Cada 24 de julio, víspera de
la festividad de Santiago Apóstol, es fiesta desde siempre en Cárcar. Ya desde antiguo se le tenía en el pueblo gran devoción a este santo que según la
tradición llegó hasta los confines de la tierra en España (Finisterre), difundiendo
la fe cristiana.
Que desde el día anterior a la fiesta hubiera en Cárcar tanta celebración generó en pueblos vecinos algún chascarrillo y un estribillo corría de modo chusco al acercarse la fecha:
Y es que en Cárcar ser "santiaguero" era motivo de orgullo. En este pueblo hay una cofradía dedicada
a Santiago con una antigüedad que se remonta al año 1730. Desde entonces, los santiagueros carcareses se han encargado de transmitir la devoción al apóstol de generación en generación y han sido cientos los que a través de los siglos han pertenecido a ella. Vivió la cofradía un período de bonanza en sus inicios, al que siguió otro de tibieza para resurgir con nuevos bríos a partir del año 1761.
Para pertenecer a ella era condición indispensable haber peregrinado a la tumba del apóstol en Compostela; es decir, haber hecho el Camino de Santiago. Este requisito no era en aquel entonces muy asequible por lo que en 1770 y ante el inusitado interés de los carcareses por pertenecer a la cofradía, se pensó en eliminar esta traba. La junta envió al obispado una petición solicitando que se modificara este punto y fue aprobado, aunque con la condición de que sí debía haberlo hecho algún familiar. Además, en ese año se permitió también el acceso a las mujeres.
Muchos fueron a partir de ese momento los hombres y las mujeres que
pidieron ingresar en la asociación. Al año de aprobarse esta norma el
número de cofrades ascendía a trescientos noventa y nueve, un
tercio de la población aproximadamente.
A principios del siglo XX todavía se podía ver en los legados testamentarios una cláusula en la que se dejaba a los hijos cierta cantidad de dinero “para que visiten el Santo Sepulcro de Santiago, en Galicia”. Y así lo hizo, por ejemplo, mi bisabuelo Juan Rubio Ruíz para con sus hijos varones. En la casa familiar se guardó con celo la esclavina, el bordón y la concha que acreditaba que Juan había hecho en su día el Camino de Santiago.
En el rito de
iniciación se imponía a los neófitos en la iglesia de Cárcar una esclavina sobre los hombros que lucirían ya cada año en su festividad y que los distinguía como santiagueros.
A día de hoy la tradición sigue viva y la Cofradía de Santiago celebra desde la víspera, como es de ley, la festividad del apóstol. La tarde del 24 de julio todos acuden a la iglesia. Se cantan las vísperas y a continuación se degusta en el exterior una merienda de hermandad a base de ensalada, pan y queso, previamente bendecido por el párroco. Tras este paso se procede a “correr la rosca”, que consiste en que dos cofrades se disputen a la carrera la tradicional rosca de Santiago, un bizcocho envuelto en baño blanco y adornado con anises y diversos dulces. Un tercero exhibe a lo lejos el trofeo a la espera de la llegada del vencedor. Éste recibe el premio que en buena hermandad reparte a partes iguales con su contrincante.
Los niños acuden ilusionados para recibir la bendición, portando en el pecho las roscas que
previamente han preparado con esmero sus madres y abuelas. Y no son pocos los que sin haber cumplido ese requisito previo, le han dado ya un buen bocado al dulce.
Tradición santiaguera festiva que con tesón la continúan manteniendo viva un
nutrido grupo de carcareses. Ojalá no se pierda.
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María Rosario López Oscoz
24 de
julio de 2021
Mis bisabuelos por parte paterna y materna, mi abuela, mi padre…, todos ellos fueron “santiagueros”. A ellos dedico este artículo, y a cuantos han sido y son cofrades de Santiago: “Santiagueros” de Cárcar.
Fuente:
LÓPEZ OSCOZ, Mª Rosario. López,
Retazos de la Historia de Lerín y Cárcar a través de un apellido. (e.a.). Año 2017.
También la receta de las roscas sería bien guardar. Es un dulce o postre típico y de tradición que solo se hacía y se hace en estas fechas. En Cárcar las roscas siempre han ido unidas a la festividad de Santiago. Diferente a los roscos de San Blas. A ver si somos capaces de conservarla.
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