jueves, 26 de noviembre de 2020

ANDRÉS DE MATA, MAESTRO DORADOR Y ABUELO DEL GENERAL ZUMALACÁRREGUI (II)

 

Retrato de Tomás de Zumalacárregui. Litografía. Legrand A. 1837. Museo Zumalacárregui

Efectivamente, los carcareses Andrés de Mata y Joaquina Oteiza fueron los abuelos políticos de Tomás de Zumalacárregui, como así iré mostrando; y aunque en este primer capítulo no habrá espacio suficiente para abordarlo a él, se irá de algún modo desvelando a partir de este. 

Ya dije en un post anterior que desde siempre me intrigaba  conocer el motivo por el cual una hija de este famoso militar carlista había muerto en Cárcar, ya que por más que buscaba no veía conexión; sin embargo, en el transcurso de la investigación que tuve que llevar a cabo para escribir el libro “López, retazos de la Historia de Lerín y Cárcar a través de un apellido”  se me fue abriendo luz, y, tirando del hilo y casando sus genealogías, descubrí que Tomás de Zumalacárregui entraba en la historia de la familia Mata, y, por tanto, también en la de Cárcar.

Cárcar vista desde Andosilla. Foto: Charo López

Pero no será solo Zumalacárregui el personaje relevante que se asocie a esta familia, sino también algunos otros individuos que iré desgranando a continuación; porque si espectacular fue la obra de Andrés, magnífico dorador de retablos, no lo fue menos la trayectoria de algunos de sus descendientes o relacionados con estos.

Andrés de Mata y Joaquina Oteiza tuvieron al menos seis hijos que fueron naciendo por los distintos lugares de la geografía navarra, según el padre se encontrara trabajando en ese momento, como expliqué en el capítulo anterior dedicado a él y a su obra. Estos hijos se llamaron: María Manuela, Francisco María, María Melchora, María Josefa, María Isabel e Ildefonso de Mata y Oteiza, cuyas vidas intentaré poco a poco desglosar separadamente.


1)- MARÍA MANUELA DE MATA Y OTEIZA. Esta fue la primera en nacer y lo hace en Caparroso cuando  su padre estaba dorando el retablo mayor de su iglesia de Santa Fe. El bautismo tuvo lugar en esa parroquia el día 8 de septiembre del año 1755. 

Como sabemos que el padre trabajó también en Pamplona, no es de extrañar que María Manuela (Manuela) encontrara novio en la capital navarra; de tal modo que se casa el día 16 de junio del año 1781 con un joven llamado Juan Ángel Latreita, que era hijo de Juan de Latreita Jaurion y Bernarda de Olagüe. Juan Ángel había nacido en Pamplona un 21 de noviembre del año 1754 y aquí lo harán también algunos de los hijos de este nuevo matrimonio. De Pamplona se trasladan por un tiempo a vivir a Vitoria y en octubre del año 1791, con apenas dos años de edad, muere en esta capital uno de los hijos, el pequeño Celedonio. Al año siguiente, un 17 de diciembre, nacerá estando todavía en Vitoria una niña a la que bautizaron con el nombre de María Joaquina Valentina (ya habían tenido anteriormente otra niña llamada María Joaquina que moriría de bebé, seguramente). En agosto del año 1795 la familia Latreita Mata estaba en Cárcar, no sé si residiendo o de forma esporádica, pero el caso es que el día 22 de ese mismo mes de agosto nace en este pueblo materno  Juan Lorenzo, el último de los hijos del matrimonio (recordar que aunque Manuela nació en Caparroso era carcaresa).

Factura dirigida al ecónomo de la parroquia de Cárcar donde se dice que Latreita ha satisfecho la deuda  de esa parroquia. Archivo parroquial

No he podido averiguar la profesión inicial de Juan Ángel pero debió de estar relacionada con el comercio. Lo  que sí está claro es que era un hombre de fiar ya que el ecónomo de la iglesia de Cárcar se valía frecuentemente de él para saldar deudas en Pamplona con los gremios que prestaban servicios a la parroquia. El caso es que, durante la ocupación napoleónica, el Marqués de Vallesantoro a la sazón virrey de Navarra, ordena a Latreita, a pesar de su reticencia,  hacerse cargo del aprovisionamiento de las tropas francesas que habían tomado la plaza de Pamplona, así como de los soldados que venían atravesando la frontera por Irún; para entonces nuestro hombre tenía ya 54 años. Todas las acciones llevadas a cabo por Latreita estaban supervisadas por el propio virrey y contaban además con el beneplácito de Fernando VII.

José Bonaparte. Foto: memoriademadrid.es

Cuando el marqués de Vallesantoro fue depuesto y enviado a Francia, José Bonaparte mantuvo en su puesto a Latreita y en el año 1809 lo nombra Administración General de las Rentas y Bienes Nacionales, así como máximo responsable y comisionado especial para la ocupación y supresión de conventos, monasterios y otros edificios eclesiásticos. El objeto era conseguir liquidez para sufragar los gastos que estaban ocasionando la ocupación y la manutención a la soldadesca. A lo largo de esta desamortización  se hizo también un inventario de los bienes incautados, lo que ha permitido conocer a día de hoy cual era ese patrimonio antes de la ocupación. En esta labor Latreita estuvo apoyado por Manuel Antonio de Gomeza (canónigo y subdelegado para la ocupación y supresión y enajenación de los conventos) y, particularmente en cada caso, con la colaboración y seguramente impotencia de los párrocos o abades en los que se actuaba. Y no solo conocemos gracias a ese inventario la relación del patrimonio existente, sino que nos permite también entender el proceder de Latreita, ya que los franceses no contaban con que de forma discreta este hombre se iba a poner del lado de los suyos evitando en parte el expolio a su tierra.  Sirva como ejemplo el llevado a cabo en el convento de los capuchinos de Lerín; después de detallar como era físicamente el interior de dicho convento y su contenido, al llegar al ajuar litúrgico (que es lo que más interesaba a los franceses por contener metales preciosos), se dice: “Sobre los ornamentos y vasos sagrados se informó de que habían sido robados pocos días antes por unos individuos que se suponía pertenecían a la tropa española”. ¡Qué casualidad! Esta aseveración, tomada de un trabajo de Pilar Andueza titulado: “Una aproximación al impacto de la guerra de la Independencia, la desamortización josefina”, muestra con esta vaga frase la treta que acostumbraba a utilizar Latreita (sírvame este juego de palabras) para despistar a los franceses y en la medida de lo posible poner a salvo de su rapiña  buena parte de los bienes, tanto eclesiásticos como civiles.

 

Guerra de la Independencia. Foto: Lhistoria.com

En el año 1813, poco antes de terminar la llamada, Guerra de la Independencia española, Latreita pide permiso para pasar a Francia por un período de seis meses “por asuntos concernientes a su casa”. La guerra estaba ya sentenciada y en septiembre de 1814, concluida esta y expulsados los franceses, los “afrancesados” son perseguidos y juzgados. Y así, por una Real Orden, Juan Ángel Latreita es desterrado de su tierra y condenado a no acercarse a Pamplona  a menos de veinte leguas. Es de suponer que debió llevarse al destierro también a su familia. No mucho tiempo después regresan a España y se establecen en Bilbao. Desde aquí, en el año 1815, pide providencia a las nuevas autoridades alegando que su participación mientras la ocupación no había sido voluntaria. En su alegato viene a decir algo así como que gracias a su heroísmo y servicios prestados a la religión, al rey, a la patria y a los particulares perseguidos por la tiránica aprensión de los franceses, y con exposición continua e inminente de su vida, no solo había conseguido aminorar el empréstito forzoso exigido a los pueblos de Navarra, sino que había conseguido liberarlos en muchos casos de la rapacidad del enemigo. Pidió que se hiciera una purificación de su conducta ya que manifestaba ser un verdadero español,  pues con los actos de su administración evitó cuanto pudo el saqueo “y libertó de la rapacidad del enemigo los intereses, frutos, ganados y alhajas más preciosas de los monasterio y conventos mandados exigir por aquel gobierno”. De tal modo que “por su manejo y buenos oficios se han conservado y los poseen en el día, como así lo manifiestan las actas capitulares de los conventos intervenidos”. Por todo ello y avalado por la friolera de 56 testigos, la mayoría de ellos “recomendables por su virtud, ciencia, profesión y empleos” solicita el perdón de los tribunales y la posibilidad de volver a Pamplona. El Tribunal de la Corte de Navarra que lo había encausado lo absolvió de todos los cargos y en el año 1818 regresó a su casa de Pamplona. 

En el año 1820 a Juan Ángel Latreita le tocará prestar ahora un peculiar servicio a su familia política representando por poderes nada menos que a Tomás de Zumalacárregui en la boda de este, ya que  el novio no podía estar presente. La novia, Pancracia de Ollo y de Mata, era, como veremos, sobrina política de Latreita.


JOAQUINA LATREITA MATA 

Una de las hijas de Juan Ángel Latreita y Manuela de Mata, y nieta del dorador Andrés de Mata, recibió el nombre  Joaquina, como su abuela materna (la carcaresa), y saldrá también del anonimato gracias a su marido. Joaquina, que como ya he dicho nació el 17 de diciembre de 1792 mientras la familia se encontraba residiendo en Vitoria, se casa en Pamplona un 18 de octubre del año 1818 (recién llegada la familia de Bilbao tras su destierro) con un flamante joven llamado Ángel Sagaseta de Ilurdoz y Garraza; el novio tenía en ese momento 34 años y la novia 26. Ángel Sagaseta desarrolló un importante papel en el devenir político navarro. Existen varias semblanzas sobre él pero me voy a fijar principalmente en algunos aspectos que ofrece Mercedes Vázquez de Prada en la página web de la Real Academia de la Historia para ofrecer unas pequeñas pinceladas sobre su trayectoria.

 Ángel Sagaseta de Ilurdoz nace en Pamplona el día 1 de marzo del año 1784; cursa estudios en los Escolapios de Sos del Rey Católico y en Zaragoza. El grado de bachiller lo obtiene en el colegio andresiano de Valencia y en el año 1807 se licencia en Derecho por la Universidad de Oñate para pasar a ejercer de abogado en el Consejo Real de Navarra. En 1814, y “dada la brillantez de sus estudios, sus méritos como abogado, sus servicios como asesor del Ayuntamiento de Pamplona y asesor jurídico militar y el hecho de que su conducta en todo tiempo de la opresión francesa se halla libre de toda sospecha”, es promovido para ejercer como Oidor del Real Consejo de Navarra. En 1818, año en que contrae matrimonio con Manuela, es nombrado Síndico Consultor de las Cortes de Navarra, cargo que ocupó hasta su muerte, siendo el último de los Síndicos del Reino de Navarra. Fue también Consultor de la Diputación; tenía su vivienda ubicada en el número 32 de la Plaza del Castillo, lugar donde acostumbraba a reunirse en amenas tertulias con amigos, que a la larga resultaron adeptos a la causa carlista. Uno de estos tertulianos sería Tomás de Zumalacárregui que acudiría sin levantar ningún tipo de recelo ya que las esposas de ambos eran primas carnales. En Marzo de 1820 Sagaseta de Ilurdoz es nombrado secretario de la Junta Interina del Gobierno de Navarra. El 17 de septiembre de ese mismo año firmó como testigo en la boda de Zumalacárregui (esa en la que el novio no pudo asistir y lo tuvo que hacer por poderes el tío de la novia, Juan Ángel Latreita, suegro a su vez de Sagaseta) y a finales de ese mismo año, este síndico navarro es elegido también Alcalde de Pamplona junto con el conde de Guendulain. 

Fachada Ayuntamiento de Pamplona. Foto: navarrainformacion.es

Sagaseta de Ilurdoz, hombre además insobornable, se mostró firme contra el absolutismo y ante lo que consideraba intromisión del Virrey en aquellos asuntos que solo competían al Reino de Navarra, negándose y criticado abiertamente el proceso abolicionista que se había iniciado por parte del Gobierno Español, -que acabó por imponerse-, por lo que tuvo que asistir impotente a los acontecimientos.  Mientras la primera guerra carlista se le acusó de conspiración  (recordemos su relación con Zumalacárregui y su vinculación al ideario carlistas) por lo cual, en las purgas contra los simpatizantes carlistas entre altos funcionarios navarros fue desterrado a Valencia, acompañado sin duda por su familia. Allí, en oposición a la Ley de 1839, escribió un detallado informe titulado  "Fueros fundamentales del Reino de Navarra y defensa legal de los mismos",  que se publicaría en la imprenta F. Erasun de Pamplona en el año 1840.

Portada del alegato escrito por Sagaseta de Ilurdoz. Foto: Academia-e.unavarra.es

En dicha memoria quedaban patentes las serias diferencias que marcaba con los llamados liberales progresistas, por lo que el texto fue incautado por las autoridades. Las primeras líneas de dicho texto son reflejo del carácter de este hombre: “Soy navarro, y me complazco en ser tal por naturaleza, castizo, leal, firme y honrado. Los tres Estados del Reino de Navarra juntos y congregados en Cortes Generales (…) perpetuaron e hicieron de por vida mi destino de Síndico Consultor de los mismos y de su Diputación. (…) hasta ahora he cumplido, y debo cumplir ahora, el juramente que como Síndico hice de defender a todo mi leal saber la existencia del Reino de Navarra y de sus Fueros, Leyes, Ordenanzas, usos, costumbres, franquezas, exenciones y libertades.(…) Como navarro tengo derecho a hablar sobre la materia de Fueros: como Sindico me considero en obligación de tratarla, de sostenerla privada y públicamente, y de colocarla en su único y verdadero estado legal ante la nación española, y sus Cortes y su gobierno (…)”. Y así continúa a lo largo de sus quince páginas.

Palacio de la Diputación. Pamplona. Foto: Gran Enciclopedia Navarra

Se opuso también reiteradamente a la ley de 1841 y, dos años más tarde, este imponente jurisconsulto navarro fallece  a los 59 años de edad.

Una hija de Ángel Sagaseta de Ilurdoz y Joaquina Latreita Mata, llamada  Manuela como su abuela materna, nacerá en Puente la Reina en el año 1823 y contraerá matrimonio en el año 1846 con Francisco Javier Espinosa de los Monteros y Azcona. Carlos, uno de los hijos de este matrimonio será el primer Marqués de Valtierra, militar, embajador y ascendiente de los Espinosa de los Monteros actuales y también con una extensa biografía que omitiré para este trabajo por alejarse ya del apellido Mata.

Para no hacer demasiado largos los capítulos, el resto de hijos de Andrés de Mata y Joaquina Oteiza los iré desarrollando en los siguientes. Según el orden marcado, a Tomás de Zumalacárregui le corresponderá aparecer en el siguiente de los tres capítulos en los que he dividido la historia de esta singular familia.

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Investigación y redacción: María Rosario López Oscoz

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miércoles, 4 de noviembre de 2020

ANDRES DE MATA. MAESTRO DORADOR Y ABUELO DEL GENERAL ZUMALACÁRREGUI (I)

 

Firma original de Andrés de Mata.

Mediaba siglo XVIII cuando aparece en Cárcar un joven llamado Andrés de Mata, o Matha. Era hijo de Nicolás de Matha y María Martínez. Me había resultado muy complicado encontrar el lugar de nacimiento de este artista hasta que el historiador y genealogista, Iñaki Garrido Yerobi, me facilitó el dato que rescató del Archivo General de Navarra (TRA-PV,ABOGADOS, Leg. 15, Expte. 254) donde se decía que procedía de la población burgalesa de Villayernos  (hoy Villayerno Morquilla). Como Andrés llegó a Cárcar de jovencito y aquí se casó, en los documentos y contratas no hacía constar su procedencia natal sino declarándose: de Cárcar, o vecino de Cárcar lo que daría idea del arraigo que llegó a tener con esta población. 

El caso es que Andrés era un excelente artista y debió de recibir sin duda una vasta formación de la que de momento los documentos no ofrecen datos. Fue dorador de retablos, pintor de cuadros y grandes murales, así como estofador de imágenes, escultor y constructor de algunos otros monumentos para ornato de iglesias, por lo que tuvo por fuerza que formarse en alguna buena escuela o taller de prestigio.


Vista aérea de Cárcar. Foto: Carlos Fresno

¿Qué hacía pues Andrés en Cárcar? ¿Había llegado aquí a trabajar para alguna obra que se estaba realizando en su iglesia parroquial? ¿Existía quizá en esta población algún taller especializado y había acudido allí a formarse? ¿Podría ser, tal vez, que siguiendo los pasos de alguno de sus maestros éste le llevara hasta Cárcar? Son preguntas de las que de momento no tengo respuesta. Lo que sí es cierto es que en esta localidad de Cárcar conoce a una joven con la que se casa en su iglesia parroquial de San Miguel Arcángel el día 31 de marzo del año 1749. La joven se llamaba María Joaquina Oteiza y Díaz y era hija de Juan de Oteiza y María Díaz Mateo.  Estos se habían casado también en Cárcar el día 8 de febrero del año 1706 y eran, por así decir, carcareses de raíz.

Cárcar vista desde la torre de la iglesia San Miguel.

Era un tiempo aquel en el que muchas parroquias estaban remozando  sus templos y estos maestros estaban muy cotizados.  Aunque las obras de Andrés de Mata no están todavía catalogadas de forma exhaustiva, algunos historiadores no dudan en calificarle como “pintor prolífico”, lo que indica  que no es extraño que su nombre aparezca en la documentación que manejan.  Buscando y rebuscando he encontrado una parte de las huellas que fue dejando Mata a través de sus obras, y que hoy podemos admirar; en este breve artículo voy a tratar de recoger algunas de ellas, con el interés de darlo a conocer si acaso sus creaciones no fueran más que suficientes para decir de él.

Retablo de la iglesia Santa Fe de Caparroso. Foto: verpueblos.com

Durante casi toda la segunda mitad del siglo XVIII se la pasará el maestro Mata atendiendo contratas en los más diversos lugares de la geografía navarra. Una de las primeras obras clasificadas de este artífice será el dorado del retablo mayor de la iglesia de Santa Fe de Caparroso que se hizo en el año 1754; será en esta población donde nazca el primero de sus hijos. Cuando estos artistas entraban a trabajar en una nueva obra acostumbraban a llevar consigo a la familia ya que eran muchos los días que empleaban en concluir tan minuciosos trabajos y no era oportuno ausentarse por tan largos períodos dejando sola a esposa e hijos; en cierto modo se podía decir que eran un poco nómadas ya que cambiaban continuamente de casa, a pesar de que Andrés y su familia seguían teniendo la casa madre en Cárcar y a ella volvían al concluir los trabajos. 

Retablo de la iglesia San Marín de Tours de Lesaca. Foto: Gran Enciclopedia de Navarra

Las contratas se irán sucediendo ya que, como digo, era un artista muy cotizado. A la iglesia de Caparroso le sucederán otras. En el año 1762 se le requiere para dorar el retablo mayor de la iglesia de San Martín de Tours de Lesaca, una obra espectacular por la que cobró la cantidad de 5.200 pesos.

Retablo la anunciación del Convento del Carmen de Pamplona. Foto: Museo de Navarra

 Retablo de la iglesia San Martín de Urzainqui. Foto unav.edu

Entre los años 1763 y 1764 se trasladó a Pamplona para dorar el retablo de la Anunciación del Convento del Carmen. En 1768 le tocó el turno al retablo mayor de la iglesia de san Martín de Urzainqui, y más tarde al de San Miguel de Iturmendi: “en el año 1772, el visitador da licencia al abad de la iglesia de Iturmendi para comprar los paneles de oro necesarios para dorar el retablo mayor. El dorado lo realizó Andrés de Matta, dorador, estofador y pintor de Cárcar, residente en Puente la Reina”. Los trabajos de dorado no se harán sin embargo hasta el año 1777. El presupuesto de la obra fue alto, alcanzándose los 8.000 reales (1.000 pesos); este retablo había sido construido y dorado por el arquitecto y escultor vianés Juan Bautista de Suso pero al llevarse a cabo estas nuevas reformas en la que actuó Andrés de Mata “se alteró sustancialmente la decoración del retablo al dorarse por entero el mismo y por pintarse las tallas con pintura al temple ocultando la policromía; además realizó pinturas decorativas en la bóveda y muros del presbiterio” (El Devenir Histórico de la Iglesia Parroquial de San Miguel de Iturmendi, NICOLÁS ARBIZU). Al parecer, según apunta Naiara Ardanaz, aquí en Iturmendi pintó unas tablas dedicadas a San Miguel Excelsis y que en la actualidad se conservan en el Museo de Navarra.

Retablo mayor y grabados de la iglesia de Iturmendi. 
Foto: Gran Enciclopedia Navarra

Mientras Andrés se encontraba en Iturmendi realizando el dorado de estos retablos dio también las condiciones para dorar el órgano de la iglesia de Echarri Aranaz, además de otro condicionado para construir el monumento del Jueves Santo de la iglesia de Alsasua, en cuyo diseño aparecen un par de personajes asomados a sendas ventanas laterales, según detalla el experto Ricardo Fernández Gracia.  

Retablo mayor de la iglesia San Román de Cirauqui

La ermita de San Marcial, situada en el término de Sarriá de la localidad navarra de Puente la Reina, tiene como titular en su retablo, como no puede ser de otro modo, al santo de Limoges y se trata de una talla hecha también por el “escultor” Andrés Mata; la obra costó  250 reales y era el año 1773. Vemos pues por tanto a Andrés ejecutando una nueva disciplina, la de escultor; pero como lo suyo era más el dorado de retablos, en el año 1776 Mata dorará también el retablo mayor de la iglesia san Román de Cirauqui.

Grabados murales en la cúpula de la ermita de la Virgen del Soto. Foto: R.Lasaosa

En muchos y diferentes lugares fue dejando su espectacular huella este fecundo maestro carcarés, pero de entre todas ellas sin duda la más llamativa sea la realizada en la ermita de la Virgen del Soto de Caparroso; aquí no solo doró de forma espectacular el retablo mayor, hacia el año 1767, sino que entre los años 1775 y 1776, junto con el italiano Pedro Bardini, decoró con pinturas al fresco la bóveda y los muros con grandes pinturas murales y decoración rococó, de manera que otorgan al conjunto una espectacularidad inusual. Al parecer estas obras se hicieron aprovechando la limosna de quinientos pesos donados por un indiano llamado Cristóbal Labairu. Dice Ricardo Fernández Gracia que la actuación de Mata en esta ermita tiene muchas semejanzas con las que había realizado en la iglesia de Iturmendi. También el cuadro de Santa Bárbara que aparece en una de las capillas del crucero es obra del experto maestro, aunque al parecer  en su vertiente de pintor no fue tan destacado: “quizá lo más destacado de Matta sea su vertiente de dorador, donde introduce compleja decoración rococó, llegando a realizar rocallas y escenas de ángeles complicadas y vistosas; en las obras pictóricas baja en calidad” (Nicolás de Arbizu).

Vista de la ermita de la Virgen del Soto desde la parte de atrás. Foto: Patrimonioparajovenes.com
 

Detalle de uno de los grabados. Foto: R.Lasaosa

Parte del retablo de Santa Bárbara, pintada también por Andrés de Mata. Foto: R.Lasaosa

También se le requerirá a Andrés de Mata como experto tasador para revisar las obras realizadas por otros artistas; así vemos, por ejemplo, que en el año 1775, el Patronato sangüesino llamará a Andrés de Mata, vecino de Cárcar, para tasar el retablo mayor de la iglesia de Santiago que había sido dorado por Diego Díaz del Valle. (Juan Cruz Labeaga Mendiola). También hay constancia de que le tocó reconocer las obras que se llevaron a cabo en la basílica de San Gregorio Ostiense de Sorlada realizadas por Santiago Zuazo.
 

Imagen procesional de San Miguel Arcángel, situada en la capilla de los Santos Pasos de la parroquia de Cárcar, que bien pudiera haber sido pintada y estofada por Mata. Foto: la autora
 
Detalle de la pintura y el estofado de la talla 

Viendo el palmarés de este artista extraña que no se haya encontrado de él ninguna obra documentada en su propio pueblo, aunque eso no quiere decir que no la haya.  Personalmente me atrevería a decir que una segunda talla de San Miguel Arcángel (titular de la parroquia) que se encuentra habitualmente en los Santos Pasos bien pudo ser pintada y estofada por el maestro Mata. Esta imagen es la que salía en procesión el día de su festividad (29 de septiembre),
 

Vista parcial del órgano de Cárcar. Como se puede observar, no se llegó a dorar. Foto: la autora

Extraña mucho también que habiendo en Cárcar un maestro dorador de semejante talla quedara el órgano de la iglesia sin dorar.  Los papeles no aportan mucho en este tema ya que desgraciadamente, y por diversos avatares, la documentación que se conserva en la parroquia es muy exigua y no hay apenas datos al respecto. Se conserva sin embargo un documento en el que Andrés da las condiciones para dorar el retablo del Cristo Crucificado que se encuentra también en la capilla de los Santos Pasos. En dicho documento explica detalladamente como concebía este proyecto:

 “Condicionado para Dorar y Pintar el retablo del Ssmo. Christo de la Iglesia Parroquial de Carcar.

-Se ha de aparejar con toda prolijidad y en especial la talla por ser delicada, la que se ha de dorar, y las molduras y los tríos pintados de color morado y bien barnizado.

-Que las Colunas se an de dorar todas desde el Capitel a la base y en el respaldo de Ssmo. Christo se ha de pintar un Jerusalen, pintando los dos santos de la Virgen y San Juan de paños naturales dorando las orillas de las ropas=

-Que en los costados se ha de pintar como una basa de pared, sea Pabellón u otro adorno y que el pedestal en que descansa el Retablo se pinte un Jaspe bien barnizado=

-Que el interior del sagrario se an de abrir labores de oro y el campo pintado, pero la puerta se ha de dorar por dentro y por fuera; siendo de cuenta del Maestro el andamio; 

y con estas condiciones me obligo el abajo firmado a ejecutar dicha obra en noventa y seis pesos (unos setecientos sesenta y ocho reales)=

Firmado Andrés de Matha"

Capilla de los Santos Pasos de la iglesia San Miguel de Cárcar. Retablo del Santísimo Cristo. Foto: la autora


El mismo retablo del Santísimo Cristo, visto con más detalle. Foto: la autora

Esa obra no llegó a efectuarse, como bien se puede apreciar viendo actualmente el retablo. El documento no va fechado por lo que tampoco se puede saber si Andrés lo redactó al final ya de su vida o quizá lo hiciera en otro momento. Podría ser perfectamente factible que le  sobreviniera la muerte antes de ejecutarlo y el Cabildo improvisara un apaño que ya no se volvió a revisar. De cualquier modo, gracias a este documento nos podemos hacer una idea de cómo podría haber quedado dicho retablo. El resultado pudo haber sido realmente espectacular. 

Andrés muere en una fecha no consignada antes de 1790 ya que para entonces ya aparece su hijo Ildefonso pagando religiosamente los aniversarios por su padre.

Pero si espectacular fue la obra de este maestro, no lo fue menos tampoco su descendencia, y aunque no podré aportar datos de todos ellos, sí que me gustaría destacar algunos. Aunque esto lo haré en un próximo artículo.


Investigación y redacción: María Rosario López Oscoz

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Para realizar este trabajo he necesitado consultar diversos documentos y archivos. Destacar: el archivo parroquial de Cárcar, familysearch, además de otros variados e interesantes trabajos de investigación realizados por Pedro Luis Echeverría Goñi, Ricardo Fernández Gracia, Juan Cruz Labeaga Mendiola, Nicolás Arbizu y Naiara Ardanaz, entre otros, a los que agradezco su generosidad al haber podido acceder a ellos desde internet. También he necesitado consultar mi último libro: LÓPEZ, retazos de la historia de Lerín y Cárcar a través de un apellido (2017), donde aparece la obra de Andrés de Mata, así como buena parte de los personajes con él relacionados.