple (voz aguda propia de los niños) en la famosa “Capilla Musical de Santiago” como así se llamaba la actual Capilla de Música de la Catedral de Bilbao, considerada la más antigua de Vizcaya. La ciudad de Bilbao ha sido desde antiguo muy aficionada a la música polifónica e instrumental y esta veterana capilla  ya existía al menos desde el año 1578, gestionándose por mitades entre el ayuntamiento y el cabildo de la iglesia de Santiago. La capilla estaba compuesta por seis tiples (niños cantores), dos contratenores, dos tenores, dos bajos, dos violines, un violón, un bajo, un clarinete, dos trompas, el órgano, y a veces un arpa. Cada uno de los individuos la atendían con salario y dedicación plena, que les era abonado, mitad por el Ayuntamiento y mitad por la parroquia de Santiago y estaban dirigidos por el sochantre o maestro de capilla que debía opositar (también el organista) para acceder al cargo y era el máximo responsable de la misma.

En estos ambientes musicales una buena voz era muy cotizada y la de tiple, que era muy escasa, mucho más. Así que Celestino no tuvo dificultades para entrar a formar parte del coro, es más, lo recibirían con los brazos abiertos intentando aprovechar su potencial, a sabiendas de que la voz le cambiaría con la llegada de la adolescencia. Para conservar dicho tono, a algunos de estos niños se les sometía incluso a la castración, aún a costa de pagar tan alto precio. Muchos de ellos procedían de familias humildes y entrar en la Capilla de Música suponía un privilegio y el trampolín que les aseguraba una buena educación y formación. 

Dibujo del ábside y altar mayor del convento de S. Francisco Extramuros de Bilbao. planos y dibujos desglosados. Año 1680. Archivos Pares

Celestino era el tercero de seis hermanos y los padres pensaron con buen criterio que un buen modo de forjar su futuro sería introducirlo en la coral. Pasó solo dos años aprendiendo en esta Capilla de Música, para ir después, también como tiple, al convento de San Francisco Extramuros, iniciando a su vez el aprendizaje para el manejo del órgano. San Francisco Extramuros era un convento de frailes franciscanos que estaba situado en Abando, en la orilla izquierda de la ría, justo enfrente del Casco antiguo de Bilbao. Pasar Celestino de la iglesia de Santiago al convento de San Francisco se presta a pensar que barruntaba una posible vocación religiosa. En este convento pasó siete años, suficientes como para darse cuenta que esa no era su vocación, por lo que se vuelve a casa, arrimándose de nuevo a su antigua capilla de música, de la que ahora formará parte sin salario “ni interés”, buscando hacerse de nuevo un hueco. 

Pero en este momento su vida va a dar un giro. Como lo que él quería era forjarse un futuro, da a conocer en esos ambientes su disponibilidad como cantor y organista. Tenía no mas de 17 años cuando lo reclaman desde la parroquia de Cárcar “en el Reyno de Navarra” para hacer una sustitución. Es probable que el organista titular de la San Miguel de Cárcar, Manuel de Albeniz y Senosiain, que tenía ya sesenta años, se encontrara indispuesto y el cabildo se viera obligado a buscar un sustituto temporal; así que supieron de Celestino y lo contrataron. De modo que hacia el año 1799  llega Celestino a Cárcar para trabajar como organista y director del coro de la parroquia

Sillería del coro y facistol de la iglesia San Miguel Arcángel de Cárcar

En Cárcar hará pronto relación, no solo con el organista Albéniz, sino también con su familia. Es muy probable que incluso se alojara en su casa. Albeniz tenía un hijo y tres hijas, y el bilbaino pronto va a intimar con Vicenta, la hija mayor, que era trece años mayor que él. Tanto intimaron, que pronto el asunto va a acabar en boda, lo que invita a pensar que la cosa corría prisa. En octubre del año 1800 se casa con Vicenta en la parroquia San Miguel de Cárcar y el primer hijo, al que pondrán por nombre Lorenzo, nacerá al año siguiente. Dos años más tarde llegará el segundo hijo, Manuel Severino. 

Detalle del órgano de la iglesia de Cárcar, obra de Joseph de Mañeru

El suegro se recupera y vuelve a su puesto de trabajo, por lo que, tras pasar el bilbaíno tres años en Cárcar y formar aquí una familia, se trasladan a Dicastillo para cubrir otra sustitución, esta vez por un espacio de solo seis meses. De Dicastillo lo llamarán en Santa Cruz de Campezo, en la provincia de Álava, donde en septiembre de 1804 nacerá el tercero de sus hijos, será una niña a la que pondrán por nombre María Tomasa Ramona. En Santa Cruz permanecerá un año y de allí se irán a Logroño a la Colegiata (actual concatedral de La Redonda). Estando en Logroño se le solicita para ir la catedral de Tarazona. 

En ese momento Celestino se replantea su futuro y ve que este porvenir de ir de un lado a otro, sin asentarse en ningún lado, no es lo que él quiere, ni para él, ni para su familia. Además, le decía siempre a su mujer que él quería volver a su Bilbao natal porque lo que mejor se le daba era cantar y allí tendría más oportunidades de conseguir un empleo estable. Además, le estaban llegando noticias de que el coro de la capilla de Bilbao empezaba a necesitar relevos debido a la avanzada edad de algunos de sus componentes.  Así que coge a su familia y se planta en Bilbao, y para las Navidades del año 1806 une su voz, ahora como contralto o contratenor, a su antiguo coro de la capilla de música, apoyando en funciones clásicas excepcionales, y de nuevo sin interés alguno. El maestro de capilla Pedro Casimiro Estorqui, consciente de la necesidad, “a causa de la falta de música que se experimenta por indisposiciones y edades avanzadas” le pidió “con la anuencia de los demás individuos” que le ayudase en su cometido; y será el propio Celestino quien lo confiese: “habiendo asistido con encargos de dicho Maestro en sus indisposiciones para el cuidado de los tiples”.

Ensayo al órgano. Matías Moreno González. 1880. Wikimedia Commons

 Será además en esas navidades cuando muere el tenor titular, Esteban de Alberdi y Arana, y Celestino aprovecha el momento para solicitar al Ayuntamiento de Bilbao dicha vacante. Redacta un memorial,  donde detalla toda su trayectoria y méritos, y lo presenta. 


El consistorio estudió su caso y pidió un informe al organista de la Capilla de Música, en ese momento Juan Simón de Saralegui, pamplonés y presbítero. En dicho informe, Saralegui decía:

 “Ilustrísimo Sr, la voz de don Celestino es de un contra alto muy sobresaliente, tanto que en cualquier catedral lo recibirán con los brazos abiertos; es excelente músico, por lo que soy del sentir que no pierda Vuestra Señoría tan hermosa ocasión. 
Este su Capellán y servidor Juan Simón de Saralegui”.

La opinión del organista no podía ser pues más favorable a Celestino, así que el dictamen también iría en la misma línea: “Y en su vista, de común acuerdo y conformidad, nombramos por tenor de dicha capilla al citado don Celestino de Villalon a quien se le contribuya con la renta y cargo según que se le hacía a su antecesor, bien entendido que cuando vaque la plaza de contralto, si gusta el dicho Villalon podrá hacerlo previa licencia de este Ayuntamiento”. Lo firman el 23 de marzo de 1807, el secretario, Dionisio de Urquijo, y toda la corporación.

De modo que el futuro laboral de Celestino se aseguraba con esta resolución y su mujer y sus hijos se irían acostumbrando a vivir en el viejo Bilbao, que en aquel momento tenía una población no superior a los ocho mil habitantes.

Pero poco tardaría en romperse esa tranquilidad, que no sabemos las consecuencias que les aportó. Eran los tiempos en que las tropas francesas de Napoleón estaban ocupando España. En el verano de 1808 (a los pocos meses de la llegada de Celestino a Bilbao) supieron que las tropas francesas venía a tomar la ciudad. Con ánimo de hacerles frente se alistaron todos los hombres solteros y viudos, pero conscientes de que el número era insuficiente, lo hicieron también los casados y muchas mujeres, y en las cercanías de la iglesia de San Antón se apostaron para hacerles frente. Los franceses creían que Bilbao caería sin mayor problema, pero no contaban con la resistencia del pueblo. Así que, en cuanto llegaron los franceses, los bilbaínos trataron de repelerlos desatándose una sangrienta batalla. Fue tal la valentía de los aguerridos habitantes de la villa en este envite que aquello se asemejó a los Sitios de Zaragoza.  A pesar de la resistencia no se pudo evitar la toma de Bilbao produciéndose una escabechina. Murieron muchos franceses pero también muchos bilbaínos. Los invasores pasaron por las armas a cuantos encontraron a su paso. Fusilamientos y saqueos sin fin. Algunos se refugiaron en el convento de San Francisco intentando resistir, pero los franceses los encontraron y acabaron con ellos. Mil doscientos muertos fue el balance, e incontables los heridos.

January Suchodolski, 1860. Museo Nacional, Varsovia

Sin duda los Villalón Albéniz, de un modo u otro, padecieron estos hechos, sin tener nosotros conciencia exactamente de hasta que punto. En marzo de 1810 Eulalia Villalón, hermana de Celestino, se casó con José Santiago Estorqui, hijo Pedro Casimiro, el maestro de capilla ya citado. Es de suponer que Celestino sería el padrino del primer hijo del matrimonio ya que en la pila del bautismo le pusieron su nombre. 

Según el Diccionario de Músicos Vascos, de Fernando Abaunza, Celestino muere en Vitoria el 27 de noviembre del año 1811, mientras España seguía en guerra con el francés. Tenía tan solo veintiocho años. ¿Pudo causarle la muerte alguna enfermedad o epidemia propia de las guerras? Pues posiblemente, sí.

A la muerte de Celestino, Vicenta volvería con sus hijos a Cárcar al amparo de su familia, o quizá ya a Estella de donde eran oriundos. Su hija Ramona se casará en Arróniz (Navarra) con Juan Luis Sotes Benito el 15 de agosto de 1829 y con él tendrá cinco hijos, nacidos todos en Estella. El marido morirá dejando a Ramona viuda, por lo que ésta se volverá a casar en 1849 en Estella con un tal Manuel Gastón Dallo, también viudo, y que aportaba al matrimonio otros dos hijos, habidos de su anterior matrimonio con Marciala Michelena. Manuel tenía en ese momento cuarenta años y Ramona cuarenta y cuatro. 

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Un documento digitalizado del Ayuntamiento de Bilbao del año 1807 me ha servido como pista principal para redactar esta historia de Celestino de Villalón, un artista bilbaíno, componente vocal de la Capilla de Música de Bilbao, que fue durante tres años organista y director del coro de la iglesia de Cárcar, que se casó con una carcaresa con la que tuvo descendencia, y que juntos se marcharon a vivir a Bilbao para seguir Celestino con su carrera musical, que al parecer fue corta. 

MARÍA ROSARIO LÓPEZ OSCOZ
Fuentes consultadas:
-ABAUNZA Fernando. Diccionario de Músicos Vascos. 2017
-Archivo parroquial de Cárcar
-Documento del Ayuntamiento de Bilbao del primero de abril del año 1807:
https://www.bilbao.eus/cs/descargaPdf/AMB_SrvImagen.jsp?Exp=18070401.PDF
-ESTORNES Cesar. https://memoriasclubdeportivodebilbao.blogspot.com/2015/10/el-ambiente-musical-en-el-siglo-xviii.html
-Familysearch.org
-Registros Sacramentales de Euskadi