viernes, 29 de diciembre de 2023

RESUMEN DEL AÑO 2023

Loes de Cárcar

El blog Legado de Cárcar cumple este mes de diciembre cuarenta y seis meses de andadura desde que le diera inicio en el mes de febrero del año 2020, poco antes de la pandemia del coronavirus. Por lo tanto, está próximo a cumplir los cuatro años. Y siguiendo la norma de hacer un resumen anual de los artículos publicados, vaya aquí el del año 2023 que termina. (Clicando en cada uno de los nombres resaltados se accede al artículo en cuestión).


*En enero abordé a un famoso escultor que nació circunstancialmente en Cárcar; se llamaba Pedro Busou del Rey y era hijo del francés Francisco Busou, también escultor, que llegó a este pueblo a cumplir una contrata para tallar la sillería del coro de la parroquia. Pedro cursaría estudios en la Real Academia de San Fernando donde llegó a ser académico de mérito, consiguiendo premios en distintos certámenes y hasta una medalla de oro. Fue profesor del infante Antonio (hijo de Carlos III), escultor de Cámara de Carlos IV y del Real Sitio de Aranjuez y responsable de la conservación de las esculturas de la Real Casa del Labrador de Aranjuez. 


Confirmación de Miguel Ángel Turumbay a manos de don Antonio Ona

*Febrero fue para Antonio de Ona, obispo de Lugo y doctor en Teología y Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Zaragoza. Fundó el Instituto de Hijas Auxiliares del Buen Pastor de Pamplona. Fue Secretario de Medios de Comunicación Social en Lugo, donde fundó la cadena de Radio Popular en esa ciudad. Una calle de la capital lucense lleva su nombre.


Publicidad de la tienda de los Lezaun

*En marzo adapté y copié el anuario de Cárcar del año 1924 aprovechando los datos que ofrecía la Guía de Aragón, Navarra, Soria y Logroño, escrita por Román García Garate. Gracias a ella han quedado reflejados los nombres de los miembros del ayuntamiento, el clero, los funcionarios públicos, maestros y cuantos tenían algún cargo o regentaban establecimientos públicos en ese año.


Grupo escolar del año 1934

*Abril acogió dos anuarios más; los de los años 1932 y 1942. En el artículo aparece todo lo reseñable referente a Cárcar durante esos años. Conseguí insertar además tres valiosas fotografías de distintos grupos escolares de esos años con sus correspondientes maestros que los atendían. 


Heráldica de los Zúñiga

*En el mes de mayo abordé la heráldica de Cárcar y algunos de los edificios históricos que afortunadamente se conservan todavía. Ha quedado pendiente el estudio de dos escudos a los que no me ha sido posible de momento acceder. A saber: el que estaba en el edificio que fue el Café Lorente y el que se encontraba en la casa de Eulogio Pardo. También he tenido noticias, que no he podido contrastar, de que había otro escudo heráldico en el Barrio Monte, en “Casa de Lara” (casas de Antonio Hernández, Ismael Sádaba y Melchor Guillén). Sirvan estas líneas como petición de ayuda por si alguien sabe algo al respecto. Escudos armeros de Corroza, San Juan, Díaz de Rada, Martínez, López Bailo, Ona y Zúñiga todavía se conservan y esperemos que lo sigan haciendo por mucho tiempo.


D. Benito Pérez y Antonio Hernández

*”Un maestro de pueblo” fue el título del artículo del mes de junio. Aprovechando una fotografía inédita de don Benito Pérez (uno de los maestros que había en Cárcar en tiempos de la posguerra) que posaba junto a uno de sus alumnos (Antonio Hernández), traté de perfilar como era la vida de un maestro rural de su tiempo y la problemática de enseñar a unos chicos que se veían muchas veces en la tesitura de si acudir a la escuela o ir a ayudar al padre en las tareas agrícolas.


El puente viejo. Foto: Archivo Administrativo de Navarra

*Julio lo dediqué para el “Viejo puente metálico” anterior al actual. Inaugurado en el año 1898 se mantuvo en pie durante 74 años hasta caer al río Ega en el año 1972 al paso de un camión que sobrepasaba la carga permitida.


La Flota de Indias. Foto: Geografía Infinita

*Septiembre acogió a Juan Manuel de Sádaba, un carcarés que nació en el año 1641 y se embarcó con veintiún años rumbo a Nueva España (Méjico) bajo las órdenes de Juan Miguel de Agurto y Álava, recién nombrado Alcalde del Crimen de la Real Audiencia de Méjico. 



Fray Javier Fortún. Foto: Boletín de Leyre. Nº 176

*El Padre Javier Fortún ocupó el artículo del mes de octubre. Este había nacido en el año 1931. Fue durante 32 años misionero jesuita, diez de ellos en la región del Gujerat (India). De ahí pasó a Venezuela, para volver a España e ingresar en el Monasterio navarro de Leyre como monje benedictino. En ese monasterio dedicó cincuenta años de su vida a la vida contemplativa y donde falleció en abril de este año 2023. 


Coro de la iglesia de Lerín que construyó Ildefonso de Arbizu

*Noviembre fue para un arquitecto carcarés del siglo XVIII, Ildefonso de Arbizu. Era hijo de un importante maestro carpintero y casó con la hija de otro importante artista de su tiempo: el maestro organero lerinés Lucas de Tarazona. Ildefonso acometió, entre otras obras, el derribo y construcción del coro de la iglesia de Lerín, así como el removimiento y traslado del mausoleo con los restos del Conde de Lerín y Condestable de Navarra hacia otro punto de la iglesia. 


Nacimiento en el Convento de las Hermanas de Santa Ana en Lerín. Foto: Agustín Garnica
*Finalmente en el mes de diciembre recogí unos de los villancicos más emblemáticos y exclusivos de Cárcar, bien conocido por todos, especialmente por aquellos que peinan canas. No sé cuál sería su título primitivo, ni quien lo compuso, o si alguien lo introdujo en Cárcar o nació aquí, pero todos lo conocemos con el título de: EN EL CENTRO. Ojalá esta pequeña contribución ayude para que se siga cantando por siglos.
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Recuperar estas costumbres, este acervo local, estos personajes y vivencias, es el objetivo de este blog. Para que cuando ya nos hayamos ido sobreviva en el tiempo como patrimonio de todos.
 
Aprovecho este resumen para felicitar a los seguidores del blog y desearles un feliz año 2024.


MARÍA ROSARIO LÓPEZ OSCOZ

29-12-2023


viernes, 15 de diciembre de 2023

"EN EL CENTRO", villancico popular de Cárcar


Foto Agustín Garnica

En todos los pueblos hay singularidades, y llegada la Navidad tenemos en Cárcar un villancico que si no es genuinamente autóctono, casi lo es. El villancico se titula, o lo titulamos, “En el Centro”. Generación tras generación en la iglesia de Cárcar se ha venido cantando este villancico durante el ciclo de Navidad, especialmente acabada la misa y mientras discurre el rito de la adoración al Niño Jesús.  En un barrido por internet solo he encontrado una referencia a él (con alguna variante) en el blog Desolvidar. Nada más.

Es un villancico sencillo y sentido, lleno de nostalgia, que nos retrotrae a la infancia y nos evoca momentos vividos junto a tantos de los nuestros que ya no están. La letra dice así:

En el centro de una austera gruta,
en el crudo rigor del invierno,
viene a luz el infante mas tierno
y más bello que nunca se vio.

Es su cuna grosero pesebre,
por almohadas la paja y el heno,
y su rostro infantil está lleno
de una dulce e inefable expresión.

Podríamos considerar, por tanto, que el villancico “En el Centro” es patrimonio de Cárcar y un legado de nuestros mayores; por consiguiente, una obligación conservarlo y custodiarlo, y cantarlo y transmitirlo a las generaciones venideras.
 
En un alarde de orgullo sano por saberme una de esos custodios de este legado, me he venido arriba, y en una grabación casera lo he cantado a palo seco, susceptible de mejoras. Aquí lo dejo como un homenaje a todos los carcareses que a lo largo de los años lo entonaron y lo siguen haciendo cada Navidad. 


Quién lo compuso y cuando lo hizo son preguntas que de momento, al menos yo, no puedo contestar.
 
Me gustaría que estas navidades, cuando el coro parroquial de Cárcar lo cante mientras el pueblo fiel va a besar al Niño, se grabe en algún dispositivo para poderlo incorporar después a este post. Desde aquí mi agradecimiento.

Aprovecho para desear a todos los lectores del blog, Legado de Cárcar, una feliz Navidad. 
 
MARÍA ROSARIO LÓPEZ OSCOZ
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No ha sido necesario esperar a Navidad, tras colgar el artículo, y por deferencia del coro parroquial  de Cárcar, he recibido de manos de Gracia Soto un vídeo donde ellos mismos cantan el mítico villancico mientras tenía lugar un concierto que hacían en Mendavia. Les agradezco pues enormemente el detalle; y seguro que no solo yo. Aquí va pues...



lunes, 27 de noviembre de 2023

ILDEFONSO DE ARBIZU, ARQUITECTO CARCARÉS-LERINÉS

 

Grabado alegórico de la arquitectura

De la serie de arquitectos de Cárcar faltaba por destacar a Ildefonso Arbizu Quintana. Con él concluyo una lista de arquitectos, retablistas, escultores y doradores que surgieron en Cárcar a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Ya destaqué en anteriores trabajos a Tomás Martínez de Puelles y a sus hijos Tomás Antonio y Adrián, tío y primos respectivamente de Ildefonso, y también a Antonio de Izaguirre, tío a su vez de los Martínez de Puelles; también a Pedro Busou, escultor de Cámara de Carlos IV, y, más inicialmente, a Andrés de Mata, dorador de retablos, pintor y estofador. Un elenco de artistas que dejaron sus obras repartidas por buena parte del territorio navarro y español.

Ahora me detendré en Ildefonso de Arbizu. Este nace en Cárcar el 29 de enero del año 1740. Hijo del maestro carpintero Joseph de Arbizu y Bravo y Ana María Quintana y Sádaba fue el primogénito de siete hermanos, y se movió, como digo, en un ambiente y en un momento artístico sin precedentes en Cárcar. Él vio tallar a su padre la caja del órgano que construyó el maestro lerinés Joseph de Mañeru para la iglesia de Cárcar, y vio también como cincelaba  la inmensa puerta de cancela por la que se accede al templo parroquial. 

Caja del órgano y puerta de cancela que talló Joseph de Arbizu, padre de Ildefonso en Cárcar

Observó a los maestros calahorranos esculpir la sillería del coro y conoció de primera mano las destacadas obras barrocas que realizaba su tío Tomás Martínez de Puelles. Es posible que aprendiera a manos de éste el oficio de arquitecto, pero también cabe la posibilidad de que su padre lo mandara a estudiar a alguna escuela de arquitectura. El caso es que empezó a hacer sus primeros trabajos en Lerín y aquí conoció a la que sería su mujer:  Teresa de Tarazona y López de Velasco. Teresa era hija del importante maestro organero Lucas de Tarazona, y de Josepha López de Velasco. Todos los hermanos de Teresa eran, como el padre, constructores de órganos, así que ella se movió en un ambiente, digamos, muy musical. Seguramente su padre le haría un órgano portativo para que aprendiera a tocar en casa, como hiciera más tarde su sobrina María Luisa de Tarazona y Beunza, organista del convento de las monjas clarisas de Arizcun. 

Ildefonso y Teresa cumplimentaron la ceremonia de velación en Cárcar el año 1764, ya que era aquí donde iban a vivir los primeros años. Dos de los hijos del matrimonio nacieron en Cárcar: María Micaela y Manuel Francisco pero para el año 1771 la familia Arbizu-Tarazona ya estaba residiendo en Lerín donde nació Javier Antonio, último de los hijos. Este se casará después con Ramona, su prima carnal, e hija de Julián de Tarazona, uno de sus tíos organeros.

Es evidente que Teresa tenía querencia por Lerín y atrajo a Ildefonso hacia esta población vecina; aquí estaba toda su familia materna que eran gente de prestigio; la madre de Teresa era nieta, nada menos que de Clemente López de Velasco, promotor fiscal del estado y condado de Lerín y escribano real. Además, Lerín ofrecía mayores posibilidades para trabajar en lo suyo por tener una población mayor y ser cabeza del condado del mismo nombre.

Estando residiendo en Lerín, es requerido Ildefonso para trabajar en Sartaguda donde realizo el retablo mayor de la iglesia y desmontó y recompuso el chapitel de la torre. Enseguida le aprobaron un proyecto para Lerín. En 1779 se hace cargo del derribo del coro antiguo de la iglesia y la construcción de uno nuevo, proyecto aprobado por Santos Ángel de Ochandátegui, prestigioso arquitecto de la época. Esta construcción constará de “arco de medio punto entre pilastras y sotocoro con bóveda de medio cañón y lunetos” (Ricardo Fernández Gracia). 

Fotografía actual de la obra del coro de Lerín que hizo Ildefonso de Arbizu

En el informe que presentó Ochandátegui, y que recoge María Josefa Tarifa en un artículo contenido en el libro Lerín, Historia, Naturaleza, Arte. A. Garnica, J.L. Ona (coord.) 2010, se habla también de  “la existencia de dos trazas con objeto de reformar la capilla mayor, una presentada por Vicente Arizu y otra del citado Arbizu, siendo ésta en opinión del experto la más acertada”. Advierte Ochandátegui, que viendo la solidez, seriedad, sencillez y hermosura de dicha capilla mayor se deberá llevar a cabo la obra con el mayor cuidado y delicadeza “siguiendo la ordinacion de la planta con puntualidad y esmerándose en imitar con mucha propiedad y simetria el delicado gusto que manifiesta dicha capilla mayor (…) sin necesidad de alterar ni retocar otra cosa que los capiteles por estar estos mal esculpidos por la mala inteligencia del escultor o tallista que los abrio”. Es de suponer que dada la potente opinión del afamado Ochandátegui el trabajo del arquitecto carcarés fue aprobado con nota.

Retablo mayor visto desde la capilla del coro que hizo Arbizu. Lerín


Bóveda sobre la que se asienta el coro. Obra de Ildefonso de Arbizu 

Pero hizo Ildefonso otras actuaciones en la iglesia de Lerín. En el interior del templo y a los pies del presbiterio se encontraba desde el año 1616 el mausoleo de los condes de Lerín. Este monumento fue un encargo de don Luis de Beaumont y Navarra (segundo conde de Lerín y Condestable a su vez de Navarra), a Gil Morlanes el Viejo, afamado escultor aragonés. A este Condestable en cuestión le apodaban El Valeroso, como manifiesta Juan Jesús Virto en otro artículo de mismo libro citado. Este mausoleo, además de contener los restos de este conde, reposaban en él también los de su nieto y cuarto conde de Lerín, don Luis de Beaumont y Manrique de Lara, y los de don Diego Álvarez de Toledo, hijo del tercer duque de Alba y esposo a su vez de doña Brianda, quinta condesa de Lerín. El féretro con los restos de este don Diego había traído desde Alba hasta la vecina localidad de Sesma en espera de que concluyeran las obras en la iglesia de Lerín donde serían finalmente depositados.

Mausoleo de los condes de Lerín obra de Gil Morlanes el Viejo. Fotografía tomada del artículo Gil Morlanes el Viejo y el sepulcro de Lope Ximenez de Urrea, de María Carmen Lacarra Ducay

Este llamativo sepulcro de mármol y alabastro, que ocupaba el centro mismo del presbiterio, no creaba consenso entre los fieles, ya que les impedía ver el altar mayor durante la misa y estorbaba los movimientos de los sacerdotes a la hora de administrar la comunión, por lo que no faltaban las quejas, por lo que el patronato de la iglesia consiguió permiso del duque de Alba para removerlo. En marzo del año 1786 se decidió trasladarlo a un lugar más discreto dentro de la misma iglesia. Se trataba de llevarlo hasta la capilla de San Francisco Javier, en la parte del lado del Evangelio, y este trabajo le fue encargado a Ildefonso de Arbizu

Detalle del mausoleo. Fotografía tomada del artículo Gil Morlanes el Viejo y el sepulcro de Lope Ximenez de Urrea, de María Carmen Lacarra Ducay

Tuvo pues el carcarés que gestionar el desmonte de este magnífico bulto marmóreo y sacar los despojos de los condes allí enterrados y depositarlos en el hueco preparado al efecto. Arbizu fue pues uno de los pocos privilegiados que vio los restos del todopoderoso Condestable años después de su muerte. Cuatro meses después, todas las piezas del conjunto mortuorio quedaron perfectamente encajadas en su nueva ubicación. La minuta que pasó Ildefonso al Patronato de la iglesia ascendía a 5.821 reales con 24 maravedíes. 

Esta remodelación no duró mucho y aquellos nobles despojos no consiguieron descansar en paz muchos años ya que en 1841, y mientras el gobierno liberal de Espartero, iban a sufrir un acto de vandalismo. Así lo cuenta Pedro de Madrazo en el libro "Navarra y Logroño en España. Sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia". Barcelona. 1886":

“Pero no fueron los franceses los que removieron de su sitio el magnífico enterramiento         de mármol y alabastro que en la misma iglesia tenían los primeros condes de Lerin             (…) Este monumento fue víctima de un acto de venganza indigno y salvaje:                     después de     la guerra llamada de los siete años, el pueblo siguió un pleito sobre             exención de tributos con el duque de Alba; obtuvo sentencia favorable, y en la                     explosión de su júbilo, arrancó violentamente de la iglesia el sepulcro, lo sacó al atrio           medio destrozado...”.

Bien por esta cita de Madrazo, o por un bulo infundado, el caso es que se creyó que el mausoleo había desaparecido. Sin embargo, Juan Jesús Virto, tras un minucioso trabajo de investigación asegura que, después de vandalizado, dicho mausoleo debió ser llevado al palacio condal de Lerín. Los huesos de los condes, por su parte, fueron depositados en alguna tumba de la propia iglesia parroquial hasta que en el año 1862 el duque de Alba mandó llevar, tanto los restos mortales como el mausoleo hasta el Palacio de Liria en Madrid.  Y allí los halló Virto por casualidad en el año 2010. Y es que, recogidas todas las piezas y bien embaladas habían sido trasladadas en ferrocarril hasta Madrid en ese año de 1862 para ser finalmente montado el mausoleo y depositado en la sacristía de la capilla del palacio de Liria propiedad de los duques de Alba. No se encuentra expuesto al público pero algunos historiadores han tenido acceso al mismo, y es por eso que, siquiera a través de fotografías, podemos ver como era aquél magnífico sepulcro cincelado por Gil Morlanes el Viejo, y destinado a que reposaran en su pueblo los condes de Lerín. Poco iba a imaginar el Condestable los vaivenes que iba a sufrir después de muerto.

Aún le quedaba a Ildefonso una última actuación en la iglesia de Lerín. Asegura María Josefa Tarifa que en octubre de 1790 fue el propio Arbizu quien presentó un condicionado para hacer unas zanjas con objeto de “desviar e impedir la introducción de aguas subterráneas al interior de la parroquial por el lado de los cimientos que daban a la plaza”. Y es que la iglesia sufría (y sufre) de abundantes humedades en cimientos y paredes, principalmente en la zona de los retablos de la Ánimas y Nuestra Señora del Rosario. Quizá fuese efectiva en su momento la actuación de Arbizu, pero, a día de hoy, dichas humedades siguen latentes y son tan evidentes como preocupantes.

Es evidente como la humedad va comiendo la base del retablo del Rosario. Lerín

Por esos mismos años (entre los años 1790 y 1802) se hizo en la iglesia de Cárcar una gran restauración desde la nave hasta los pies del crucero. En esta parte se añadió la que se denominó capilla de los Santos Pasos, por ser el lugar que alberga los pasos que procesionan en Semana Santa; también esta obra y otras de menor envergadura le fueron encargadas a Ildefonso, pero, sin poder precisar el motivo (quizá por su fallecimiento), no las pudo terminar. Lo hizo en su lugar el arquitecto alavés Francisco de Sabando.

No todas las obras que llevó a cabo Ildefonso de Arbizu fueron en el ámbito religioso, también hizo otras civiles, como reflejan algunos pleitos conservados en el Archivo de Navarra: obras en el regadío de Mendavia acompañado del albañil de Lodosa Andrés García Soto, en el trujal de Larraga y en casas particulares. 

Los documentos sin clasificar podrían aportar más datos sobre este personaje. De momento, esto es lo que he encontrado y aquí queda reflejado.

MARÍA ROSARIO LÓPEZ OSCOZ
NOVIEMBRE DE 2023



domingo, 29 de octubre de 2023

EL PADRE JAVIER FORTÚN

El pasado 9 de abril de este 2023 fallecía Fray Francisco Javier Fortún tras una vida silenciosa de oración y contemplación como monje benedictino en la Abadía de San Salvador de Leyre (Navarra). Aprovechando los inestimables datos que aporta Ramón Luís Mañas O.S.B. en el número 176 del Boletín de la Abadía y el trato epistolar que mantuvo quien esto escribe con el P. Fortún a lo largo de los últimos once años, voy a intentar construir en este blog una pequeña biografía, casi panegírico, sobre su vida.

Foto en detalle del padre Javier Fortún entresacada del número 176 del Boletín de Leyre

Francisco Javier Fortún Ardáiz nació en Cárcar el día 23 de marzo del año 1931, hijo de Luis Fortún García y Julia Ardáiz Sagredo,  fue el benjamín de tres hermanos. Con solo cinco años quedó huérfano de padre y a los once ingresó en el Seminario Conciliar de Pamplona. En 1946 pasó al noviciado de Loyola de la Compañía de Jesús donde despertó en él su vocación misionera. En 1951, con veinte años de edad, va a misionar a la India. Aquí hizo también sus estudios para ser sacerdote. En la isla de Ceilán (actual Sri Lanka) realizó los tres cursos de Filosofía y el primero de Teología y en la ciudad de Poona los últimos cursos de Teología. Una vez acabados es ordenado sacerdote en Ahmedabad el 24 de marzo de 1959, justo al siguiente día de cumplir los veintiocho años.

Durante los diez años siguientes permaneció como misionero en el estado  del Gujerat (India), codo con codo con otros misioneros navarros que también se encontraban allá, como el jesuita lerinés José Luis Gorosquieta Reyes con quien mantuvo una relación de amistad de por vida, a pesar de los distintos rumbos que finalmente tomaron sus vidas.  Gorosquieta seguiría en la misión en Gujerat durante casi sesenta años, hasta su muerte ocurrida en Rathanpur, aunque su principal labor misionera se desarrolló en la ciudad de Dhandhuka. 

Portada de la revista que los misioneros jesuitas publican desde la región india del Gujerat en la que se recoge el fallecimiento del P. Gorosquieta Reyes

Tras ese tiempo en la India, el P. Fortún fue destinado a Venezuela donde permaneció otros dos años. Estando aquí sintió una fuerte llamada a la vida contemplativa que quiso madurar volviendo a su tierra. Durante el discernimiento estuvo en su pueblo de Cárcar; aquí tuvo ocasión de impartir a los escolares unas charlas en las que les explicaba su experiencia en la misión. Tras marchar de su casa natal a los once años, fueron muy escasas sus visitas a Cárcar pero, aún así, quedó grabada en él la imagen de su pueblo y sus gentes con memoria fotográfica, de modo que era capaz de revivirlo con una precisión que pareciera haber estado allá hacía solo unos días.
 
Tratando de recordar  y enlazar personas y apellidos de su pueblo de Cárcar

Una meditada y profunda reflexión espiritual y existencial le llevó a decidirse definitivamente por la vida contemplativa. Es por eso que el 21 de octubre del año 1972 ingresó en el monasterio navarro de San Salvador de Leyre. El 10 de julio del año siguiente le llegó de Roma el permiso para cambiar de orden. Tras pasar con éxito el período de prueba, hizo la profesión solemne el día de San Benito, ya como monje benedictino.

Desde entonces, su misión en dicho monasterio, -además de la propia como orante contemplativo- se desarrolló en la enfermería, y en la sacristía atendiendo el servicio litúrgico. Durante muchos años fue también el encargado del servicio de correos de la abadía y, en los últimos, pasó a hacerse cargo de la depositaría.

Activo confesor, dedicó la mayor parte de su vida a atender al confesionario, tanto en la iglesia abacial, como a las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, a las que asistía espiritualmente en el convento que las monjas tienen en la población cercana de Javier.

Portada del libro escrito por el P. Fortún

De natural muy piadoso, fray Javier Fortún amaba la Eucaristía y la Adoración Eucarística; no en balde escribió el libro “El Sagrario y el Evangelio” que publicó la editorial Patmos en el año 1999 y del que se han hecho hasta ahora cuatro ediciones. Gran devoto de la Virgen y San José su máxima favorita era: “Para mi, después de la Virgen, y junto a la Virgen, San José”.  En época de Navidad, le apasionaba montar el Belén de la comunidad.  Mientras realizaba sus paseos habituales por el bosque que rodea la abadía, recogía las piñas más bonitas que utilizaba después para adornar el Belén. 

Foto: Abadía San Salvador de Leyre. Fuente: monasteriodeleyre.com

Cumplía con diligencia y devoción las horas canónicas que en la orden benedictina se hacen en comunidad a través del canto gregoriano, pero también tenía las suyas personales; cada día rezaba el rosario y meditaba los siete dolores y gozos de San José, compuestos por Enrique de Ossó. Era también devoto del beato Florentino Redondo Insausti, paisano y mártir carcarés, al que le pedía “me alcance el espíritu de agradecimiento”. Emulando sus consejos, exclamaba: “el mejor modo de pedir es dar gracias, y eso también entre hombres”. 
 
Los benedictinos de Leyre con el arzobispo don Francisco Pérez. A la derecha del arzobispo está Fray Javier Fortún y a la izquierda el padre abad. Foto: Iglesia Navarra

Cada día celebraba misa en el oratorio de San Virila, y cuando últimamente ya no podía desplazarse por su propio pie hasta esa capilla, lo acercaba en su silla de ruedas uno de los monjes; esto hasta pocos días antes de su muerte.

En su lúcida ancianidad, recordaba con nitidez su infancia en Cárcar, los nombres de las personas, las calles y la historia de su pueblo. El actual titular del órgano de la abadía, José Luis Echechipía París, le traía a la memoria a uno de sus maestros de infancia: don Germán Echechipía, tío del anterior, al que citaba a menudo junto a don Benito Pérez, a los que rememoraba como si aún estuvieran presentes. Si alguna visita le obsequiaba con un presente, generalmente en forma de dulces, se alegraba mucho si comprobaba que había suficientes unidades como para repartir entre el resto de monjes. Agradecía también recibir noticias de su pueblo. Su última visita a Cárcar fue en junio de 2014 con motivo de celebrar el funeral por su hermano José Luis; recordaba aquel momento con emoción y gratitud. 

Foto de Cárcar de los años 70 del siglo XX

Leía y meditaba a diario y con devoción la Lectio Divina, como es preceptivo, pero también leía otros libros. Me consta que con especial cariño leyó la obra Arte y Perseverancia Final en Gracia, escrita por el jesuita carcarés Domingo de Antomas y publicada en Lima en el año 1765, que en una ocasión le envió quien esto escribe. Su crítica al libro no pudo ser más agradecida: “me gustó muchísimo, tanto que ya lo he leído dos veces y creo que no serán las últimas”. No obstante, se lamentaba que en las citas no apareciera la que para él era la mejor: Perseverad en mi amor (Jn, 15-9).

En los últimos años, ya con las fuerzas mermadas, se encomendó a las oraciones de sus allegados y se preparó para la muerte. “Hasta el Cielo”, se despedía ya en sus últimas cartas. En marzo de este año, 2023, cumplió noventa y dos años y su salud empezó a empeorar. El 5 de abril, al tiempo que la Iglesia Universal se preparaba para celebrar el Triduo Pascual, el padre Fortún entró en agonía. Acompañado y atendido por los miembros de la comunidad y por su sobrinos, murió en serena paz la mañana del Domingo de Resurrección del día 9 de abril. A las cinco de la tarde del lunes de Pascua se celebraron sus exequias presididas por el padre Abad. Su cuerpo fue inhumado en el cementerio de la Abadía de Leyre.
 
Fray Javier Fortún dedicó treinta y dos años de su vida a la misión como jesuita, y los otros cincuenta años siguientes como monje contemplativo entregado a la oración, la meditación, el silencio y el trabajo manual, según la regla de San Benito: Ora et labora. Una vida alejada del mundo, silenciosa y ascética, de total entrega a Dios y rica en matices que escapan a este trabajo. Sin duda un santo varón. Descanse en paz.


María Rosario López Oscoz
Octubre de  2023

lunes, 18 de septiembre de 2023

JUAN MANUEL DE SADABA, un carcarés en Nueva España

Barco perteneciente a la Flota de la Nueva España. Foto: sabermas.com

A pesar de que el nacimiento y la filiación de este personaje está documentada, hay de su vida apenas un leve rastro; sin embargo, este rastro contribuirá a sacarlo a la luz y dar a conocer algo del espacio y el tiempo en el que vivió. Su nombre era Juan Manuel de Sadaba Pascual, que nació en Cárcar el día 28 de marzo de 1641, mientras gobernaba en España Felipe IV. Sus padres eran Juan de Sadaba Piudo y Ana Pascual Martínez; los abuelos paternos Juan de Sadaba y Magdalena Piudo y los maternos Hernando Pascual y María Martínez. Juan Manuel era el hijo mayor del matrimonio. Además de él estaban: Domingo, Isidoro Jose, José Cruz y Miguel de Sadaba Pasqual. 

A los 20 años Juan Manuel estudiaba leyes en Madrid al amparo del jurista soriano Miguel Agurto y Álava, que además de letrado era Caballero de la Orden de Calatrava. Este personaje era de ascendencia alavesa y había estudiado cánones en la Universidad de Salamanca. Dos veces intentó cubrir la plaza de Corte Mayor del rey de Navarra sin conseguirlo, y en mayo del año 1662, Felipe IV le confirma la plaza en propiedad como Alcalde del Crimen de la Real Audiencia de Méjico, en la Nueva España.
 
Firma de Juan Miguel de Agurto y Alava en los Archivos de Indias

Acompañarían al magistrado dos criados y uno de estos iba a ser el citado Juan Manuel de Sadaba. Para ir a Méjico el jurista debía poner en orden toda la documentación (como era habitual en estos casos) y solicitar permiso de embarque en la Casa de la Contratación de Sevilla. También el carcarés necesitaba tener sus papeles en regla y es por eso que los solicita a Cárcar. Se reúnen pues en Cárcar los testigos convocados ante el notario local Joseph de Corroza y de Pagola. Estos eran: Simón Pascual (alcalde de la villa y abuelo del solicitante), Juan Murillo, Gerónimo de Lodosa (regidor), Juan de Ayucar, Juan Bravo, Miguel de Pagola y Juan Martínez Almuza.  Todos ellos declaran que Juan Manuel y su familia son “desde tiempo inmemorial a esta parte en opinión y fama de cristianos viejos y limpios de toda mala raza de judíos, moros ni penitenciados(…)”. Que además, algunos de sus familiares tienen “los oficios más honoríficos de república” ya que su abuelo Simón Pascual es alcalde y juez ordinario de Cárcar, y su tío carnal Domingo de Sadava fue notario del Santo Oficio “y estos puestos oficios siempre se han dado y se dan a las familias nobles como lo es la del dicho Juan Manuel de Sadava”. Da fe de todo lo declarado el notario  Joseph de Corroza el día 27 de mayo de 1662. En junio le llega a Juan Manuel la documentación. Por su parte, Agurto y Álava, arregla los papeles en la Casa de Contratación de Sevilla: “pido y suplico mande darme despacho para mi embarcación y la de mis dichos dos criados por cuanto no tengo otros que llevar”. De Juan Manuel se facilitan en ellos unos pocos datos. Que ese “estudiante, de edad de veinte años, alto, rubio y que no es casado ni está sujeto a matrimonio”.

Para el 27  junio de 1662 ya tienen listos los papeles en la Casa de Contratación. Siete días más tarde zarpan desde Sanlúcar de Barrameda en la Flota de la Nueva España, comandada por el general Nicolás Fernández de Córdoba y Ponce de León (descendiente del Gran Capitán). Para viajar a la Indias Occidentales este era el modo habitual de hacerlo. En esta ocasión dicha Flota la componían veinticuatro buques escoltados por tres galeones de guerra. Transportaban un total de 4.500 toneladas de carga y 1.326 quintales de azogue (mercurio para tratar la plata). Entraron en el puerto de Veracruz el día 12 de septiembre de ese año, tras dos meses y cinco días de travesía oceánica. 

Qué fue de Juan Manuel de Sádaba una vez llegado a Méjico es de momento un misterio. Si siguió al servicio de Juan Miguel de Agurto habría que saber que este, tras su paso por la Audiencia de Méjico, fue nombrado en 1673 Capitán General y Presidente de la Audiencia de Guadalajara (Méjico) y que en 1680 cubrió la plaza de Gobernador de Campeche de forma interina. Ese mismo año, y también de forma interina, fue nombrado Presidente, Gobernador y Capitán General de la Real Audiencia de Guatemala. Durante tres años ejerció en este cargo hasta en en 1684 regresa a España donde se le nombra Oidor de la Real Chancillería de Granada. Sin llegar a tomar posesión del cargo, muere en Madrid en el año 1685. 

Si siguió, como digo, a cargo de este mandatario habría que imaginarlo haciendo todo ese recorrido junto a él. Si, por el contrario, una vez allí siguió su vida particularmente, el resultado sería otro. Sea como fuere, el caso es que gracias a los archivos de Indias sabemos que un chaval de Cárcar hizo la ruta de las Indias (no fue el único) y arribó a Méjico hace la friolera de trescientos sesenta y un años.

MARÍA ROSARIO LÓPEZ OSCOZ
Septiembre 2023

miércoles, 26 de julio de 2023

EL VIEJO PUENTE METÁLICO DE CÁRCAR


El ser humano transita por el mundo a través de caminos y carreteras que él mismo va trazando, tendiendo a su vez puentes para salvar obstáculos. Antiguamente las carreteras no eran como hoy las conocemos, eran caminos, en muchos casos sendas, que se fueron adaptando a los tiempos y a las necesidades que traía la evolución. 

Operarios aplicando brea al firme del puente de hierro. Fuente: Foto de Archivo Administrativo de Navarra y contraportada del libro "Cárcar, Historia, Vocabulario y Plantas" de Eduardo Mateo y otros. Año 2002

Cárcar también sufrió progresivos cambios en el trazado de sus vías de transito. A pesar de que la comunicación con los pueblos limítrofes estaba garantizada se hacía necesario también acceder al regadío por una ruta rápida que obligaba a cruzar el rio Ega. Es por eso que se fueron tendiendo sobre el río sencillos y sucesivos puentes de madera, ni demasiado seguros, ni demasiado duraderos, pues las avenidas del agua en tiempos de crecidas se los llevaron por delante en no pocas ocasiones.

Conforme los tiempos fueron cambiando Cárcar vio la necesidad de sustituir el puente de madera por otro más seguro y moderno. Así lo solicitó su ayuntamiento a la administración foral en repetidas ocasiones hasta conseguir que en febrero del año 1897 la Dirección de Caminos presentara un proyecto a la Diputación Foral de Navarra para su aprobación. El proyecto incluía además la construcción de un camino que conectara a través del puente con la Venta de Cárcar, abriendo así un ramal que enlazaba con la carretera Estella-Calahorra. Este camino que tendría una extensión de dos kilómetros y medio, junto con el montante estimado para la construcción del puente, supondría un coste previsto de algo más de cuarenta y seis mil pesetas, repartidas de la siguiente manera:  25. 424 pesetas para el puente y el resto para el camino.

La empresa barcelonesa La Maquinista Terrestre y Marítima S.A. se encargaría de construir el puente que tendría una longitud de 25,70 metros de largo por un ancho entre ejes de 3,70 metros y un soporte de carga de 30 toneladas.
La estructura sería metálica y ensamblada con dos vigas de hierro principales de 3,70 metros de alto, dividido en nueve recuadros en aspa de las llamadas cruces de San Andrés, de 2,80 metros cada una. La obra estuvo terminada para los primeros meses del año 1898

Foto antigua donde se ve pueden ver el puente metálico y la empresa "Conservas Cárcar". Ni puente, ni conservera, ni personaje a caballo, ni pollino, existen ya. Solo la casa a la izquierda de la foto. Fuente: Foto del Archivo Administrativo de Navarra y contraportada del libro "Cárcar, Historia, Vocabulario y Plantas" de Eduardo Mateo y otros. Año 2002.

El nuevo puente quedó inaugurado al transito para regocijo de los carcareses y mejora de todos los usuarios, lo que suponía un avance notable en las comunicaciones. A partir de ese momento los agricultores accedían a sus huertas cómodamente y se facilitaba la comunicación hacía Lerín y Estella para los que venían de la parte de Lodosa y los que lo hacían desde la carretera de Planillos. 
Este puente se mantuvo en pie setenta y cuatro años. De aquellos vehículos de tracción animal de finales del siglo XIX se fueron añadiendo otros a motor de mayor potencia, peso y anchura, por lo que atravesar el puente entrañaba cada vez mayor dificultad. También los camiones transportaban cada vez mayor carga que desgastaba la estructura del puente. Luego estaba la incomodidad para los camiones de gran tonelaje al verse obligados a buscar rutas alternativas con la consiguiente pérdida de tiempo y esta vía de comunicación fue quedando cada vez más aislaba.  

Es por eso que setenta y cuatro años después se pensó en sustituir el puente por otro más ancho y que soportara mayor tonelaje. Esta vez el hormigón pretensado sustituiría al hierro. Se construyó entre los año 1971-72 justo al lado del vigente, con un coste que rondó los tres millones de pesetas. La inauguración del mismo se demoró dos meses sobre la fecha prevista mientras el viejo puente seguía abierto al tráfico, excepto, como se ha dicho, para camiones de gran tonelaje. Pero no todos los transportistas hicieron caso de la prohibición. Ello provocó que el día 27 de junio de 1972, pocos días antes estar listo e inaugurado el nuevo puente, que estaba a falta de su asfaltado, un camión de cuatro ejes, marca Pegaso y procedente de Féculas (Lodosa), cargado de abono y sobrepasando en mucho el peso permitido, hizo que el viejo puente de hierro cediera a su paso, provocando que camión y puente cayeran al río. Afortunadamente el conductor salió ileso al quedar la cabina del camión semi hundida en las aguas del Ega. 

Dos días más tarde el Diario de Navarra se hizo eco del suceso, y añadía este párrafo final a la crónica: “Como dato anecdótico diremos que el labrador local don Fructuoso Izal, que recogía espárragos en la proximidades del lugar cuando el puente se hundió, ha sido el único habitante de Cárcar que ha visto pasar al primero y al último camión sobre la obra destruida”. Y es que el señor Fructuoso tenia seis años cuando aquel puente de hierro se inauguró. En la crónica dice que era agricultor, pero fue principalmente pastor y propietario de ganado lanar y cabrío. 
  
Puente de hormigón sobre el río Ega a su paso por Cárcar en la actualidad

 La carretera se cortó al tráfico por un tiempo hasta quedar terminado el nuevo puente de hormigón que es el que se mantiene actualmente.

MARÍA ROSARIO LÓPEZ OSCOZ

viernes, 23 de junio de 2023

UN MAESTRO DE PUEBLO

 


Don Benito Pérez Apiñariz. Maestro nacional en Cárcar. Foto en detalle 

La figura del maestro de escuela de pueblo es casi una imagen icónica que marcó a las generaciones pasadas. Hoy en día son muchos los profesores que a lo largo de la etapa escolar se ven involucrados en la educación de los alumnos. Antes no era así. Dos o tres eran los maestros encargados de llevar todo el peso de la educación reglada del alumno hasta su conclusión, de tal modo que el nombre y el recuerdo de esos docentes quedaba impreso con fuerza en la memoria, ya fuera para bien o para mal, según había sido la experiencia vivida con ellos.

Don Benito Pérez y Antonio Hernández. Curso 1935-1936

Esta fotografía es de la preguerra. Corresponde al curso 1935-36 y no es una foto habitual. Sí lo era, sin embargo, que ante la llegada esporádica de un fotógrafo profesional el maestro se retratara con el grupo escolar que le había sido encomendado, pero aquí aparece acompañado de un único alumno. 

La fotografía está hecha en un aula de la escuela de Cárcar, ubicada entonces en el piso superior del Ayuntamiento, y el maestro es don Benito Pérez Apiñariz, natural de Etayo (Navarra) y nacido en 1886. Don Benito estudió Magisterio y Cárcar fue uno de sus destinos. Vivía en el número uno de la calle Jardín. "Ganas menos que un maestro de escuela", es una frase que se dice de modo recurrente y así era al parecer, a juzgar por las alpargatas que calza don Benito y que la mesa no consigue ocultar. Contrasta el sencillo y pobre calzado del maestro con el zapato lustrado y de lazos que porta el alumno, puesto seguramente de modo excepcional para la ocasión. El niño es Antonio Hernández Martínez y tenía en ese momento entre ocho o nueve años; sobre la ropa lleva una bata o "babi" que le protege de los roces del pupitre y del polvo de la tiza. Don Benito se la debió de quitar para la foto y luce una sencilla americana de doble botonadura, quizá de cuando se casó. Obediente, Antonio, apunta con decisión a un lugar en el globo terráqueo que el maestro le ha indicado señalar, mirando a cámara con cierta timidez. El maestro, en cambio, se muestra confiado y su expresión delata, además de su bonhomía, seguridad y confianza en el buen hacer del alumno. También cierto aprecio. Tras el educando cuelga el mapa de España de un atril del que el maestro se valía para enseñarles a ubicar los cabos de España, ríos y demás accidentes geográficos que todo buen alumno debía aprender.

No podían ni imaginar ambos el período turbulento y terrible que se avecinaba. La guerra civil estaba a punto de comenzar. A don Benito le supuso la pérdida de empleo y sueldo durante un año; a los dos, tiempos difíciles de olvidar. Posteriormente el maestro se incorporó de nuevo a la docencia hasta causar baja por jubilación en el año 1950.

Los maestros de pueblo de aquella época tenían que bregar con las circunstancias de sus alumnos. Unos niños que, a menudo, hacían novillos por ir al campo para apoyar en la economía familiar. Porque esos chicos tenían que elegir muchas veces entre ir a la escuela o echar una mano al padre; y eso era más vital que aprender a sumar; los chicos, claro, no podían rendir convenientemente en la escuela.

Bien lo reflejó mi buen amigo, don Félix Calvo Frías, natural de Gumiel (Burgos) y maestro nacional en Lerín en uno de sus "ripios":

-¿A qué has venido a la escuela?
¡Trabaja, Félix, trabaja!

-¿Cómo quiere que trabaje
si no puedo con el alma?
El cielo lleno de estrellas
antes de salir el alba
han contemplado mis ojos
a través de sus pestañas.

Yo porfiaba en abrirlas
y ellas en seguir cerradas
porque arriba los luceros,
cuando el sol aún no brillaba,
me alumbraban el camino
tempranito esta mañana.

Con la azada en una mano
la otra con la navaja
de trecho en trecho la cesta
sin mano para llevarla.
Se van cansando los brazos
y ella se hace más pesada.

Los dos ojos en la tierra
para auscultar sus entrañas
que el espárrago está oculto
y hay que adivinar su marca.

¿Y dice usted que trabaje?
¡si ya no me quedan ganas!
la cesta ha venido llena
y cuesta mucho colmarla.

Con el cielo despejado
el sol caía con calma
y pesaba como el plomo
al chocar sobre la espalda.
El sudor que en gruesas gotas
refresca el surco que empapa.

¡Ay! que duro es el trabajo
y que larga la mañana.
Es natural que en la escuela,
por la tarde entre galbana,
tomando el duro pupitre
por una mullida cama.

En vez de clase, la siesta,
me pide el cuerpo con ansia.

Es muy justo que descanse
quien se agotó esta mañana.
-Tienes toda la razón,
descansa, Félix, descansa.

Me consta que don Benito fue un buen maestro. O al menos ese es el recuerdo que mantuvo de él mi progenitor durante toda su vida, fruto de su experiencia como alumno. 

En Antonio Hernández están representados en esa fotografía todos los chicos de su generación que se vieron favorecidos por la figura y las enseñanzas de sus maestros, a pesar de métodos más o menos ortodoxos. 

Un recuerdo especial para todos aquellos "maestros de escuela" de vocación que tanto contribuyeron con su labor a que hoy seamos como somos.

María Rosario López Oscoz
Junio de 2023

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Agradezco a Inés Hernández su gentileza al cederme la fotografía para hacer este breve artículo.