domingo, 1 de diciembre de 2024

CARMEN LORENTE SIMON M.I.C. (Misionera de la Inmaculada Concepción)

Carmen Lorente. Foto: Boletín nº. 18 de las Misioneras Concepcionistas

A lo largo del tiempo fueron decenas y decenas las jóvenes de Cárcar que dejando su casa y el abrigo de su familia eligieron la vocación religiosa, poniéndose al servicio de los demás en labores misionales, asistenciales, o entregadas a la educación o la oración. Una de ellas fue la Hermana Carmen Lorente Simón.

Muchos la recordamos asistiendo con devoción un lunes de Pentecostés a la misa de campaña que cada año se celebra en la campa de la ermita de la Virgen de Gracia, saludando y compartiendo con sus paisanos el día grande a su Patrona. Llegada esa fecha era para ella visita obligada que aprovechaba para pasar unos días de descanso y ver a sus familiares y amigos. Venir a su pueblo desde Roma era una de sus mayores alegrías ya que llevaba a su pueblo y a sus gentes en el corazón.

Carmen pertenecía a la familia que cariñosamente, y desde tiempo inmemorial, apodaban en Cárcar “los cachorros”. Los padres, Laureano Lorente Garrido y Elena Simón Sádaba, habían tenido una numerosa descendencia: Lucía, Pilar, Luis, Domingo, Florentino, Anastasio, Teodoro, Elena, y la propia Carmen que iba entre Florentino y Anastasio. Ella había nacido el día 2 de junio del año 1935. El padre era de profesión encañizador y cestero, y enseñó a sus hijos varones el oficio. Juntos trabajaban de forma artesana la mimbre y la caña, haciendo cestas y utensilios de todo tipo: mesas, sillones y recipientes para contener casi cualquier cosa. Pero además, hacían con gran profesionalidad robustos cañizos que servían para reforzar los techos de las casas, con más arte y eficacia que lo puedan hacen ahora la escayola o el pladur. Los cañizos tenían además otros usos, lo que hacía que casi todos tuvieran en Cárcar al menos uno, hecho por la familia Lorente.

Techo de cañizos. Foto: reddemaestros.com

Carmen mientras tanto sintió la vocación religiosa, y asistida en el discernimiento por el P. Rafael Erro, su director espiritual, un 13 de noviembre de 1955, con veinte años de edad, ingresó en el noviciado de la Congregación de las Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, de Barcelona, congregación fundada por la Madre Alfonsa Cavin y cuyo carisma se desarrolla a través de la educación cristiana en los jóvenes, el cuidado de los huérfanos, de los enfermos y ancianos. A estas religiosas se las conoce como monjas Concepcionistas y posponen a su nombre las siglas MIC (Misioneras Inmaculado Corazón).

Convento de las Concepcionistas de Bonanova en Barcelona

El día 4 de julio del año siguiente (1956) Carmen toma el hábito, y su primera profesión religiosa la hace el 16 de febrero del año 1958. Para hacer el noviciado la destinan a la Comunidad de Bonanova en Barcelona, y siendo todavía “juniora”, es decir, sin haber hecho aún los votos perpetuos,  la envían como misionera a Venezuela. En este país emitirá los votos definitivos un 16 de junio de 1963 que es cuando será ya con todo completado una monja Concepcionista. En Venezuela aprovechó para hacer la carreta de Magisterio, a la vez que trabajaba en los distintos colegios que allí tiene la Congregación.

Diez años dedicó la Hermana Carmen Lorente a misionar en Venezuela, y para mayo del año 1973 es destinada a Colombia, al colegio de reciente fundación en la localidad de Fómeque, en el departamento de Cundinamarca. De ahí pasará pronto a la capital, Bogotá. Los tres años siguientes los va a dedicar ahora Carmen a trabajar con las gentes colombianas. Esta experiencia misionera hispanoamericana la marcó mucho, y cuando más tarde recibía visitas de antiguas amistades de aquellos lugares, gustaba de hablar con ellos al modo de estos, guardando para siempre en su léxico particular expresiones propias de aquellas tierras.  
   
Parroquia Inmaculada Concepción de Fómeque

Pronto su vida vocacional en Sudamérica dará un giro radical al ser enviada a Italia. Aquí la destinan en un primer momento al Colegio Via Álcamo, situado en la provincia siciliana de Trapani. No mucho después pasará a Roma, la ciudad eterna, a la Casa General de la Congregación, situada en Vía Monte de Gallo, para más tarde ir destinada a un pueblo situado en la provincia de Salerno, llamado Olévano sul Tusciano, donde trabajó en la parroquia de Santa María a Corte y en la escuela materna Santa María de Lourdes.  Finalmente regresó de nuevo a la Casa General de Roma, que será su último y más prolongado destino, hasta su muerte.

Entre estas tres comunidades, su misión en Italia se prolongó durante treinta y seis años. Una de sus funciones aquí era encargarse de la sacristía de la comunidad, que cuidaba con esmero y en cuya capilla se celebraban cada día varias misas, teniendo siempre a punto todos lo necesario para su celebración. 

La Casa General se encuentra aproximadamente a un kilómetro de la plaza San Pedro de Roma, unos 17 minutos a pie, y eso la mantuvo muy en contacto con los peregrinos, que se sentían con ella especialmente acogidos.

 Asistiendo a misa en la capilla de la Casa de Roma. Foto: archivo familiar Redondo-Lorente

Para saber mejor de su carácter hay que echar mano de quienes mas la conocieron: sus Hermanas Concepcionistas, que dejaron a su muerte innumerables testimonios, destacando de ella su gran espíritu misionero de acogida, su amor por los niños y necesitados, entrañable en el trato, cordial, cercana… 

Comiendo en Comunidad, siempre con su abierta sonrisa. Foto archivo familiar Redondo-Lorente

Pero, sobre todo resaltaban su bondad. Era su franca y alegre sonrisa la que con transparencia delataba su bonhomía, y esto hacía que se ganase el cariño de todos. Espiritualmente poseía un gran fervor eucarístico y su devoción mariana era evidente. Cada día rezaba el rosario a la Virgen, siendo sin duda las advocaciones a las que se acogía, la Inmaculada y la Virgen de Gracia, patrona esta última de su pueblo de Cárcar.

La Hermana Carmen Lorente recibiendo la Comunión en el Vaticano de manos del Papa Benedicto XVI. Archivo familiar Redondo-Lorente

Durante el transcurso de los treinta y seis años que estuvo residiendo en Italia pudo conocer de cerca hasta a cuatro Papas: Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, especialmente a estos dos últimos. Se cuidaba muy mucho de que ningún familiar o amigo de Cárcar se quedaba sin su bendición papal, que enviaba puntualmente con motivo de recibir estos alguno de los sacramentos, ya fueran primeras comuniones, bodas o aniversarios. 

En su obituario se destaca precisamente ese cariño especial por su familia: “se sintió siempre muy unida a todos sus hermanos, sobrinos y resobrinos, a los que amaba entrañablemente siendo correspondida. A pesar de que toda su vida religiosa la ha vivido fuera de España, no olvidaba nunca celebraciones, aniversarios, contacto y preocupaciones. Se sentía parte integrante y viva de los hogares de sus hermanos y sobrinos”. Y eso era precisamente lo que sus paisanos veíamos cada vez que venía de visita a Cárcar.

La enfermedad y la artrosis le hicieron sufrir, sobre todo en los últimos años de su vida. Falleció repentinamente en la Casa Generalicia de Roma, justo el día de su cumpleaños, en la madrugada del día 2 de junio de 2011. Cumplía ese día setenta y seis años. Las cartas de condolencia no cesaron de llegar a Roma, muestra de la huella que había ido dejando por el camino, especialmente las enviadas por las Hermanas de su Congregación que a lo largo de su vida la habían conocido y tratado. Todas se desvivieron por dejar su testimonio para la que cariñosamente llamaban Hermana Carmencita. 

Una de las mojas compuso por ella una oración espontánea:  “Carmencita, nos has dejado tan de repente que todas sentimos un gran vacío y mucho dolor. Nos consuela pensar que estás con Dios por lo buena que has sido con todos. Tú, con la gracia que Dios te dio, has sabido vivir a tope el mandamiento del amor, especialmente a los hermanos más necesitados de cariño. Pedimos que, el testimonio de entrega incondicional que nos has dejado, sea para nosotras y para todos los que te hemos querido, un estímulo para vivir nuestro carisma misionero en donde estemos”.

En Cárcar, todavía parece escucharse el eco de su voz cantarina y su alegre y franca sonrisa al reencontrarse con algún conocido, que lo eran todos. Y es que venir a su pueblo siempre fue para ella motivo de gran satisfacción.


María Rosario López Oscoz
Diciembre de 2024
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Fuente: 
-Desde la otra orilla. Boletín necrológico N.º 18 de las Misioneras del Inmaculado Corazón de María. Año 2011.