Este que traigo es un artículo de don Juan Antonio Díaz de Rada que constituye todo un documento a conservar. Ya había hecho yo referencia en este blog a los santiagueros (pinchar) de Cárcar y a la historia de la tradición secular que se vive en el pueblo la víspera de la festividad de Santiago Apóstol, pero ahora va a ser expuesta según la vio don Juan Antonio décadas atrás. El texto es un valioso documento que no está datado pero que fue escrito hace ya unos cuantos años.
A día de hoy ya no son cuarenta los cofrades que él contabilizó; el número ha bajado sensiblemente en parecido porcentaje a la demografía que registra Cárcar en la actualidad, unida a los usos y costumbres actuales bastante alejados del tema religioso, ni aunque éste venga impregnado de raigambre y solera. No obstante, afortunadamente la tradición no se ha roto, y el grupo cofrade que la compone sigue celebrando con entusiasmo las vísperas y la fiesta santiaguera.
Este año se han incorporado tres nuevos miembros al grupo: Milagros Sádaba Bravo, Alejandro Sádaba Pardo y Laura Rujula Catalán. Felicidades a los tres y a todos los que año tras año vienen manteniendo viva la fiesta. Que la savia joven no deje pues perder esta entrañable fiesta secular, genuinamente carcaresa, que como ya dije en el anterior artículo, en 2030 cumplirá trescientos años de vida.
Grupo de santiagueros que celebraron las vísperas el 24 de julio de este año 2024. Foto: Inma Payo
CORRER LA ROSCA
JUAN ANTONIO DÍAZ DE RADA RUÍZ
“Y los carcarujos, como son tan fatos,
celebran la fiesta sin llegar el santo”
Así cantan el estribillo final de entrada a la jota algunos de nuestros pueblos limítrofes, haciendo con ello referencia a la animada fiesta que Carcar celebra el víspera de Santiago en los aledaños de la iglesia parroquial. Protagonistas: los Hermanos Cofrades del Santo y, en torno a ellos, sus esposas, hijos y multitud de amigos.
Pero vamos a la fiesta. Y para ir a la fiesta, si eres cofrade, tienes que ir con hambre de queso y sed de vino, además, y aunque te suene a broma, con espíritu de competición deportiva por lo que pueda pasar. Si eres niña o niño, has de llevar una hermosa rosca colgada al cuello, adornada con clara de huevo y confituras de las más variadas rarezas, dispuesto a defenderla contra cualquier ataque a que puedan someterla por sorpresa los más bravos mozalbetes.
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Llaman las campanas a vísperas del Santo y los más inquietos van llegando, rosca en pecho, como sello inconfundible de la extraña fiesta, cuyas vísperas sí que dicen menos al alma que la rosca al cuerpo…
Los “fosales” se animan de curiosos. Se entreabre sin cesar la puerta de la iglesia con el consabido chirriar del gusanillo, dejando escapar entrecortados salmódicos que entre cura y Hermanos Cofrades van canturreando, mientras su pensamiento está más en las “santiagueras” que en el santo.
Llegan ellas, repletas de roscas, en mano y cestas. Un olor apetitoso, tierno y azucarado, a la vez que un no menos enjundioso olor a pan tierno y queso de oveja, auténtico, se expande por el atrio. Van colocando con esmero sus viandas en mesas y poyos.
Al fin los Hermanos Cofrades, seguidos del cura, entran en la fiesta.
Los curiosos se arremolinan. Un pequeño llora con amargura de ver despedazado su emblema santiaguero, que no pudiendo defenderse del “remolino” de gentes, ve con rabia un ridículo rabín de lazo colgando del cuello y la rosca hecha trizas a sus pies. Entre lloros y risas bendice el cura. Pocos se han enterado. Es igual. La desorganizada asamblea se da por satisfecha.
Ahora comienza la hora de los cofrades. Cada cual recibe el queso y su panecillo. Las jarras de vino, guardadas de generación en generación, corren de mano en mano y unos y otros van poniendo sobre la mesa la guindilla, el tomate, ajo o cebolla, aun con olor a tierra fresca. Nada estorba el apetito; y en menos que se cantan unas vísperas se ha dado batida al menú santiaguero.
Este año son unos cuarenta cofrades. Bien avenidos. Predominio de mayores pero también existe la salsa joven que busca con entusiasmo el reverdecer de la fiesta.
Unos y otros, animados con los últimos envites de las jarras, salen decididos a “correr la rosca”. Hasta donde sea. Uno de los cofrades emprende la marcha, rosca en mano, a situarla más o menos a la distancia olímpica de cien metros. Otros dos, que esperan impacientes la carrera, salen disparados a la señal, y… ¡Ya! La rosca en mano del más veloz, o, a veces, con un inmejorable sentido de hermandad, en el más anciano. A la postre, y siempre, ambos la comparten como buenos cofrades. Y así otra… y la siguiente… y más… hasta que se agotan corredores o roscas. No faltan las bromas y, a veces, el que mantiene la rosca emprende a su vez carrera cuando los competidores están a punto de alcanzarla, sometiéndoles a un nuevo esfuerzo para el que no habían hecho cálculos.
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La tarde ha caído y la fiesta ha terminado. Todavía se respira el tierno olorcillo en el ambiente.
Esta fiesta secular no se va a perder. Hay savia joven que le da vida. Mañana celebramos el Santo que, cuajado de frutos y satisfecho y orondo como una rosca, saldrá a las calles a invitarnos a “vivir la fiesta”._
Guiados por Lorenzo, los niños también aprenden el arte de "correr la rosca". Esperemos que en un futuro sean ellos también santiagueros. Foto sacada del vídeo que realizó en directo Juan Ignacio Fernández García este 24 de julio de 2024
Diecinueve son a fecha de 2024 los miembros cofrades que componen esta secular cofradía de Santiago de Cárcar:
*Anastasio Alcoya
**María Ángeles Hernández y Nicolás Pascual
*Pedro Jimeno
**Alfredo Mendoza y Marisa Roldán
***Esteban Mendoza, su hijo Jesús Manuel y el hijo de este, Iker
*Eufrasia Mendoza
*Juan Carlos Mendoza
*Julia Ramírez
*Ángel Mari Ruíz
***Lorenzo Zurbano y sus hijos Efrén y Uriel,
***y los tres nuevos miembros que se han incorporado este año: Laura, Alejandro y Mila.
Como decía don Juan Antonio: hay savia joven que le da vida. Que no la dejemos morir.
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